6.LIAM
Como
era de esperar, al día siguiente, después de cenar, Ángel se
acercó a mí para preguntarme si bajaría a la playa, quería ver si
Ada había contestado. Y como era de esperar, no tuve más remedio
que bajar con él. Estaba casi más entusiasmado que yo. Es uno de
los encantos de Ángel, sea como sea, siempre está más contesto que
tú por cosas que son tuyas, como ésa. Esta vez, no era Ángel el
que iba detrás de mí mientras le guiaba a la orilla, sino él que
iba unos metros por delante de mí, entusiasmado por la idea de que
Ada hubiera podido contestar.
-diecinueve
años- dijo Ángel después de mirar la arena. Supuse que había
leído lo que Ada había escrito. Era un caga prisas. –¿qué vas a
ponerla hoy?- me preguntó Ángel. Yo todavía ni siquiera había
llegado al sitio, y él ya pensaba en borrar lo que había escrito
Ada y que yo escribiera más. Me acerqué y contemplé los dos
números y la letra “19ª”. No nos sacábamos mucho, mejor. Al
lado de aquello, había un surco en la arena que formaba el contorno
de una mano, la de Ada seguramente. Contemplé el surco, queriéndome
acercar y tocar con mi mano el surco echo por la suya.
-No
lo sé- contesté –supongo que podría ponerla de dónde somos-
dije pensando en otra alternativa, pero creí que supiera que era de
Madrid era importante.
Cogí
una piedra que había cerca de nosotros, borré con mucho espero y
cuidado lo escrito por ella, me agaché y admiré el surco de arena
de su mano, era perfecta. No sé por qué pensé aquello, pero para
mí era la mejor mano que había visto. Acerqué mi mano a su huella
y la rocé con mis dedos, después coloqué mi mano entera en el
hueco de la suya. Mi mano quedó marcada por encima de la suya, y por
un instante, intenté pensar que rozaba su mano. Rotulé “MAD” y
dejé la piedra que había usado al lado, para que Ada pudiera
usarla. Por su parte, Ángel, se había portado bastante bien, sin
decir una palabra mientras yo me deleitaba tocando la huella que
había dejado Ada. Volvimos al apartamento sin apenas hablar, pero en
la cara de ambos, se podía entrever una sonrisa, la mía pícara, la
de Ángel de satisfacción al estar enterado de los “ líos” que
nos traíamos Ada y yo entre menos.
Ninguno
sospechó de nosotros cuando volvimos a entrar en el apartamento. Ya
habían terminado de recoger la mesa y estaban en el salón jugando a
la play. Yo me senté en una silla, mientras Carlos me pasaba su
mando para que jugara. Carlos era con quien más salía de discotecas
además de Ángel. No era my alto, pero sí delgado. Tampoco era muy
musculoso, pero estaba en forma como todos nosotros. Tenía los ojos
verdosos, la cara no tan pálida como Ángel pero algo parecido y el
pelo de color marrón. En realidad casi todos nosotros nos
parecíamos. El único que podría ser diferente a los demás era
Pablo, que era el más moreno de los seis. Es también alto y delgado
como todos nosotros. Pero a diferencia de nosotros, él hace mucho
deporte. Se pasa horas jugando al futbol cuando estamos en Madrid y
se nota. Tiene el pelo oscuro, negro como el carbón algo más largo
que Ángel, ojos también oscuros. De por si es moreno de piel así
que cuando vuelve de la playa está
completamente
negro. También sale bastante de discotecas, aunque suele salir por
discotecas más “chic” que los demás. Hacer botellón en la
calle no es su estilo. Se puede confiar en él, pero no siempre se
puede contar con él para poder salir, ya que siempre tiene millones
de planes que hacer los fines de semana.
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