5.ADA
Quedan
tres días. No quiero irme todavía. Después de pensar esto, me
levanté corriendo y me vestí. Dejé a Marcos, que todavía no se
había desperezado del todo después del ruido sordo en la cocina, en
el sofá. Cuando volviera, si estaba despierto ya le explicaría por
qué me había marchado. Intenté que Ainhoa no notara que me
marchaba para que no preguntara nada. Estaba ansiosa, ya habían
pasado 23 horas, 56 minutos y.. 21 segundos, 22, 23.. Si era Liam, a
esa hora él ya debía haber contestado.
Bajé
corriendo las escaleras y llegué al borde de la playa. Fue entonces
cuando frené en seco y me di cuenta de lo nerviosa que estaba. Me
quedé mirando la orilla, el mar, sin atreverme a tocar la arena con
mis pies descalzos. Contemplé durante unos segundos el mar, aunque
para mí habían pasado horas. Miré mi reloj; hacía 24 horas, 45
segundos que había dejado mi nombre marcado en la arena. Por fin
decidí acercarme a la orilla y comencé a andar, al igual que el día
anterior por ella, solo que esta vez no pretendía correr, solo ver
si había contestado. A veces las olas me mojaban los pies, pero yo
casi ni percibía que mis pies estaban calados, solo tenia ojos para
la arena de la orilla. Quería encontrarme con su escritura. Y lo
hice, encontré dos números y una letra: “21ª”, al lado de un
palo que alguien había clavado cuidadosamente en la arena. Esta vez
la letra y los números, parecían estar escritos con el mismo palo
que había dejado, para mí supuse. Se me encendieron las mejillas.
Por un momento me quedé pensando qué significaría lo que estaba
escrito en el suelo. Saqué mi cámara de fotos, fotografié la arena
y me senté al lado contemplando el mar queriendo saber qué
significaba. ¿Un piso? No podía ser, en el pueblo no había
edificios tan altos.. ¡Su edad! ¡Tenía que ser su edad! Tenía
veintiún años. Solo me sacaba apenas dos años. Me levanté
contenta, pasé mi pie con delicadeza sobre la arena para tapar lo
que Liam había escrito, me agaché apoyando mi palma de la mano,
saqué el palo de la arena y escribí lentamente, con la mejor letra
que pude “19ª”. Al levantarme me di cuenta que había dejado la
huella de mi justo al lado de lo que había escrito. Así quedaba
mejor, era algo más personal. Me llevé el palo a casa; otro
recuerdo más de él.
Cuando
entré en el apartamento, Marcos estaba desayunando con mis amigas en
la mesa, así que no dude en sacar la cámara y enseñarles lo que me
había escrito Liam. Después de desayunar Marcos se fue a su
apartamento para ver qué tal les había parecido la noche anterior a
sus amigos. En cuanto se marchó hubo una avalancha de preguntas por
parte de mis amigas.
-¿Por
qué te quedaste en casa a cenar con Marcos?- preguntó Carolina.
Eran cotillas, ¡lo eran mucho!
-A
ninguno de los dos nos apetecía volver- dije con voz neutra.
-¿Te
has liado con él?- preguntó Sara entusiasmada por la idea.
-¡No,
claro que no!- exclamé mientras negaba con la cabeza. Siempre
pensando igual. Se puede estar con un chico y no hacer nada con él.
Como si me hubiera leído la mente Vanessa dijo- se puede estar en
una casa a solas con un chico y que no pase nada-
-¡Ja!
Eso es mentira- dijo Sara. Posiblemente tuviera razón en el 99% de
los casos, pero Marcos era ese 1% por lo menos aquella noche.
-No
paso nada de verdad- dije para quitarle importancia al tema Marcos y
Ada
-¿Pero
te gusta?- preguntó Julia queriendo saber más
-Me
cae bien- dije simplemente, evitando contestar la pregunta
directamente. Ainhoa se dio cuenta – ¡te gusta!- gritó
-Me
gusta, pero no en el modo en el que piensas- dije. Se me quedaron las
cinco mirando y supe que tenía que aclarar lo que había dicho –me
gusta como amigo-.
-Bueno,
eso siempre es el principio- me dijo Carolina. Si, tenía razón en
eso.
-¡Bua!-
exclamó Sara- ¡ahora tienes a dos! ¡Liam y Marcos!- dijo esto
último señalándose los dedos mientras decía sus nombres. Nos
echamos a reír.
Cuando
paramos de reír nos fuimos a hacer la compra Carolina y yo al
supermercado, mientras las demás ponían la mesa y después entre
todas hicimos la comida. Cuando hubimos recogido la mesa decidimos
irnos a los pueblos vecinos a pasear por sus playas. Paseando por una
playa, de arena blanca, de la que ahora no recuerdo el nombre, el
móvil de Julia sonó, era uno de los amigos de Marcos.
Quedamos
con ellos en el bar de la otra vez. Por lo que parecía, frecuentaban
mucho aquel bar. Marcos me recibió con los brazos abiertos y me pasé
casi toda la noche hablando con él. Creo que me empezaba a gustar,
no sé en qué sentido. A su lado me sentía bien, protegida, a gusto
y contenta. Me hubiera gustado pasar toda la noche con él en el sofá
como aquella noche. Dormí más a gusto que nunca, acurrucada en su
hombro. Pero no terminamos durmiendo juntos. Nos acompañaron a casa
después de cenar con ellos en el bar. Yo no quería dejar a Marcos.
Realmente, no sabía porqué pero le necesitaba en ese preciso
momento; la razón, ni aún hoy la sé.
-¿No
te quedas esta noche?- le pregunté. Estábamos alejados de los
demás, en la puerta del apartamento. Los demás se encontraban
abajo, en el inicio de las escaleras.
-Creo
que Álex y Roberto querrán que duerma en casa para hablar de
vosotras- me dijo sin más. Aunque por su tono.. a él también le
hubiera gustaba quedarse y hablar conmigo parte de la noche.
-Jooo-
dije haciendo un mohín. Marcos por su parte frunció el ceño.
-No
me intentes convencer- dijo –si no duermo hoy con ellos no van a
parar de decirme que les cuente qué es lo que tengo contigo- sabía
que lo decía porque entre nosotros no había nada, aunque nadie lo
creyera.
-Está
bien, te entiendo. A mi ya me han hecho el interrogatorio esta
mañana- dije con voz cansada. Odiaba tener que dar explicaciones a
algo que no había entre nosotros. Marcos se echó a reír.
-¿De
qué te ríes?- dije con voz furibunda.
-De
nada, de nada. Lo siento- dijo Marcos intentando aguantarse la risa.
Pero solo duró unos segundos porque luego siguió desternillándose
de risa. Al final, yo también caí y reí con él.
-Me
hace gracia que nos acosen por algo que no hay entre nosotros. Nunca
me había pasado- dijo Marcos entre risitas.
-Ya,
a mí me resulta de los más raro decir que no hay nada y que sigan
empeñadas en que sí- admití. Marcos me dedicó una sonrisa cálida
y me abrazó.
-Ya
se les pasará- dijo en voz baja contra mi mejilla.
-Si
nos ven así no creo que se les pase- dije en un susurro mientras
reía tontamente. Los dos nos separamos y volvimos a reír. Miré
hacia abajo para ver si alguien nos miraba y efectivamente, nos
miraban más de un par de ojos disimuladamente.
-Te
odio. Me las pagarás. Tú me has abrazado, ahora me dirán que no
las mienta que hay algo entre nosotros- dije en voz baja, perforando
su cuerpo con mi mirada.
-Ya
será menos- dijo Marcos con una sonrisa burlona. Creo que le
agradaba verme metida de lleno en ese.. “lio”. Pero bueno, ya se
las haría pagar en algún momento, cuando no se lo esperase.
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