Capítulo
16
-Ahora-
Me
pongo el unico traje que he traído, me calzo, cojo las llaves de la
moto y voy hacia donde hemos quedado todos los compañeros de
trabajo, pues ninguno sabe llegar a casa de Jose.
-hola Luca- me saluda Ramón.
-hola Ramón como te va?- pregunto.
-bien
aquí a ver si llega Alberto, es el que queda- dice Ramón. Vamos a ir
seis compañeros para no pasar la noche buena solos en casa.
-como
esperas que sea la casa?- pregunto a Ramón-. Jose nunca habla de
ella.
-seguro
que muy grande, si ahora están viviendo ciento y la madre- contesta Ramón.
-¿Sí?-
pregunto. No sabia eso.
-si,
viven su mujer, sus dos hijos y aparte han venido ahora unos amigos
de su hija, así que son ciento y la madre. Y esta noche veras, Ana
María debe estar desesperada- dice Ramón. Él es un buen amigo de
Jose y siempre les pillo hablando en el trabajo sobre sus familias.
Asiento. Pienso en Ana María, la esposa de Jose. Estará tirándose
de los pelos con tanta gente por llegar. Me recuerda a mi madre,
cuando nos juntamos todos en casa. Aunque nosotros nos juntemos por
trabajo.
-eh
hola Luca!- me saluda acercándose a nuestro encuentro Daniel, un
investigador. Charlamos durante un largo rato que se me hace
interminable.
Cuando
llega Alberto, los seis partimos, cada uno en su coche hacia la casa
de Jose. Yo voy detrás de Ricardo, otro investigador. La casa de
Jose está a las afueras de Fairbanks. Vamos por una carreterucha que
nos lleva hasta la finca.. ¡Joder! ¡es tremenda!
La
puerta se abre y Jose nos invita a pasar. Oigo mucho jaleo dentro de
la casa. Deben ser todos los nuevos inquilinos de la casa. Me asomo
para ver qué es lo que esta creando tanto barullo. Entonces la veo,
no sé quien será, pero es la chica más guapa que he visto nunca.
Es... bonita, perfecta... Está buenísima. Sus pechos son... ninguna
palabra me sirve para describirlos. Son simplemente...
espectaculares, perfectos, bellos... Viste con un vestido blanco con
encaje negro. Apretado en el pecho, lo que hace que éste resalte.
Zapatos de tacón blancos. Se lo haría ahora mismo en mitad de las
escaleras. Hace mucho que no estoy con una mujer a pesar de que antes
(como sabéis), en Nápoles, mantenía muchas relaciones con ellas.
Observo
a las otras dos chicas antes de que Jose Antonio nos presente a todos
a su hija, Ana. ¡De p... madre! me he fijado en la único chica en
la que no puedo fijarme. Pero bueno, eso tampoco me importa. Sé que
ella nunca se acercaría a mi. En cuanto empezara a acercarse se
daría cuenta de lo borde e insensible que soy y me dejaría marchar
tranquilamente, o mejor aun... me daría puerta.
La
hija de Jose, está como una cabra. Lo sé desde el momento en que la
veo descalzarse. Ella es una de esas chicas que no dejaría escapar
si estuviéramos en Italia. Bailaría toda la noche con ella hasta
hacerla caer en mis redes y llevarla a la cama. Pero estamos en
Alaska y yo tengo un trabajo que cumplir. Intento dejar de mirar a la
chiquilla y me centro en mis compañeros de laboratorio.
Me
siento en la mesa y la escaneo, mirando donde se sienta cada uno. La
chavalita se sienta frente a mí. Se me van los ojos constantemente
hacia ella a pesar de que intento evitarlo. Tiene su pelo color
oscuro recogido en una trenza; algunos mechones ondulados le caen
sueltos por su rostro cincelado. Ojos marrones, brillantes, que me
cautivan. Pecas en los pómulos, lo que la hace más juvenil. Un aro
en el cartílago de la oreja. Nariz respingona. No es nada del otro
mundo, del montón, pero hay algo en ella que me cautiva sin embargo
y no sé qué es.
Tengo
que meterme en la cabeza que estoy aquí por trabajo y no por placer.
Sé que lo más sensato para mí sería llevarla a la cama. Acostarme
con ella y así la atracción que siento por ella se extinguiría,
pero no debo hacerlo. Me matarían si se enteraran de que he podido
poner el trabajo en peligro por pensar con mi entrepierna y no con mi
cerebro de mafioso.
Miro
una vez más a mi alrededor, todo el mundo parece sentirse como en su
casa.
-que
tal Luca? Que tal pasando la navidad lejos de tu familia?- me
pregunta Ramón. Tiene alrededor de los cuarenta y pico años,
soltero; trabaja conmigo probando mediante programas los efectos que
tendrá el suero en el cuerpo humano.
-bueno
siempre podría ser peor- le contesto. Es una respuesta banal, pero sé
que a Ramón le servirá -y tú Ramón? No vuelves a España?-
pregunto.
-sí,
pero volveré para fin de año. Tengo que mirar un par de cosas del
proyecto antes de irme- me contesta. Está igual de entregado al
proyecto que Jose. Aunque creo que éste último va más allá.
Mientras
continúo hablando con Ramón y después con Isidro, otro hombre que
trabaja en el proyecto, lanzo miradas fugaces hacia donde está la
niñita de Jose, aunque bueno.. viéndola mejor.. de niña no tiene
nada.. es ya toda una mujer..
*
* *
-Luca
no bailas?- me pregunta Jose acercándose a mi. La música inunda el
salón entero y al menos la mitad de los presentes se encuentran
bailando.
-aquí solo hay hombres- contesto con voz tranquila.
-están
mi hija y sus amigas- me dice Jose con voz animada. Echo un vistazo
hacia donde están la hija de Jose y sus amigas.
-creo
que todas están ocupadas- digo luchando contra la tentación
de decirle que lo único que quiero es acercarme a su hija y bailar
toda la noche con ella hasta que caiga en mis redes -además estoy
bien sin bailar. No te preocupes Jose.
-no,
no, tienes que bailar Luca. Espera aquí. Yo me ocupo de todo- dice
alejándose. ¡Joder! Cierro los ojos y aprieto los puños para
contenerme, seguro que va a buscar a su hija y yo... ¡No quiero
bailar con su hija! O todo se irá a la mierda ¿Por qué no me habrá
dejado tranquilo aquí pensando en mis cosas?
Me
quedo mirando a Jose que se acerca a su hija (cómo no) y la
interrumpe su baile. A los pocos segundos su hija ya esta viniendo en
mi dirección; mirándome con cara suplicante. La observo. El vestido
la queda de vicio. Va a ser difícil no pensar en cómo sería verla
desnuda encima de una cama mientras estemos bailando, cómo sería el
roce de mis manos por su cuerpo desnudo...
La
hija de Jose me sonríe. Una sonrisa que a juzgar por lo tensa que
está, es solo por quedar bien ante su padre.
-Ti
va di ballare? ¿bailas?-
la pregunto a pesar de saber que me va a decir que sí, pues su padre
la ha instado a venir para ello.
-Una
canción- contesta con voz seca. Parece que le hace tanta gracia
bailar conmigo como a mí bailar con ella. Es un buen comienzo.
-Siento
haber interrumpido tu baile,
bambina-
digo
a la niñita de Jose. No sé por qué cojones lo digo... Será que me
sale ser educado pero a la vez arrogante.
-No
sé bailar- es lo que me contesta la hija de Jose. ¿Enserio? ¿No
sabe bailar? Eso es algo que se aprende solo... (vaya torpe que me ha
tocado).
-Déjame
a mí- la pido, o más bien, la exijo, haciéndome cargo de la
situación. Seguramente Jose esté mirando así que mejor que vea que
bailamos. Cojo a la hija de Jose por la cintura y la acerco a mí.
Cintura contra cintura. La mezo suavemente al ritmo de la música.
Bailar es lo que mejor se me da. No es que intente impresionarla
pero... Sale a la luz mi vena de ligón en cuanto bailo. Voy
deslizando mi mano por su espalda lentamente, como hago siempre. La
deslizo hasta llegar al principio de su trasero, donde la dejo
reposar.
-Como
se te ocurra bajar más la mano te pego tal colleja que te reviento
la cabeza contra el suelo- dice la niñita. Su voz llena de ira.
¡Uooh! ¡Tiene caracter!
-No
era mi intención- miento con voz socarrona. Deslizo mi mano a su
posición inicial y la niña parece más tranquila, aunque su espalda
está tensa. Noto sus músculos tiesos bajo la fina capa del vestido.
-Ha
sido un placer bailar contigo- digo cuando el baile termina. Me
separo de ella. Me contesta con una sonrisa, la más falsa que he
visto nunca. Es peor que una mueca. Estoy por echarme a reir o
decirla alguna arrogancia en su cara; me tienta.
En
cuanto nos hemos separado, el amigo de la niñita de Jose que bailaba
con ella o tal vez su novio, por como la trata, aparece a nuestro
lado.
-¿Qué
tal el baile?- pregunta el amigo de Ana con voz cariñosa. Sí,
tienen que estar juntos. ¡Son demasiado puajj! ¡Empalagosos!
-Bueno
ya sabes, todo lo bien que puede ir cuando no sabes bailar- contesta
ana sonriendole. Me fascina cómo ha sido capaz de cambiar su humor
en un segundo. Una mueca desastrosa para mí, una sonrisa para su
seguramente novio.
-¡Ey!
Vente con nosotros, no creo que quieras pasarte la noche con unos
vejestorios como estos- dice novio de la hija de Jose.
-No
voy a decir que no- contesto. Todos los amigos de la hija de Jose
parecen tener mi edad y prefiero beber con ellos que con los
“vejestorios”.
-hagamos
un brindis- nos anima Jose. Le miro. Nos acercamos a la mesa todos
como si fueramos un rebaño de obejas y él nuestro pastor. Nos
sentamos en las sillas y le miramos todos.
Jose
dice unas palabras mientras todos le miran, su mujer, emocionada.
Miro a su hija. No parece muy ilusionada por el brindis. No sé que
pasa entre ellos.
-Yo
también quiero hacer un brindis- dice la hija de Jose cuando éste
ha terminado. El brindis que hace ella es más de niñas de su edad.
Brinda por su familia, sus amigos.. ¡Hasta por su perra! A la que,
por cierto, aun no he vislumbrado por la casa.
Después
del brindis, me quedo hablando con mis compañeros y después me uno
a los amigos de chiquilla. Bailo con una de las chicas, Carolina creo
que se llama. Olvido su nombre casi nada más me lo dice. Ella
tampoco está nada mal. De echo, estaría mejor que me fijara en ella
antes que en la hija de Jose. Pero da igual, lástima que la
chiquilla de Jose sea tan niñata mimada de papá. Porque yo a chicas
como ella... ni agua.
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