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lunes, 25 de febrero de 2013

Abriendo los ojos - primera parte. Ana (cap.9)


Capítulo 9

     Un día más pasa, sin nada nuevo. Desayunamos, jugamos con Sami en el jardín. Después vamos a ayudar con la mesa, vemos una película. Hablamos de nada en concreto y llega la cena.
Mañana empiezo la uni –dice Ainhoa en la cena. No lo recordaba. Ángel también empezará en breves sus prácticas. Hago una mueca. No quiero estar sola otra vez.
¿Qué horario tienes? –pregunto. Me lo ha dicho millones de veces pero siempre lo olvido.
De ocho y media a una y media –dice Ainhoa. Me mira para ver mi rostro. Hago otra mueca.
Estarás aquí para la hora de comer –afirma mi madre. Eso me alegra.
¿Y tú Ángel? –pregunta mi padre.
Yo empiezo en dos días las prácticas. Me ha llegado hoy la confirmación –nos cuenta. Eso ya lo sabía. Me lo ha dicho hoy nada más leer el correo electrónico en mi ordenador. En dos días volveré a estar completamente como al principio, sola. Salvo que mi madre tenga tiempo para mí por la mañana entre arreglo y arreglo en la casa. No es que yo no la ayude, que lo hago... Pero me parece todo tan monótono...
¿Y tu horario? –pregunta mi padre.
De nueve a una –contesta éste.
¡Ah! perfecto. Te podrías llevar tu el coche, dejar a Ainhoa y a Miguel en clase e irte a trabajar. Y después les recoges y volvéis juntos –dice mi padre. Es un buen plan. Así les tendré en casa a la vez y no por fascículos, como las colecciones de los periódicos.
Me parece genial la idea. Pero.. ¿De verdad te parece bien que yo conduzca? –pregunta Ángel. Creo que nunca nadie ha confiado tanto en él como lo acaba de hacer mi padre dándole un coche.
Sí, sí, claro. Sé que conduces muy bien. El tiempo que estéis aquí ese coche es para vosotros cuatro –dice mirándonos a mi hermano, a Ainhoa a él y a mí.
Gracias papá –le digo. Sigo enfadada con el por habernos traido a todos a aquí, pero nadie lo sabe.. Todos piensan que lo he olvidado. Prefiero que piensen así. Se que mi padre se está esforzando bastante en que todo salga bien en casa. Aunque sinceramente, cada vez me cuesta más seguir enfadada
Por cierto, mañana por la mañana vendrá Luca un rato. Tenemos que revisar algunas anotaciones –dice mi padre. ¿Luca? ¿Quién es ese? Supongo que alguno de los hombres que vinieron a la cena de Navidad.
¿Quién es? –pregunta Ángel.
Es el jovencito –contesta mi padre. Ya sé quien es.. el chico guapo de pelo oscuro, que se vino con nosotros a Madrid. Se llama Luca. Bonito nombre, es italiano ¿no?. De todas formas.. lo único que hace estando en casa es que mi padre le preste más atención a él y menos a mi hermano a mi madre y a mi. Un asco vamos. De todas formas, no sé cómo he podido olvidar tan pronto el nombre del chaval... Será que aún no me he propuesto aprenderme su nombre de memoria. Cada vez que oigo su nombre me sorprendo.
¿Por qué no haces lo que tengas que hacer en el laboratorio o donde sea en vez de meterle en casa? –pregunto con voz enfadada. Ya ha pasado mucho tiempo en casa, no tiene por qué pasar más. Me comporto de forma egoísta y egocéntrica, lo sé.
Porque me parece mejor así. Luego se puede quedar a cenar –dice mi padre, pasando de mí y mirando a mi madre. ¡Oh genial! Sí, lo que faltaba, que también cenara en casa.
Yo creo que no debería –digo picando a mi padre. No sé callarme. Siempre intento tener la última palabra. Quiero a mi padre, y solo a mi padre. No al científico loco en el cual se convierte cuando alguien de su trabajo entra en casa.
Puedes pensar lo que quieras hija mía, pero va a venir. Es mi trabajo –dice mi padre con autoridad. Le estoy crispando los nervios. Como alguno de los dos reviente, vamos mal. Para eso está mi madre en estos casos.
Ana trata de ser comprensiva. Solo va a ser hoy, ¿verdad papá? –le pregunta mi madre a mi padre. Lo hace para que estemos en paz ambos. Ella es la única que entiende lo que me pasa, y no es porque se lo haya contado. Simplemente, mi madre sabe leerme. Desde siempre.
Sí, de momento solo hoy –contesta él. Bueno algo más tranquila me quedo. Aun así tendré que soportarles toda la mañana. ¡Guay! Miro a mi madre y la doy las gracias con la mirada. Ella me regala una pequeña sonrisa, sin que mi padre se de cuenta.

Terminamos de cenar y nos vamos a mi cuarto mis amigos, mi hermano, Sami y yo.
¿Os acostareis tarde? –pregunta mi hermano. Le gusta que estemos los cinco juntos pero luego tiene que madrugar, así que no se ira tarde.
No hoy no. mañana yo madrugo – contesta Ainhoa.
Nosotros nos acostaremos cuando ella –contesto por Ángel y por mí misma.
Vale genial. ¿Vemos una peli? –pregunta mi hermano.
Está bien, pero primero quiero ver si hay alguien conectado –digo y me acerco a mi ordenador, que está encendido. Abro las dos páginas y el mismo programa de siempre, pero no hay nadie. Vaya chasco. Cierro todo y apago el ordenador.
¿Vemos la peli pues? –dice mi hermano viendo que el ordenador está apagándose.
Sí –contesto. Nos tumbamos todos en la cama que ahora comparto con Ainhoa y la que mis padres han comprado a Ángel. Ahí cabemos todos de sobra. Sami también sube a la cama y se coloca entre mi hermano y yo.
Me paso toda la película pensando en mis cosas. No sé por qué ese tal Luca no me cae bien. No le conozco, en realidad. Salvo por el echo del viaje juntos y verle en casa y eso y por que me quita a mi padre. Y mañana pasará toda la mañana en casa. Yo que pensaba que ya me le había quitado del medio. A lo mejor son solo cosas de padres y quieren que le conozca mejor porque saben que es buen chico. Pero bua no sé. A mí no me inspira confianza. Me parece un chulo y tendrá pájaros en la cabeza, sobre todo si se junta con gente como mi padre. Y en Reyes no es que me alegrara el día, más bien me lo marchitó.
Bueno, es tarde, vámonos a la cama –dice Ainhoa bostezando. Asiento. Yo también estoy cansada.
Me parece bien –dice mi hermano mientras se despereza y se levanta de la cama. Me da un beso en la frente y desaparece tras su puerta.
Minutos más tarde, o tal vez solo segundos más tarde ya estamos Ainhoa, Ángel y yo metidos en la cama. Sami entre mis piernas echa un ovillo.
Buenas noches –digo
Buenas noches princesa –dice Ángel.
Buenas noches chicos –dice Ainhoa.
Los tres estamos cansados, y además Ainhoa tiene que madrugar.. pensando esto, mi cabeza empieza a vagar por mi subconsciente y me quedo dormida.

* * *

Despierto por los ladridos de Sami. Ainhoa no está en mi habitación. Miro el colchón de Ángel esperando ver sus rizos sobre la almohada, pero él tampoco está. En su cama, echa, hay una nota. Supongo que mi hermano tampoco estará ya en la suya. A pesar de que fuera hace frío, dentro hace demasiado calor. Como si estuviéramos en verano. De hecho llevo puesto mi pijama de verano (camiseta de tirantes y un pantalón demasiado corto para salir a la calle incluso en verano por Madrid).
Salgo de la cama y me acerco hacia la de Ángel y leo la nota: He salido con Ainhoa y Miguel a mi centro de prácticas a resolver unas cosillas. No tardo en volver. Te quiero azuni. NARANGI.
Suspiro, doblo la nota y la dejo sobre mi mesa de estudio.

Buenos días –digo a nadie en especial cuando termino de bajar las escaleras.
Bongiorno. Buenos días –me contesta una voz que no conozco. Una cara algo familiar asoma de la puerta del salón. Es Luca. Se apoya en el marco de la puerta.
No te lo decia a ti –contesto secamente. No me gusta este chaval. –. ¿Y mis padres? –pregunto.
¿Hablas conmigo? –pregunta Luca con voz arrogante. Ah genial, lo que me faltaba. Alguien que fuera más tozudo que yo. Con lo calladito que estuvo en Noche Buena y en el viaje. Podría seguir así de calladito. En el viaje no fue tan... ¡Puaj! Ahora parece que vuelve a ser el mismo tío que odio, en su propia salsa. Maldita Alaska.
Sí, contigo, idiota –digo con voz enfadada. Él se rie. ¡Será imbécil!
En la cocina –contesta mirándome fijamente a los ojos. Desvío mi mirada y me fijo en su cuerpo de abajo arriba. Voy subiendo la vista poco a poco. No está nada nada mal. Parece estar en forma, aunque no creo que tenga un cuerpo escultural. Nariz bonita. Tez pálida. Sus ojos son iguales que la noche anterior, grises como las nubes antes de derramar gotas de agua, como la nieve sucia que se puede ver a menudo por aquí.. Muy esbeltos. Manos grandes. El pelo casi le tapa las orejas, pero puedo ver que tiene un pendiente en el cartílago de la oreja derecha. Es una barra, no me había fijado en eso. Me pregunto qué más cosas esconde.. Un escalofrío me recorre el cuerpo. ¡Dios como debe doler eso! Si a mí me dolió un montón el que me hice en el cartílago, donde llevo un arito.. a él que le hicieron dos agujeros de golpe y además con esa barra que no destaca por ser fina.. me fijo que en su otra oreja, lleva tatuada una calavera. La verdad es que le queda mejor que bien. Es muy sexy. La calavera está de perfil. Tiene cuatro o cinco vértebras. Boca entornada que mira hacia el cartílago y la nuca de Luca. No sé qué más tatuajes puede esconder bajo su camiseta o sus pantalones. Me quedo divagando durante segundos. Luca no se ha movido un ápice, permanece pegado al marco de la puerta.
Gracias –digo en voz baja cuando paso por su lado. Él me dedica una sonrisa un poco bastante falsa y me guiña un ojo. No me inmuto y sigo mi camino seguida de Sami que quiere que la salude. Me paro en mitad del pasillo y la acaricio.
Venga, sí, Sami. Buenos días, buenos días –digo con voz de niña pequeña. Olvido por un instante que el chaval está en el salón y que seguramente esté mirando. Vamos, estoy segura, porque noto su mirada penetrante en la nuca.
Venga anda, vamos a saludar a papá y a mamá –digo al levantarme y seguir hacia la cocina.
Hola mi niña –dice mi padre al verme.
Hola papá –le digo dándole un beso y un abrazo.
Hola mamá –saludo a mi madre dándole un gran abrazo y dos besos seguidos.
Hola cielo –contesta sonriente mi madre.
Ya he visto que el chaval anda ya por casa --digo con voz seca.
No seas mala con él. No tiene a nadie aquí. Imagínate que tú no tuvieras a nadie aquí –dice mi madre defendiéndole. ¡Oh genial! ¿Por qué? Si ayer no le defendía... ¿Qué ha cambiado?.
No estaría aquí entonces. Créeme –contesto sarcásticamente.
Pórtate bien con él. Porque a partir de ahora pasará más tiempo aquí jovencita –dice mi padre. ¡Oh genial del todo entonces!. Le miro echa una furia. Ayer dijo que solo hoy... y ya me le quiere encasquetar ¡todos los días!
No os vale con traerme aquí, sino que además tenéis que meter en casa a una persona que.. que... –no se como terminar la frase.
¿Que qué? –me incita mi padre. Quiere pelea.
¡Que odio! –digo casi gritando. Sí, es cierto. Le odio sin saber muy bien por qué.
Me da igual lo que sientas por él porque se quedará el tiempo que digamos nosotros –dice mi padre autoritario. Miro a mi madre que me mira sin entender. Como si hubiera pensado desde el principio que el chico me caída bien. Tal vez se está dando cuenta de que fue un error intentar juntarnos en el avión, y regalarme un casco de moto para no ser usado nunca.
Lo que tú digas –contesto. Mi madre pone cara apenada. No le gusta cuando discutimos – Me voy al cuarto –digo sin más y comienzo a marcharme.
¿No desayunas cariño? –pregunta mi madre preocupada.
Se me ha quitado el hambre –digo con voz agria antes de salir de la cocina. Luca sigue donde le he dejado al entrar en la cocina.
Un desayuno rápido ¿eh? –me dice. Supongo que no quiere tocarme las narices, pero lo hace.
¿Y a ti que coño te importa? –le pregunto con los ojos abiertos como platos. Como si fuera impensable que me hablara si quiera. Enarca una ceja y se queda mirándome.
Lo que tú quieras –contesta él alejándose del marco de la puerta del salón y desapareciendo en éste. Genial, le he espantado. Mejor. Una cosa menos.

La mañana ha sido toda igual de aburrida. Mi padre ha subido a pedirme perdon, hemos hecho las paces. He aceptado a regañadientes que el señorito venga a casa cuando sea y he bajado a ayudarles con el experimento que se traen entre manos. No es que se me de muy bien eso de la química, ni lo que suele hacer sobre botánica, pero es un pretexto para estar con él. Si no le ayudara casi no le vería. Así que hago que me interesa y que sé mucho del tema para ayudarle. Pero no sé mucho. Me suelo dedicar a mirar textos en internet de bases de datos científicas, como Cinald o Medline; y allí me informo de otras investigaciones que han hecho otros científicos. Así podemos irnos guiando poco a poco. Sé que con eso lograré captar la atención de mi padre, pues él no se maneja bien con el ordenador y tiene que depender de mí. Yo, por mi parte, hago mi trabajo poco a poco, sin pausa pero sin prisa, para que me pueda dedicar tiempo mi padre. Y bueno ahora, estoy aquí con mi padre y el chaval pensando en el experimento que quieren llevar a cabo.
Ana, ¿Cómo lo ves? –me pregunta mi padre.
-No lo sé, por lo que yo sé no sé si eso que dices tendría efectos secundarios ¿no? –digo. No me quiero mojar. Mi padre sabe ya la respuesta, pero le gusta saber lo que pienso y explicarme las cosas cuando me confundo.
Tú eres la fisio –afirma mi padre para que me moje más. Pero no lo voy a hacer, hoy no.
Y tú el médico y el experto –le contraataco. Se queda mirándome y sonríe.
¿Y tú Luca? –pregunta mi padre.
Tengo que darle la razón a tu hija. Creo que tendría efectos secundarios que no serían buenos para lo que queremos conseguir. Tenemos que intentar que no tenga ningún efecto secundario, ninguna contraindicación --dice Luca. No parece muy listo. No sé que habrá estudiado o que está estudiando pero parece no tener ni guarra del tema. Le miro de forma arrogante y chulesca. Quiero demostrarle que estoy por encima de él y que mi padre es mío. Es entonces cuando me fijo que bajo su camiseta blanca en el principio del brazo izquierdo hay unas líneas tatuadas, como si fuera un tribal, grande. No sé de dónde a dónde va. Solo puedo ver tres líneas que desaparecen bajo su camiseta. Seguramente el tatuaje le cubra el hombro y el pecho o algo así. Es algo que me atrae mucho en un chico. Esa pose de chico malo.. la cosa es que el chaval y yo nunca podremos llevarnos bien por mi padre. Porque él es mío y yo no lo comparto. Debería dejárselo claro.
Seguiré experimentando. De todas formas Ana, quiero que te mires los resultados de algunas de mis pruebas. Creo que no son tan malas como esperaba pero quiero tu visión como fisio – dice mi padre. Sé que en realidad si a él le parecen bien las pruebas es que están bien. Pero me gusta que cuente conmigo –. Tú también puedes verlas –dice mirando a Luca. ¡Oh! genial. Antes éramos solo mi padre y yo en todas sus locuras. Y ahora también su amiguito..
Vale papá. ¿Te importa si lo llevo al desván y me quedo allí leyendo? Seguro que teneis cosas de las qué hablar vosotros, así no molesto –digo con la voz algo tocada. Me sienta mal tener que separarme de mi padre. Pero esque no soporto a este chico.
Vale mi niña. Luego subo a verte –me dice. Le sonrío y le beso en la mejilla.
Adios –me despido
Adios –contesta mi padre.
Ciao. Adios –me dice el chaval. Aprieto mis puños. No quiero ni que me hable. Subo al desván malhumorada.


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