Translate

domingo, 27 de enero de 2013

ABRIENDO LOS OJOS - primera parte-Ana (cap. 6)


Capítulo 6


No tenemos nada que hacer... –dice Pablo mirando al infinito. Estamos sentados en las camas, en mi cuarto, todos. Ya hemos colocado esta mañana todo lo que compramos por la casa.
No... --dice con voz monótona Juanma. Les miro. No sé qué podemos hacer.
Podríamos hacer algo –dice Marcos. Le miro esperando a que diga qué podemos hacer, pero es Ángel quien habla.
Yo había pensado que podríamos colgar la foto de Navidad que nos hicimos todos –dice Ángel. Le miro. Me gusta su idea. Es la primera vez en años que no dice cosas que son imposibles de hacer.
¡Eh! ¡Qué buena idea has tenido! –dice Ferni. Sonrío a Ángel.
Podríamos imprimir las fotos de Navidad en las que salgamos y podríamos ponerlas en un corcho –dice mi hermano.
Sí, es muy buena idea. Yo tengo un corcho en mi armario que me dieron mis padres cuando llegamos, solo que no lo he puesto porque no tenia qué poner –digo esto último como excusa. En realidad no lo he puesto porque fue un regalo de ellos y yo estaba y estoy (aunque ahora un poco menos) enfadada con ellos por traerme aquí.
¿En qué parte del armario? –pregunta Carolina levantándose de la cama y acercándose al armario.
No sé dónde lo deje, espera que te ayudo –digo mientras me levanto. Es buena idea esto de colgar las fotos. Sé que todos quieren salir de la casa y ver mundo, y sé que ninguno dice nada por mí. Algún día tendré que ceder por ellos. Soy cabezota y no salgo de casa para intentar que mis padres se sientan mal porque no salgo, pero mis amigos no tienen por qué pagar por lo que mis padres decidieron por mí.
Encontramos el corcho y bajamos al despacho de mi padre a imprimir las fotos de Navidad. Escogemos unas pocas de todas las que hicimos. La mayoría de ellas no sabía que habían sido tomadas. Después nos subimos arriba para colocarlas.
¿Chinchetas? –pregunta Ángel mientras extiende su mano hacia mí, la palma hacia arriba.
No sé dónde están. Pregunta a Miguel –contesto a Ángel. Él asiente y le hace la misma pregunta a mi hermano
¿Chinchetas?
Ahora traigo –contesta mi hermano mientras se va a su cuarto. Vuelve con una cajita llena de chinchetas de colores.
Vale a ver.. Vamos a hacer una composición primero y después ponemos las fotos con chinchetas. Y después ya ponemos el corcho en la pared. ¿Os parece? –pregunta Juanma. Asiento. Somos once personas para poner fotos. Es gracioso. Pero con cualquier cosa, nos entretenemos.
Vale. Pues yo las pondría así mira -dice Tete. Se pone manos a la obra y empieza a colocar las fotos. Primero pone la que salimos todos, sin los compañeros de mi padre. Parecemos una familia de verdad. Casi me echo a llorar al ver la foto. Después pone una foto en la que salgo agarrada del brazo de Ángel bajando las escaleras. Miro a Ángel y nos echamos a reir al recordar el momento.
Ana creo que ha sido la mejor Navidad que he tenido gracias a esto –dice Ángel señalando la foto. Le miro y nos volvemos a echar a reír.
Ja ja eso fue todo por los puñeteros zapatos... Que en paz descansen –digo con tono burlón y sarcástico a la vez.
¿Qué les has echo? –pregunta Ángel horrorizado mientras se lleva la manos a la cabeza. Veo como abre los ojos de par en par. Yo por mi parte pongo los ojos en blanco.
Los he guardado en el armario. Al fondo del todo, para no verlos –le digo para que se calme. Estoy segura de que se pensaba que los había tirado a la basura o algo de eso...
Menos mal –dice suspirando Ángel. Me río. Ángel y el vestir bien...
¿Después de este inciso puedo seguir poniendo las fotos? –pregunta Tete, pues quiere que todos estemos pendientes de en qué orden coloca las fotos.
Sí, claro –le digo. Tete sigue poniendo las fotos. Pone una en la que salen Pablo y Ainhoa en la escalera. Después una de Marcos con Carolina, otra de Tete y Juanma, otra de Ferni y Pitu y por último una de mi hermano Sami y yo. Todos estamos muy guapos, he de reconocerlo. Después pone una foto en la que salimos todos cenando. No sé quien la hizo. Después otra en la que salimos Pablo y yo bailando. Otra general que salen mis amigos y mi hermano bailando, cada uno a su royo. Y por ultimo, Tete coloca una foto en la que salimos el chaval y yo bailando. Me quedo paralizada. No sabía de la existencia de esa foto.
¿Y esta foto? –pregunto quitándosela a Tete de la mano.
La haría tu madre. Salís muy bien –dice Ainhoa. Abro la boca de par en par. No quiero poner esta foto en MÍ corcho.
No me gusta –contesto. Creo que ahora todos acaban de poner los ojos en blanco, sí confirmado, todos. Hasta Sami.
Salís muy bien y vamos a ponerla –dice Marcos arrebatándome la foto. Hago un mohín.
No quiero ponerla –refunfuño como si fuera una cría.
Está bien. Hagámoslo a votación. ¿Quién opina que la deberíamos poner? –pregunta Carolina. Todos levantan la mano menos yo. Hasta Sami mueve su rabo en señal de aprobación.
¿Y quién dice que no? –pregunta Carolina. Levanto mis dos manos para hacer notar mi disconformidad.
Pues se pone por mayoría –sentencia Carolina. Resopló y hago un mohín. No quiero tener en mi cuarto una foto en la que salgamos el chaval y yo JUNTOS ¿Es que nadie lo entiende? No, claro que no lo entienden. Porque para ellos el chaval es un tipo majo y amable. Y para mí el chaval es un estorbo, un chulo y un arrogante (y eso es quedarme corta).
La composición que ha hecho Tete no está nada mal, asique así se queda. Ponemos chinchetas entre todos y después vamos a la guardilla a ver una película. Sami también sube, claro está. Vemos una película, no sé cual, porque yo estoy a otra cosa, refunfuñando para mis adentros sobre el por qué de poner una foto en la que salgamos el chaval y yo en ¡MI corcho!

Cenamos no muy tarde y salimos todos, incluso mis padres, a pasear a Sami por el jardín. Es casi el único momento del día en el que todos podemos estar juntos. A veces lo agradezco.
Después vamos a la cama y un día más terminó...



¡ANA! –grita alguien por las escaleras. Pego un respingo. Miro a mi alrededor. No hay nadie en ninguna cama ¿Dónde estarán?. Me levanto poco a poco y me asomo por la escalera. Hay un montón de bolsas y mucho ruido de pisadas por toda la casa. Me extraña que no me hayan despertado antes con tal guirigai montado...
¡ANA! –vuelve a gritar una voz, no sé de quién es.
¡QUE YA ESTOY DESPIERTA! –grito en contestación mientras bajo las escaleras. Sami al escuchar mi voz corre hacia el sonido de ésta y choca conmigo en las escaleras. La acaricio como de costumbre, hasta que se tranquiliza.
¿Qué está pasando?- pregunto cuando llego abajo del todo.
Nos vamos de excursión hasta el treinta y uno –me dice Ángel ilusionado. Pongo los ojos en blanco. ¿Enserio? ¿una excursión? Ángel se acerca a mí y me besa la frente –. Ya era hora de que te levantaras –me dice contra mi frente.
¿A dónde nos vamos? –pregunto resignada. No me quiero ir por ahí...
A Glacier Bay National Park. Está bastante lejos de aquí. Al sur –dice Ángel feliz. Seguro que el ha elegido a donde ir... Asiento sin entender a dónde vamos.
Ah vale –digo mientras resoplo.
Venga no será para tanto Ana. Alguna vez tenías que salir de casa -me dice Pablo que aparece por detrás y me coge de la cintura.
Ya bueno... –digo sin saber qué más decir. Por lo menos me iré a un miniviaje con mis amigos...
Pues venga Anita, a cambiarse –dice Pablo mientras da unas palmaditas suaves sobre mi vientre.
¡Auch! ¿Sin desayunar ni nada? –me quejo. Después me rio al igual que Pablo y Ángel –. Pero una cosa... El chavalete este no vendrá verdad? –pregunto. Porque sería lo que me faltaba.
Emm umm pues... –dice Ángel. ¡Oh! ¡vale genial!, eso es que ya está por la casa, seguro. A estas alturas conozco a Ángel de sobra como para saber lo que esas palabras no dichas significan. Solo hay que mirar sus gestos, la mímica de sus ojos y sus labios...
Vale, no me digas más. Voy a hablar con mi supuesto padre –digo con voz enfurruñada. Me deshago de los brazos de Pablo y busco a mi padre por la planta de abajo. Mientras le busco, me encuentro cara a cara con el chaval. Le fulmino con la mirada y ni le saludo. Él me devuelve la mirada con una sonrisa socarrona. ¡Aahhhgg! ¡Le metería tal patada en su preciosa cara, que le dejaría los labios en la frente!

Pasan los minutos. Desayuno y enseguida me mandan a mi cuarto a hacer la maleta. Intento ir a hablar con mi padre, pero no le encuentro por ninguna parte.
¿Dónde está mi padre? –pregunto con voz enfurruñada a Pablo.
Se ha ido a por una caravana –contesta Pablo de forma casual. ¿¿Quuuéé?? ¿¿Cómoo?? ¿¿Una caravanaa?? Enarco una ceja, pero no digo nada.
¡Ana alegra esa cara que será divertido! –dice Pablo con voz alegre. Lo dice porque a él le encantan las excursiones. Cualquier actividad que implique conocer cosas nuevas, andar y estar con sus amigos. En el fondo, tiene razón. Debería estar feliz porque me voy con mis amigos. El problema es que estoy en este maldito lugar ¡Y está ÉL!
Mejor me voy a hacer la maleta –digo.
Te acompaño, anda gruñona –me dice Pablo pasando su brazo por encima de mis hombros. Me ayuda a elegir qué ropa me llevaré y la vamos poniendo sobre la cama.
¿Tú ya has echo la tuya? –pregunto.
Sí.
¿Te sobra sitio? –pregunto entonces.
Un poco –contesta Pablo.
¿Lo suficiente como para que entre mi ropa? –pregunto. No quiero llevarme una maleta gigante para cuatro camisetas, dos pantalones, un par de jerséis y bragas.
Mmmm vamos a mirar. Yo creo que sí –me contesta pensativo Pablo. Se aleja de mí y se va hacia la puerta. Baja las escaleras y sube su maleta.
Sí, hay sitio Ana. Mete todo aquí –me insta Pablo cuando vuelve a subir. Abrimos su maleta y metemos toda mi ropa.
Perfecto –digo.
Venga vamos abajo con los demás –me dice Pablo cogiendo su maleta y agarrandomé de la muñeca para hacerme andar.
Ya voy... Ya voy... –digo con voz cansada. Es que no me apetece nada irme de viaje...

En menos que canta un gallo estamos todos en la caravana. Sami también viene (claramente). Somos catorce y un perro. La caravana es amplia pero... Es pequeña para todos los que somos.
Delante van mi padre y Ángel. Que son los que supuestamente saben a dónde vamos. Los demás vamos detrás, sentados donde podemos. Hemos cogido sillas de casa para podernos sentar. Parece que viajamos en un autobús (pero más apretados que si viajáramos de verdad en un autobús).
¿Qué tal por allí atrás? –pregunta mi padre animado. Me dispongo a contestar una tontería como: “¿Pues tú cómo crees que vamos?” o “peor que cuando vine aquí”. Pero Tete me da un pisotón antes de que pueda decir nada y contesta por mí mientras maldigo en voz baja.
Muy bien Jose, ¿vosotros? –pregunta Tete con voz animada también. Todos parecen estar ilusionados por que el viaje. Menos yo. Yo siempre la obeja negra...
Pasamos varias horas en coche. No sé exactamente cuantas, solo sé que me entra hambre. Paramos media hora para comer un rápido bocadillo de jamón y queso (en mi caso) y una fruta. Después seguimos la ruta. Se supone que tardaremos un día y medio en llegar. Un día y medio que veré a Luca a todas horas... ¡Genial! ¡Fantastico! ¡Increible...!

El día pasa despacito. Los minutos parecen nunca pasar ¡Y las horas ya ni te digo! Por fin llega la noche y mi padre para en mitad de la nada.
¿Dónde vamos a dormir? –pregunto interesada. No pretenderá dormir aquí, espero.
Aquí –contesta mi padre. Miro a ambos lados para ver la expresión de los demás. Ellos están tranquilos, como si eso fuera lo que esperaban. ¿Enserio?
¿Aquí papá? ¿de verdad? No me lo puedo creer... ¡Esto es incomodisimo! –me quejo.
Hemos traído los colchones inchables. Los pondremos ahora en todo el pasillo y ya está. Algunos de nosotros podemos dormir en cama –dice mi padre. Refunfuño a pesar de que sé que eso no arreglará nada.
Venga Ana, déjalo. Mañana llegaremos al sitio y ya está –me consuela Pablo para dejarlo estar. Él siempre apoyándome y protegiéndome... Cómo le voy a echar de menos cuando se vaya... Ojalá se quedara...
Está bien. ¿Duermes conmigo? –pregunto. Quiero asegurarme de dormir entre gente que conozco, pues no quiero dormir cerca o al lado de Luca.
Sí, claro –contesta Pablo. Me acerco a Ainhoa y le hago la misma pregunta, ésta tambien contesta de forma afirmativa.
Genial –digo. Ya tengo asegurado que dormiré lejos de Luca. Al menos separada por el cuerpo de Pablo o Ainhoa.
En seguida nos ponemos en marcha con la cena y montamos la zona de dormir. Todos estamos cansados aunque no hayamos echo nada en todo el día. Nos turnamos las chicas para entrar a cambiarnos al baño, mientras los chicos se cambian delante de todos. No se cortan un pelo.
Con el pijama puesto, cojo a Sami en brazos y la llevo hasta el colchón que compartiré con Ainhoa. Pongo a Sami a mi lado. Está justo entre Pablo y yo, que comparte colchón con Ángel y mi hermano.
Buenas noches –digo a todos en un susurro. Todos me contestan en un susurro.

Me despierto pronto. No porque no tenga sueño, sino porque la caravana ya está en marcha y se acaba de comer una piedra. Maldigo y refunfuño. Pablo, que sigue a mi lado tumbado, me pega un manotazo.
Vaya despertares que tienes amor –me dice.
Siempre son los mismos –contesto enfadada. Mis ojos cerrados a cal y canto.
El de hoy es peor –matiza Pablo.
Claro. Porque me he despertado por un bache en el camino –digo apretando mis ojos, para después abrirlos por primera vez. Pablo me está mirando fijamente.
¿Hace cuánto ha empezado a conducir? –pregunto.
Pues... hace unas horas ya –contesta Pablo.
¿Y eso? –pregunto–. Pensaba que habíamos acordado tomárnoslo con calma porque íbamos sobrados de tiempo.
Bueno... Es posible que Ángel calculara mal el camino y nos queden como... Dos días más –me comenta Pablo en voz baja, como tal cosa, como si así no me fuera a enfadar.
¿Qué? –pregunto horrorizada, dando un bote y poniendo mis rodillas en el colchón. Mis manos vuelan a mi cabeza.
Pues eso.. Que Ángel calculó mal... –me vuelve a decir Pablo en un susurro apenas audible. Mi cuerpo se llena de... Ira, sí, ira. Todo él. La ira y la frustración recorren cada resquicio de mi cuerpo. ¿Cómo ha podido calcular mal?. Me levanto de la cama sin prestar atención a mi alrededor y voy directa hacia donde está Ángel. Éste, esta hablando acaloradamente con Ainhoa. Cuando llego junto a ellos, las palabras salen a borbotones de mi boca, interrumpiendo su conversación.
Ángel. Me acaban de decir que calculaste mal... –digo echa una furia.
Sí. De eso mismo estamos hablando él y yo ahora –me dice Ainhoa con voz fría. Ah vale, ella también está hablando de eso con Ángel.
¿Cómo has podido? –pregunta Ainhoa. Ángel no contesta –. ¡Tío, Ángel que no era tan difícil  Solo tenías que calcular en un mapa cuántas horas había... Nada más.
Sí, pero no sé qué hice. Ya sabes como soy –se excusa Ángel. He ido directa a Ángel para echarle la bronca pero ahora mismo lo único que siento son ganas de reír  No puedo aguantar más y exploto. Me río como hacía meses que no lo hacía. Todos me miran y me da igual. Yo sigo riendo. Ángel es tan despistado a veces... Es tan... Ángel... Me resulta extraño de todos modos que le hayan dejado hacer un plan sin que nadie lo supervisara... Ésto, exactamente ésto, es lo que pasa cuando se le deja a Ángel hacer... Llevar a cabo sus actividades sin que alguien vaya detrás de él para ver que es lo que va descolocando y haciendo mal...
Ángel me mira esperanzado, mientras Ainhoa abre más y más los ojos sin entender que me pasa.
Esto es lo que pasa cuando nadie está pendiente de los planes que hace Ángel –digo sin más.
Tienes razón –dice Ainhoa mientras me sonríe y mira a Ángel con ojos comprensivos.
La próxima vez... –digo. Pero Ainhoa me corta.
No volverá a hacer ningún plan sin supervisión –dice Ainhoa. Hablamos como si Ángel no estuviera escuchando todo lo que decimos. Me giro hacia Ángel que nos pide perdón y le abrazo. Después nos fundimos los tres en otro abrazo, un gran abrazo.

Me alejo de ellos y me voy a poner un vaso de leche para desayunar. Así que si mis calculos no fallan... Pasaremos fin de año todos en una caravana. Me parece mejor plan que el inicial de estar en casa y que vinieran los amigos de mi padre. Esto es más... familiar. Si no fuera por Luca, claro, que de familiar no tiene nada. ¡Ni un poco!
Paramos para comer y después mi padre nos comunica algo en lo que no había caído.
Tenemos un problema chicos –dice mi padre. Todos le miramos. No dice nada así que abro la boca para animarle a hablar. Marcos me lanza una mirada fugaz de precaución por si lo que pienso es soltarle alguna pulla.
¿Cual? –pregunto mirando a Marcos mientras saco la lengua para que vea que no iba a decir nada malo.
Teníamos calculada la gasolina a gastar en un día y medio, no en tres –nos comenta mi padre. Todos le miramos sin saber qué decir. Creo que la mayoría de las caras son de incomprensión. Todos esperamos a que vuelva a hablar y se explique mejor –. Que no hay gasolina vamos –termina diciendo.
¿Qué? –pregunto.
¿Cómo? –pregunta Juanma.
Que no hay gasolina –dice Ángel con voz monótona. Como si fuera obvio todo.
Sí, ya sabemos esa parte –dice Ainhoa, que mira furibunda a éste último que acaba de hablar. No puedo evitar echarme a reír  Ya hay alguien que está igual que yo en esta caravana. Ellos siempre han sido dos polos opuestos para todo.
¿Y qué hacemos? –pregunta mi hermano, dejando las preguntas idiotas que hemos echo Juanma y yo atrás. Él siempre piensa en la “supervivencia”.
Hemos estado hablando Ana y yo –dice mi padre señalando a mi madre –. Y hay dos posibilidades. Volver. O ir a la aventura. A que encontremos una gasolinera –dice mi padre. Miro a mi padre y después a mi madre. Nadie dice nada, así que Ángel, que es muy lanzado, habla.
Los que quieran volver que levanten la mano –propone. Mi madre, Carolina, Ainhoa y yo levantamos la mano. Somos unas caguetas, sí.
Vale, cuatro –dice Ángel cuando termina de contar nuestras manos alzadas –. Y ahora los que quieran seguir, que levanten la mano –pide Ángel. El resto levanta la mano –. Seguimos por mayoría.
Refunfuño, pero bueno, ha sido algo justo.
Seguimos por el supuesto camino que nos llevará a Glacier National Park. En algún momento, cruzamos la frontera con Canadá. Yo no me entero, pues estoy medio dormida en una de las camas buenas. Esa noche, dormimos en Canadá. No me asomo a ver cómo es, aunque me gustaría. Mi cabezonería me puede. Soy tonta. Duermo en la misma cama que el día anterior. No hemos encontrado ninguna gasolinera. Gracias a Dios que papá llevaba unas garrafas para el camino.

Otra noche más pasa y otro día empieza. Desayunamos y seguimos nuestro camino. Cruzamos la frontera y volvemos a entrar en Estados Unidos, concretamente en Montana (que es donde está el Glacier National Park). A tomar viento fresco de Alaska vamos... Cada vez me parece más increíble que hayan dejado hacer a Ángel esta locura.
Aun no me creo que estemos aquí por Ángel –digo a Ainhoa.
Ideas de bombero, ya sabes. Típicas de Ángel. Al menos hemos llegado casi a nuestro destino –me contesta Ainhoa. Asiento –por cierto, ahora que estamos solas... ¿Te has dado cuenta de cómo te mira Luca?
¿Cómo me mira? –pregunto extrañada –. Si te digo la verdad, no le he mirado en todo el viaje.
Pues no deja de mirarte. Le gustas. Y él está bueno –dice Ainhoa desviando su mirada hacia mi derecha. Sigo su mirada hasta encontrarme con los ojos plateados de Luca. Me guiña un ojo. En su gesto, puedo ver arrogancia pura rebosando por sus ojos. Os lo juro. Rebosa arrogancia todo él. No sé cómo a Ainhoa le puede gustar. Es tan chulo, egocéntrico, que no se merece que nadie le mire, por muy sexy que sea. Pero mis ojos parece que no se quieren despegar de los suyos. No hasta que él rompe el contacto visual y me libera de su mirada tan penetrante y vacía, sin sentimiento. Ni bueno, ni malo-
Mientras seguimos hablando del viaje y despotricando de vez en cuando, mi padre encuentra una gasolinera y llena tanto el depósito de la caravana, así como los bidones que llevamos. Todos respiramos tranquilos.
El parque está casi nada más pasar la frontera.

Pasamos la tarde en el parque. Vemos montañas gigantescas, cascadas y lagos. Es bonito, la verdad. No vemos absolutamente ningún animal. Tal vez sea por el ruido que hacemos.
A la hora de cenar, vamos a la carabana y con un camping-gas hacemos unos filetes (que hemos conseguido en la gasolinera) así como unas patatas envueltas en albal. La cena no está mal. Cenamos al aire libre, sentados en el suelo.
Cuando queremos darnos cuenta, son las 11.30. No tenemos uvas, pero sí lacasitos y pipas. Como no da para todos, empezamos haciendo montoncitos de 12 lacasitos y cuando éstos se terminan, pasamos a pelar pipas y a juntarlas en montones de 12.
Otros años, estando en Madrid si hubiera sido en casa de mis abuelos por parte de madre, hubiéramos estado preparados desde las 11.30 con las uvas peladas y bien contadas. En casa de mis abuelos por parte de padre hubiéramos estado recogiendo platos aún, con la televisión puesta metiéndonos prisa. Cinco minutos antes de las 12 habríamos sacado las uvas y a muchos no nos habría dado tiempo a pelarlas y contarlas.
Pero aquí, ahora. Son las doce menos cuarto y estamos todos preparados. No sé muy bien como, Marcos logra meterse en una página española que retrasmite las uvas a tiempo real. Es casi mejor que verlo en la televisión porque la señal llega antes.
Pasan los minutos y son casi las doce. Dan los cuartos. Y por fin la primera campanada, miro a mis amigos, a mi hermano, a mi padre y a mi madre, y a Sami mientras me meto un lacasito en la boca. Lo saboreo (aunque no por mucho, pues enseguida llega la segunda campanada). Segunda campanada, otro lacasito. Tercera campanada, otro lacasito. Este año nadie se atragantará con una uva gigantesca de esas que casi no te entran en la boca. Nadie irá a escupir una bola de uvas formadas en la boca después de las doce campanadas. Nadie irá por la cuarta uva cuando nos levantemos todos a felicitarnos el año nuevo. Cuarta campanada, una pipa (sí, una pipa. Yo era el limbo de lacasitos terminados y empiece de pipas). Miro a mis amigos uno a uno, todos espectantes. Miro a Sami y la doy cuatro pipas. Se las come y pide más. Quinta campanada, otra pipa. Y así hasta la doceava campanada, cuando me meto en la boca la última pipa y mis ojos revolotean hasta posar la mirada en los ojos del chico. Él gira su cabeza hasta que nuestros ojos se encuentran. No entiendo por qué mi mirada se va hacía sus ojos, si lo único que consigo con eso es que me sonría de esa manera tan suya, tan arrogante. Esta vez, solamente me mira y bocaliza un pequeño “Feliz año”. No le contesto, simplemente le miro, anonadada tal vez? no lo sé expresar.

Nos vamos a turnar para volver ¿vale chicos? Si no es imposible que lleguemos en dos días a casa –dice mi padre. Todos asentimos. Han pasado apenas diez minutos desde que nos hemos levantado todos y nos hemos dado dos besos y dicho “Feliz año”. Extrañamente, Luca y yo no hemos llegado a besarnos.
Ana, tú harás el primer turno con Luca, mientras los demás dormimos –dice mi padre. Refunfuño, pero no sirve de nada. Tengo ganas de dormir y no quiero mantener esta tensión que hay entre el chico y yo mientras que conduzco por la noche por una carretera que no conozco. Miro a Ainhoa de refilón, está sonriendo. Me apostaría el cuello a que a sido su idea que nos toque el turno juntos... La fulmino con la mirada. Ella se gira para mirarme y sacarme la lengua. Se la guardaré, ya verá, ya...
Ángel, tu irás después con Ainhoa –dice mi padre –después iremos Ana y yo. Después Pablo y el otro Pablo, Marcos y Juanma, Carolina, Fernando y Carlos.
Todos asentimos y cada uno se va a lo suyo. Luca y yo nos podemos delante, mientras los demás se acuestan y duermen.
Así que nos ha tocado juntos, chica –dice el chaval con voz socarrona. ¡Dios! Cada vez que me habla así, me crispa los nervios y le aguanto menos. Me está poniendo al límite. Al final terminaré pegándole una buena bofetada como no se le bajen esos aires de chulo con los que me habla. Yo creo que es solo conmigo con quien habla así. Si hablara así a mi padre, seguramente él no estaría aquí. ¡Maldita idea la de Ainhoa!
Sí, por desgracia para ambos nos ha tocado juntos –digo con la voz más seca que puedo, dando por echo que soy un estorbo para él –.Puedes dormir, voy bien sola. No necesito otro par de ojos en la carretera.
Me quedaré vigilando, no vaya a ser que se te vaya la caravana –dice el chaval guiñándome un ojo. Esa forma en que se maneja, en que gesticula, es tan... tan de autosuficiencia que lo único que puedo hacer es poner los ojos en blanco y enfadarme.
Mira, si no quieres que nos estrellemos ¡deja se sacarme de quicio! –digo medio gritando. Miro hacia atrás unos segundos para ver si alguien anda despierto o le he despertado, no quiero molestar a nadie. El chaval se me queda mirando pero no dice nada. Creo que espera que diga algo más –. Lo mejor es que te calles y todo saldrá bien.
Yo que estaba interesado en saber más de ti... –deja caer el chaval. Pero obiamente lo dice irónicamente, pues ya ha quedado claro que no nos aguantamos.
Mira, solo te voy a decir un par de cosas. Yo no quiero saber nada de ti, así que no te voy a contar nada sobre mí. No me agradas, ni me gustas. Lo único que siento por tí es... es... –no termino la frase. No sé cómo describir lo que siento.
Ya será para menos –dice el chaval. Le miro furibunda. El me sonríe socarronamente, pero no vuelve a hablar hasta pasadas las dos horas.
Trae bambina, deja que conduzca yo un rato. Riposi. Descansa –me dice el chaval. Por unos segundos llego a pensar que es majo. Creo que él lo ve en mis ojos, pues luego sigue hablando –. No quiero que tengamos un accidente porque tú has decidido que puedes conducir toda la noche.
Me quedo pasmada. Será gilipollas... Y bruto. No sé cómo ha podido decir tal estupidez.
Gilipollas –le insulto frenando bruscamente. Miro hacia atrás, por si he despertado a alguien. Todos están durmiendo plácidamente. Me bajo tranquilamente de la caravana y doy la vuelta, esperando que el chaval salga. Pero no sale, en cambio, se pone en el asiento del conductor pasando por encima de la palanca de marchas. Ha sido mucho más habil que yo, que estoy cegada aun por la ira que siento hacia él. Cuando entro en la caravana, me mira sonriente y me guiña un ojo. Resoplo, me apoyo en el cristal de la ventana y cierro los ojos, preparada para soñar.

En total tardamos dos días en volver, un día menos que a la ida, no está nada mal. Es por la noche. Salimos todos agotados de la caravana para dejarnos caer sobre nuestras respectivas camas. El chaval también duerme con nosotros. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario