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lunes, 11 de febrero de 2013

LA VIDA NOS VOLVERÁ A JUNTAR, TE LO PROMETO - cap. 6 LIAM


6.LIAM

     Como era de esperar, al día siguiente, después de cenar, Ángel se acercó a mí para preguntarme si bajaría a la playa, quería ver si Ada había contestado. Y como era de esperar, no tuve más remedio que bajar con él. Estaba casi más entusiasmado que yo. Es uno de los encantos de Ángel, sea como sea, siempre está más contesto que tú por cosas que son tuyas, como ésa. Esta vez, no era Ángel el que iba detrás de mí mientras le guiaba a la orilla, sino él que iba unos metros por delante de mí, entusiasmado por la idea de que Ada hubiera podido contestar.
-diecinueve años- dijo Ángel después de mirar la arena. Supuse que había leído lo que Ada había escrito. Era un caga prisas. –¿qué vas a ponerla hoy?- me preguntó Ángel. Yo todavía ni siquiera había llegado al sitio, y él ya pensaba en borrar lo que había escrito Ada y que yo escribiera más. Me acerqué y contemplé los dos números y la letra “19ª”. No nos sacábamos mucho, mejor. Al lado de aquello, había un surco en la arena que formaba el contorno de una mano, la de Ada seguramente. Contemplé el surco, queriéndome acercar y tocar con mi mano el surco echo por la suya.
-No lo sé- contesté –supongo que podría ponerla de dónde somos- dije pensando en otra alternativa, pero creí que supiera que era de Madrid era importante.
Cogí una piedra que había cerca de nosotros, borré con mucho espero y cuidado lo escrito por ella, me agaché y admiré el surco de arena de su mano, era perfecta. No sé por qué pensé aquello, pero para mí era la mejor mano que había visto. Acerqué mi mano a su huella y la rocé con mis dedos, después coloqué mi mano entera en el hueco de la suya. Mi mano quedó marcada por encima de la suya, y por un instante, intenté pensar que rozaba su mano. Rotulé “MAD” y dejé la piedra que había usado al lado, para que Ada pudiera usarla. Por su parte, Ángel, se había portado bastante bien, sin decir una palabra mientras yo me deleitaba tocando la huella que había dejado Ada. Volvimos al apartamento sin apenas hablar, pero en la cara de ambos, se podía entrever una sonrisa, la mía pícara, la de Ángel de satisfacción al estar enterado de los “ líos” que nos traíamos Ada y yo entre menos.
Ninguno sospechó de nosotros cuando volvimos a entrar en el apartamento. Ya habían terminado de recoger la mesa y estaban en el salón jugando a la play. Yo me senté en una silla, mientras Carlos me pasaba su mando para que jugara. Carlos era con quien más salía de discotecas además de Ángel. No era my alto, pero sí delgado. Tampoco era muy musculoso, pero estaba en forma como todos nosotros. Tenía los ojos verdosos, la cara no tan pálida como Ángel pero algo parecido y el pelo de color marrón. En realidad casi todos nosotros nos parecíamos. El único que podría ser diferente a los demás era Pablo, que era el más moreno de los seis. Es también alto y delgado como todos nosotros. Pero a diferencia de nosotros, él hace mucho deporte. Se pasa horas jugando al futbol cuando estamos en Madrid y se nota. Tiene el pelo oscuro, negro como el carbón algo más largo que Ángel, ojos también oscuros. De por si es moreno de piel así que cuando vuelve de la playa está completamente negro. También sale bastante de discotecas, aunque suele salir por discotecas más “chic” que los demás. Hacer botellón en la calle no es su estilo. Se puede confiar en él, pero no siempre se puede contar con él para poder salir, ya que siempre tiene millones de planes que hacer los fines de semana. 

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