9.ADA
Me
desperté pronto a pesar de que mi conversación con Ainhoa duró
horas, ya que ella no paraba de interrumpir, preguntar, volver a
interrumpir y dar su punto de vista sin dejar que terminara de
exponer lo que pasaba y sentía por aquel chico llamado Liam. Era mi
última mañana. Nos iríamos en horas. Me vestí rápido, cogí a
Dafne y me fui al lugar donde desde hacía varios días Liam y yo nos
escribíamos.
Había
una gran flecha señalando a una fotografía, parecía una postal, de
un amanecer. La fotografía estaba anclaba a la arena sujeta por dos
piedras rodeadas de arena. Me agaché a cogerla; por detrás estaba
escrito con mayúsculas y perfectas letras negras “amanecer rojo”.
Bajo
aquellas letras, había un papel pegado. Lo despegué y leí
“Liam_07@hotmail.com”
su
correo, ¡genial! Me guardé con cuidado el papel doblado en el
pantalón. Miré lo que me había escrito por detrás, me quería dar
a entender que esos eran los amaneceres que le gustaban. Miré la
foto una vez más. No era una postal.. Era una foto hecha por él,
estaba segura.. Me sonrojé; me encanta ir a ver los amaneceres y los
anocheceres. Quería dejarle yo también una foto de una de mis fotos
favoritas de anocheceres que había hecho yo. Fui corriendo a casa,
no había tiempo que perder. No quería que llegara y no viera nada.
Entré dando un portazo en el apartamento y sin ni siquiera saludar,
me metí en mi cuarto y encendí mi ordenador (me lo solía llevar
para ir metiendo las fotos que íbamos haciendo durante aquellos
días). Ainhoa entró en mi habitación preocupada ya que me había
visto entrar escopetada en casa y no había saludado.
-Hola,
¿y esta foto?- dijo desconcertada al ver la foto que tenía al lado
del ordenador.
-Me
la ha dejado Liam, poniéndome por detrás cómo le gustan los
amaneceres. Y también su correo electrónico- dije ilusionada.
-su
correo? Uuooh! Este chico quiere algo- dijo Ainhoa. Me sonrojé y la
sonreí
-necesito
imprimir una foto de uno de mis amaneceres que más me guste antes de
irnos- dije con voz nerviosa. Quería correr ya con la foto en las
manos y dejársela entre aquellas dos piedras. Tenía muchas fotos de
amaneceres, pero con sinceridad, la mejor foto era una que conseguí
hacer el año anterior, son cuatro fotos juntas, en las cuales se
puede ver el sol, saliendo, por el mar y la luna escondiéndose por
las montañas. El cielo ese día era de un rosa pálido cerca de la
luna, y naranja, rojo y amarillo cerca del sol. Entre medias de
ambos, había un color perfecto, casi como gris. Ese era el color del
amanecer que más me gustaba. Ojalá Liam pudiera apreciar la belleza
de esa fotografía tanto como yo. Siempre me había fascinado ver
cómo salía el sol y como la luna huía de él escondiéndose al
otro lado de la tierra.
Corrí
hacia donde vivía Linda, ella seguro que me hacía el favor de
imprimirme aquella preciosa foto en papel de foto como había hecho
Liam. La foto era grande y apaisada, así que ocupaba mucho de largo
pero no de ancho. Linda no me puso ninguna pega, y veinte minutos
después ya estaba en casa con la fotografía impresa. Se veían muy
bien los colores, aunque el recuerdo de aquella foto me hizo recordar
el momento en que saqué la foto. Los colores eran mucho mejores que
en la fotografía y aun así, era espectacular ver aquella foto. Se
asemejaba a la aurora boreal.
No
sabía describir exactamente el color del cielo que me encantaba,
rosa pálido, gris claro.. Así que terminé poniendo: “amanecer
pálido” con la mejor letra que pude y salí escopetada a la arena
a dejar la foto.
Una
vez medio enterrada entre las piedras, mi corazón empezó a
calmarse. Volví al apartamento andando, tranquilamente. Por un
momento había olvidado que en pocas horas me iría y todo lo que
había vivido estos cuatro últimos días se quedaría aquí, hasta
el año que viene. Entonces me di cuenta de que no le había escrito
que me iba definitivamente hasta el verano siguiente. Volví
corriendo a la arena. La foto seguía allí; menos mal. A su lado
tracé unas cuentas líneas que se convirtieron en: “hasta el
verano que viene”. (No me di cuenta de escribir mi correo
electrónico con las prisas, pero bueno, yo tenía el suyo..)
Ese
verano no nos volveríamos a encontrar a no ser que sucediera un
milagro; pero no sucedió. Recogimos nuestras cosas, nos despedimos
de Roberto, Álex y Marcos y nos metimos en mi furgoneta (la cual ya
tenía nombre: Mail. Si os fijáis, es Liam al revés) de vuelta a la
realidad, a nuestras respectivas casas.
-Ada
llámame cuando llegues, ¿vale?- me dijo Marcos mientras se acercaba
a mí y me daba un beso en la mejilla. Le abracé y le susurré
contra su oreja –por supuesto-. Así se quedaría más tranquilo.
-Adiós
chicas- dijeron Álex y Roberto
-Acordaos
que nos vemos en unos días- dijo Marcos. Habíamos quedado cuando
ellos volvieran de la playa. Todavía era verano y queríamos
aprovechar lo que nos quedaba.
-Sí,
os esperamos- dijo Sara y les guiñó un ojo. Sonreímos los nueve
mientras nuestra furgoneta se alejaba del paseo donde estaban los
tres chicos.
Mientras
volvíamos pensé en todo lo que habíamos hecho ese verano y todo lo
que no: ver los acantilados, los puertos, los cabos, los faros o
simplemente pasear por los pueblos en sí. Saqué de mi mochila la
foto del amanecer de Liam. Era preciosa. Me quedé mirándola horas.
Menos mal que a la vuelta no me tocaba conducir a mí. Dafne se
colocó en mi regazo y escondió su cabeza bajo el ala, preparada
para dormir plácidamente hasta que parara la furgoneta.
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