Capítulo
9
Un día más
pasa, sin nada nuevo. Desayunamos, jugamos con Sami en el jardín.
Después vamos a ayudar con la mesa, vemos una película. Hablamos de
nada en concreto y llega la cena.
–Mañana
empiezo la uni –dice Ainhoa en la cena. No lo recordaba. Ángel
también empezará en breves sus prácticas. Hago una mueca. No
quiero estar sola otra vez.
–¿Qué
horario tienes? –pregunto. Me lo ha dicho millones de veces pero
siempre lo olvido.
–De
ocho y media a una y media –dice Ainhoa. Me mira para ver mi
rostro. Hago otra mueca.
–Estarás
aquí para la hora de comer –afirma mi madre. Eso me alegra.
–¿Y
tú Ángel? –pregunta mi padre.
–Yo
empiezo en dos días las prácticas. Me ha llegado hoy la
confirmación –nos cuenta. Eso ya lo sabía. Me lo ha dicho hoy
nada más leer el correo electrónico en mi ordenador. En dos días
volveré a estar completamente como al principio, sola. Salvo que mi
madre tenga tiempo para mí por la mañana entre arreglo y arreglo en
la casa. No es que yo no la ayude, que lo hago... Pero me parece todo
tan monótono...
–¿Y
tu horario? –pregunta mi padre.
–De
nueve a una –contesta éste.
–¡Ah!
perfecto. Te podrías llevar tu el coche, dejar a Ainhoa y a Miguel
en clase e irte a trabajar. Y después les recoges y volvéis juntos
–dice mi padre. Es un buen plan. Así les tendré en casa a la vez
y no por fascículos, como las colecciones de los periódicos.
–Me
parece genial la idea. Pero.. ¿De verdad te parece bien que yo
conduzca? –pregunta Ángel. Creo que nunca nadie ha confiado tanto
en él como lo acaba de hacer mi padre dándole un coche.
–Sí,
sí, claro. Sé que conduces muy bien. El tiempo que estéis aquí ese
coche es para vosotros cuatro –dice mirándonos a mi hermano, a
Ainhoa a él y a mí.
–Gracias
papá –le digo. Sigo enfadada con el por habernos traido a todos a
aquí, pero nadie lo sabe.. Todos piensan que lo he olvidado.
Prefiero que piensen así. Se que mi padre se está esforzando
bastante en que todo salga bien en casa. Aunque sinceramente, cada
vez me cuesta más seguir enfadada
–Por
cierto, mañana por la mañana vendrá Luca un rato. Tenemos que
revisar algunas anotaciones –dice mi padre. ¿Luca? ¿Quién es
ese? Supongo que alguno de los hombres que vinieron a la cena de
Navidad.
–¿Quién
es? –pregunta Ángel.
–Es
el jovencito –contesta mi padre. Ya sé quien es.. el chico guapo
de pelo oscuro, que se vino con nosotros a Madrid. Se llama Luca.
Bonito nombre, es italiano ¿no?. De todas formas.. lo único que
hace estando en casa es que mi padre le preste más atención a él y
menos a mi hermano a mi madre y a mi. Un asco vamos. De todas formas,
no sé cómo he podido olvidar tan pronto el nombre del chaval...
Será que aún no me he propuesto aprenderme su nombre de memoria.
Cada vez que oigo su nombre me sorprendo.
–¿Por
qué no haces lo que tengas que hacer en el laboratorio o donde sea
en vez de meterle en casa? –pregunto con voz enfadada. Ya ha pasado
mucho tiempo en casa, no tiene por qué pasar más. Me comporto de
forma egoísta y egocéntrica, lo sé.
–Porque
me parece mejor así. Luego se puede quedar a cenar –dice mi padre,
pasando de mí y mirando a mi madre. ¡Oh genial! Sí, lo que
faltaba, que también cenara en casa.
–Yo
creo que no debería –digo picando a mi padre. No sé callarme.
Siempre intento tener la última palabra. Quiero a mi padre, y solo a
mi padre. No al científico loco en el cual se convierte cuando
alguien de su trabajo entra en casa.
–Puedes
pensar lo que quieras hija mía, pero va a venir. Es mi trabajo –dice
mi padre con autoridad. Le estoy crispando los nervios. Como alguno
de los dos reviente, vamos mal. Para eso está mi madre en estos
casos.
–Ana
trata de ser comprensiva. Solo va a ser hoy, ¿verdad papá? –le
pregunta mi madre a mi padre. Lo hace para que estemos en paz ambos.
Ella es la única que entiende lo que me pasa, y no es porque se lo
haya contado. Simplemente, mi madre sabe leerme. Desde siempre.
–Sí,
de momento solo hoy –contesta él. Bueno algo más tranquila me
quedo. Aun así tendré que soportarles toda la mañana. ¡Guay! Miro
a mi madre y la doy las gracias con la mirada. Ella me regala una
pequeña sonrisa, sin que mi padre se de cuenta.
Terminamos de
cenar y nos vamos a mi cuarto mis amigos, mi hermano, Sami y yo.
–¿Os
acostareis tarde? –pregunta mi hermano. Le gusta que estemos los
cinco juntos pero luego tiene que madrugar, así que no se ira tarde.
–No
hoy no. mañana yo madrugo – contesta Ainhoa.
–Nosotros
nos acostaremos cuando ella –contesto por Ángel y por mí misma.
–Vale
genial. ¿Vemos una peli? –pregunta mi hermano.
–Está
bien, pero primero quiero ver si hay alguien conectado –digo y me
acerco a mi ordenador, que está encendido. Abro las dos páginas y
el mismo programa de siempre, pero no hay nadie. Vaya chasco. Cierro
todo y apago el ordenador.
–¿Vemos
la peli pues? –dice mi hermano viendo que el ordenador está
apagándose.
–Sí
–contesto. Nos tumbamos todos en la cama que ahora comparto con
Ainhoa y la que mis padres han comprado a Ángel. Ahí cabemos todos
de sobra. Sami también sube a la cama y se coloca entre mi hermano y
yo.
Me paso toda la
película pensando en mis cosas. No sé por qué ese tal Luca no me
cae bien. No le conozco, en realidad. Salvo por el echo del viaje
juntos y verle en casa y eso y por que me quita a mi padre. Y mañana
pasará toda la mañana en casa. Yo que pensaba que ya me le había
quitado del medio. A lo mejor son solo cosas de padres y quieren que
le conozca mejor porque saben que es buen chico. Pero bua no sé. A
mí no me inspira confianza. Me parece un chulo y tendrá pájaros en
la cabeza, sobre todo si se junta con gente como mi padre. Y en Reyes
no es que me alegrara el día, más bien me lo marchitó.
–Bueno,
es tarde, vámonos a la cama –dice Ainhoa bostezando. Asiento. Yo
también estoy cansada.
–Me
parece bien –dice mi hermano mientras se despereza y se levanta de
la cama. Me da un beso en la frente y desaparece tras su puerta.
Minutos más
tarde, o tal vez solo segundos más tarde ya estamos Ainhoa, Ángel y
yo metidos en la cama. Sami entre mis piernas echa un ovillo.
–Buenas
noches –digo
–Buenas
noches princesa –dice Ángel.
–Buenas
noches chicos –dice Ainhoa.
Los tres estamos
cansados, y además Ainhoa tiene que madrugar.. pensando esto, mi
cabeza empieza a vagar por mi subconsciente y me quedo dormida.
* * *
Despierto por
los ladridos de Sami. Ainhoa no está en mi habitación. Miro el
colchón de Ángel esperando ver sus rizos sobre la almohada, pero él
tampoco está. En su cama, echa, hay una nota. Supongo que mi hermano
tampoco estará ya en la suya. A pesar de que fuera hace frío,
dentro hace demasiado calor. Como si estuviéramos en verano. De hecho
llevo puesto mi pijama de verano (camiseta de tirantes y un pantalón
demasiado corto para salir a la calle incluso en verano por Madrid).
Salgo
de la cama y me acerco hacia la de Ángel y leo la nota: He
salido con Ainhoa y Miguel a mi centro de prácticas a resolver unas
cosillas. No tardo en volver. Te quiero azuni. NARANGI.
Suspiro, doblo
la nota y la dejo sobre mi mesa de estudio.
–Buenos
días –digo a nadie en especial cuando termino de bajar las
escaleras.
–Bongiorno.
Buenos
días –me
contesta una voz que no conozco. Una cara algo familiar asoma de la
puerta del salón. Es Luca. Se apoya en el marco de la puerta.
–No
te lo decia a ti –contesto secamente. No me gusta este chaval. –.
¿Y mis padres? –pregunto.
–¿Hablas
conmigo? –pregunta Luca con voz arrogante. Ah genial, lo que me
faltaba. Alguien que fuera más tozudo que yo. Con lo calladito que
estuvo en Noche Buena y en el viaje. Podría seguir así de
calladito. En el viaje no fue tan... ¡Puaj! Ahora parece que vuelve
a ser el mismo tío que odio, en su propia salsa. Maldita Alaska.
–Sí,
contigo, idiota –digo con voz enfadada. Él se rie. ¡Será
imbécil!
–En
la cocina –contesta mirándome fijamente a los ojos. Desvío mi
mirada y me fijo en su cuerpo de abajo arriba. Voy subiendo la vista
poco a poco. No está nada nada mal. Parece estar en forma, aunque no
creo que tenga un cuerpo escultural. Nariz bonita. Tez pálida. Sus
ojos son iguales que la noche anterior, grises como las nubes antes
de derramar gotas de agua, como la nieve sucia que se puede ver a
menudo por aquí.. Muy esbeltos. Manos grandes. El pelo casi le tapa
las orejas, pero puedo ver que tiene un pendiente en el cartílago de
la oreja derecha. Es una barra, no me había fijado en eso. Me
pregunto qué más cosas esconde.. Un escalofrío me recorre el
cuerpo. ¡Dios como debe doler eso! Si a mí me dolió un montón el
que me hice en el cartílago, donde llevo un arito.. a él que le
hicieron dos agujeros de golpe y además con esa barra que no destaca
por ser fina.. me fijo que en su otra oreja, lleva tatuada una
calavera. La verdad es que le queda mejor que bien. Es muy sexy. La
calavera está de perfil. Tiene cuatro o cinco vértebras. Boca
entornada que mira hacia el cartílago y la nuca de Luca. No sé qué
más tatuajes puede esconder bajo su camiseta o sus pantalones. Me
quedo divagando durante segundos. Luca no se ha movido un ápice,
permanece pegado al marco de la puerta.
–Gracias
–digo en voz baja cuando paso por su lado. Él me dedica una
sonrisa un poco bastante falsa y me guiña un ojo. No me inmuto y
sigo mi camino seguida de Sami que quiere que la salude. Me paro en
mitad del pasillo y la acaricio.
–Venga,
sí, Sami. Buenos días, buenos días –digo con voz de niña
pequeña. Olvido por un instante que el chaval está en el salón y
que seguramente esté mirando. Vamos, estoy segura, porque noto su
mirada penetrante en la nuca.
–Venga
anda, vamos a saludar a papá y a mamá –digo al levantarme y
seguir hacia la cocina.
–Hola
mi niña –dice mi padre al verme.
–Hola
papá –le digo dándole un beso y un abrazo.
–Hola
mamá –saludo a mi madre dándole un gran abrazo y dos besos
seguidos.
–Hola
cielo –contesta sonriente mi madre.
–Ya
he visto que el chaval anda ya por casa --digo con voz seca.
–No
seas mala con él. No tiene a nadie aquí. Imagínate que tú no
tuvieras a nadie aquí –dice mi madre defendiéndole. ¡Oh genial!
¿Por qué? Si ayer no le defendía... ¿Qué ha cambiado?.
–No
estaría aquí entonces. Créeme –contesto sarcásticamente.
–Pórtate
bien con él. Porque a partir de ahora pasará más tiempo aquí
jovencita –dice mi padre. ¡Oh genial del todo entonces!. Le miro
echa una furia. Ayer dijo que solo hoy... y ya me le quiere
encasquetar ¡todos los días!
–No
os vale con traerme aquí, sino que además tenéis que meter en casa
a una persona que.. que... –no se como terminar la frase.
–¿Que
qué? –me incita mi padre. Quiere pelea.
–¡Que
odio! –digo casi gritando. Sí, es cierto. Le odio sin saber muy
bien por qué.
–Me
da igual lo que sientas por él porque se quedará el tiempo que
digamos nosotros –dice mi padre autoritario. Miro a mi madre que me
mira sin entender. Como si hubiera pensado desde el principio que el
chico me caída bien. Tal vez se está dando cuenta de que fue un
error intentar juntarnos en el avión, y regalarme un casco de moto
para no ser usado nunca.
–Lo
que tú digas –contesto. Mi madre pone cara apenada. No le gusta
cuando discutimos – Me voy al cuarto –digo sin más y comienzo a
marcharme.
–¿No
desayunas cariño? –pregunta mi madre preocupada.
–Se
me ha quitado el hambre –digo con voz agria antes de salir de la
cocina. Luca sigue donde le he dejado al entrar en la cocina.
–Un
desayuno rápido ¿eh? –me dice. Supongo que no quiere tocarme las
narices, pero lo hace.
–¿Y
a ti que coño te importa? –le pregunto con los ojos abiertos como
platos. Como si fuera impensable que me hablara si quiera. Enarca una
ceja y se queda mirándome.
–Lo
que tú quieras –contesta él alejándose del marco de la puerta
del salón y desapareciendo en éste. Genial, le he espantado. Mejor.
Una cosa menos.
La mañana ha
sido toda igual de aburrida. Mi padre ha subido a pedirme perdon,
hemos hecho las paces. He aceptado a regañadientes que el señorito
venga a casa cuando sea y he bajado a ayudarles con el experimento
que se traen entre manos. No es que se me de muy bien eso de la
química, ni lo que suele hacer sobre botánica, pero es un pretexto
para estar con él. Si no le ayudara casi no le vería. Así que hago
que me interesa y que sé mucho del tema para ayudarle. Pero no sé
mucho. Me suelo dedicar a mirar textos en internet de bases de datos
científicas, como Cinald o Medline; y allí me informo de otras
investigaciones que han hecho otros científicos. Así podemos irnos
guiando poco a poco. Sé que con eso lograré captar la atención de
mi padre, pues él no se maneja bien con el ordenador y tiene que
depender de mí. Yo, por mi parte, hago mi trabajo poco a poco, sin
pausa pero sin prisa, para que me pueda dedicar tiempo mi padre. Y
bueno ahora, estoy aquí con mi padre y el chaval pensando en el
experimento que quieren llevar a cabo.
–Ana,
¿Cómo lo ves? –me pregunta mi padre.
-No
lo sé, por lo que yo sé no sé si eso que dices tendría efectos
secundarios ¿no? –digo. No me quiero mojar. Mi padre sabe ya la
respuesta, pero le gusta saber lo que pienso y explicarme las cosas
cuando me confundo.
–Tú
eres la fisio –afirma mi padre para que me moje más. Pero no lo
voy a hacer, hoy no.
–Y
tú el médico y el experto –le contraataco. Se queda mirándome y
sonríe.
–¿Y
tú Luca? –pregunta mi padre.
–Tengo
que darle la razón a tu hija. Creo que tendría efectos secundarios
que no serían buenos para lo que queremos conseguir. Tenemos que
intentar que no tenga ningún efecto secundario, ninguna contraindicación --dice Luca. No parece muy listo. No sé que habrá
estudiado o que está estudiando pero parece no tener ni guarra del
tema. Le miro de forma arrogante y chulesca. Quiero demostrarle que
estoy por encima de él y que mi padre es mío. Es entonces cuando me
fijo que bajo su camiseta blanca en el principio del brazo izquierdo
hay unas líneas tatuadas, como si fuera un tribal, grande. No sé de
dónde a dónde va. Solo puedo ver tres líneas que desaparecen bajo
su camiseta. Seguramente el tatuaje le cubra el hombro y el pecho o
algo así. Es algo que me atrae mucho en un chico. Esa pose de chico
malo.. la cosa es que el chaval y yo nunca podremos llevarnos bien
por mi padre. Porque él es mío y yo no lo comparto. Debería
dejárselo claro.
–Seguiré
experimentando. De todas formas Ana, quiero que te mires los
resultados de algunas de mis pruebas. Creo que no son tan malas como
esperaba pero quiero tu visión como fisio – dice mi padre. Sé que
en realidad si a él le parecen bien las pruebas es que están bien.
Pero me gusta que cuente conmigo –. Tú también puedes verlas
–dice mirando a Luca. ¡Oh! genial. Antes éramos solo mi padre y
yo en todas sus locuras. Y ahora también su amiguito..
–Vale
papá. ¿Te importa si lo llevo al desván y me quedo allí leyendo?
Seguro que teneis cosas de las qué hablar vosotros, así no molesto
–digo con la voz algo tocada. Me sienta mal tener que separarme de
mi padre. Pero esque no soporto a este chico.
–Vale
mi niña. Luego subo a verte –me dice. Le sonrío y le beso en la
mejilla.
–Adios
–me despido
–Adios
–contesta mi padre.
–Ciao.
Adios
–me
dice el chaval. Aprieto mis puños. No quiero ni que me hable. Subo
al desván malhumorada.
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