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lunes, 22 de abril de 2013

ABRIENDO LOS OJOS - Luca (cap. 16)




Capítulo 16


-Ahora-


     Me pongo el unico traje que he traído, me calzo, cojo las llaves de la moto y voy hacia donde hemos quedado todos los compañeros de trabajo, pues ninguno sabe llegar a casa de Jose.
-hola Luca- me saluda Ramón.
-hola Ramón como te va?- pregunto.
-bien aquí a ver si llega Alberto, es el que queda- dice Ramón. Vamos a ir seis compañeros para no pasar la noche buena solos en casa.
-como esperas que sea la casa?- pregunto a Ramón-. Jose nunca habla de ella.
-seguro que muy grande, si ahora están viviendo ciento y la madre- contesta Ramón.
-¿?- pregunto. No sabia eso.
-si, viven su mujer, sus dos hijos y aparte han venido ahora unos amigos de su hija, así que son ciento y la madre. Y esta noche veras, Ana María debe estar desesperada- dice Ramón. Él es un buen amigo de Jose y siempre les pillo hablando en el trabajo sobre sus familias. Asiento. Pienso en Ana María, la esposa de Jose. Estará tirándose de los pelos con tanta gente por llegar. Me recuerda a mi madre, cuando nos juntamos todos en casa. Aunque nosotros nos juntemos por trabajo.
-eh hola Luca!- me saluda acercándose a nuestro encuentro Daniel, un investigador. Charlamos durante un largo rato que se me hace interminable.

Cuando llega Alberto, los seis partimos, cada uno en su coche hacia la casa de Jose. Yo voy detrás de Ricardo, otro investigador. La casa de Jose está a las afueras de Fairbanks. Vamos por una carreterucha que nos lleva hasta la finca.. ¡Joder! ¡es tremenda!

La puerta se abre y Jose nos invita a pasar. Oigo mucho jaleo dentro de la casa. Deben ser todos los nuevos inquilinos de la casa. Me asomo para ver qué es lo que esta creando tanto barullo. Entonces la veo, no sé quien será, pero es la chica más guapa que he visto nunca. Es... bonita, perfecta... Está buenísima. Sus pechos son... ninguna palabra me sirve para describirlos. Son simplemente... espectaculares, perfectos, bellos... Viste con un vestido blanco con encaje negro. Apretado en el pecho, lo que hace que éste resalte. Zapatos de tacón blancos. Se lo haría ahora mismo en mitad de las escaleras. Hace mucho que no estoy con una mujer a pesar de que antes (como sabéis), en Nápoles, mantenía muchas relaciones con ellas.
Observo a las otras dos chicas antes de que Jose Antonio nos presente a todos a su hija, Ana. ¡De p... madre! me he fijado en la único chica en la que no puedo fijarme. Pero bueno, eso tampoco me importa. Sé que ella nunca se acercaría a mi. En cuanto empezara a acercarse se daría cuenta de lo borde e insensible que soy y me dejaría marchar tranquilamente, o mejor aun... me daría puerta.

La hija de Jose, está como una cabra. Lo sé desde el momento en que la veo descalzarse. Ella es una de esas chicas que no dejaría escapar si estuviéramos en Italia. Bailaría toda la noche con ella hasta hacerla caer en mis redes y llevarla a la cama. Pero estamos en Alaska y yo tengo un trabajo que cumplir. Intento dejar de mirar a la chiquilla y me centro en mis compañeros de laboratorio.

Me siento en la mesa y la escaneo, mirando donde se sienta cada uno. La chavalita se sienta frente a mí. Se me van los ojos constantemente hacia ella a pesar de que intento evitarlo. Tiene su pelo color oscuro recogido en una trenza; algunos mechones ondulados le caen sueltos por su rostro cincelado. Ojos marrones, brillantes, que me cautivan. Pecas en los pómulos, lo que la hace más juvenil. Un aro en el cartílago de la oreja. Nariz respingona. No es nada del otro mundo, del montón, pero hay algo en ella que me cautiva sin embargo y no sé qué es.
Tengo que meterme en la cabeza que estoy aquí por trabajo y no por placer. Sé que lo más sensato para mí sería llevarla a la cama. Acostarme con ella y así la atracción que siento por ella se extinguiría, pero no debo hacerlo. Me matarían si se enteraran de que he podido poner el trabajo en peligro por pensar con mi entrepierna y no con mi cerebro de mafioso.

Miro una vez más a mi alrededor, todo el mundo parece sentirse como en su casa.
-que tal Luca? Que tal pasando la navidad lejos de tu familia?- me pregunta Ramón. Tiene alrededor de los cuarenta y pico años, soltero; trabaja conmigo probando mediante programas los efectos que tendrá el suero en el cuerpo humano.
-bueno siempre podría ser peor- le contesto. Es una respuesta banal, pero sé que a Ramón le servirá -y tú Ramón? No vuelves a España?- pregunto.
-sí, pero volveré para fin de año. Tengo que mirar un par de cosas del proyecto antes de irme- me contesta. Está igual de entregado al proyecto que Jose. Aunque creo que éste último va más allá.
Mientras continúo hablando con Ramón y después con Isidro, otro hombre que trabaja en el proyecto, lanzo miradas fugaces hacia donde está la niñita de Jose, aunque bueno.. viéndola mejor.. de niña no tiene nada.. es ya toda una mujer..
* * *
-Luca no bailas?- me pregunta Jose acercándose a mi. La música inunda el salón entero y al menos la mitad de los presentes se encuentran bailando.
-aquí solo hay hombres- contesto con voz tranquila.
-están mi hija y sus amigas- me dice Jose con voz animada. Echo un vistazo hacia donde están la hija de Jose y sus amigas.
-creo que todas están ocupadas- digo luchando contra la tentación de decirle que lo único que quiero es acercarme a su hija y bailar toda la noche con ella hasta que caiga en mis redes -además estoy bien sin bailar. No te preocupes Jose.
-no, no, tienes que bailar Luca. Espera aquí. Yo me ocupo de todo- dice alejándose. ¡Joder! Cierro los ojos y aprieto los puños para contenerme, seguro que va a buscar a su hija y yo... ¡No quiero bailar con su hija! O todo se irá a la mierda ¿Por qué no me habrá dejado tranquilo aquí pensando en mis cosas?
Me quedo mirando a Jose que se acerca a su hija (cómo no) y la interrumpe su baile. A los pocos segundos su hija ya esta viniendo en mi dirección; mirándome con cara suplicante. La observo. El vestido la queda de vicio. Va a ser difícil no pensar en cómo sería verla desnuda encima de una cama mientras estemos bailando, cómo sería el roce de mis manos por su cuerpo desnudo...
La hija de Jose me sonríe. Una sonrisa que a juzgar por lo tensa que está, es solo por quedar bien ante su padre.
-Ti va di ballare? ¿bailas?- la pregunto a pesar de saber que me va a decir que sí, pues su padre la ha instado a venir para ello.
-Una canción- contesta con voz seca. Parece que le hace tanta gracia bailar conmigo como a mí bailar con ella. Es un buen comienzo.
-Siento haber interrumpido tu baile, bambina- digo a la niñita de Jose. No sé por qué cojones lo digo... Será que me sale ser educado pero a la vez arrogante.
-No sé bailar- es lo que me contesta la hija de Jose. ¿Enserio? ¿No sabe bailar? Eso es algo que se aprende solo... (vaya torpe que me ha tocado).
-Déjame a mí- la pido, o más bien, la exijo, haciéndome cargo de la situación. Seguramente Jose esté mirando así que mejor que vea que bailamos. Cojo a la hija de Jose por la cintura y la acerco a mí. Cintura contra cintura. La mezo suavemente al ritmo de la música. Bailar es lo que mejor se me da. No es que intente impresionarla pero... Sale a la luz mi vena de ligón en cuanto bailo. Voy deslizando mi mano por su espalda lentamente, como hago siempre. La deslizo hasta llegar al principio de su trasero, donde la dejo reposar. 
-Como se te ocurra bajar más la mano te pego tal colleja que te reviento la cabeza contra el suelo- dice la niñita. Su voz llena de ira. ¡Uooh! ¡Tiene caracter!
-No era mi intención- miento con voz socarrona. Deslizo mi mano a su posición inicial y la niña parece más tranquila, aunque su espalda está tensa. Noto sus músculos tiesos bajo la fina capa del vestido.
-Ha sido un placer bailar contigo- digo cuando el baile termina. Me separo de ella. Me contesta con una sonrisa, la más falsa que he visto nunca. Es peor que una mueca. Estoy por echarme a reir o decirla alguna arrogancia en su cara; me tienta.
En cuanto nos hemos separado, el amigo de la niñita de Jose que bailaba con ella o tal vez su novio, por como la trata, aparece a nuestro lado.
-¿Qué tal el baile?- pregunta el amigo de Ana con voz cariñosa. Sí, tienen que estar juntos. ¡Son demasiado puajj! ¡Empalagosos!
-Bueno ya sabes, todo lo bien que puede ir cuando no sabes bailar- contesta ana sonriendole. Me fascina cómo ha sido capaz de cambiar su humor en un segundo. Una mueca desastrosa para mí, una sonrisa para su seguramente novio.
-¡Ey! Vente con nosotros, no creo que quieras pasarte la noche con unos vejestorios como estos- dice novio de la hija de Jose.
-No voy a decir que no- contesto. Todos los amigos de la hija de Jose parecen tener mi edad y prefiero beber con ellos que con los “vejestorios”.

-hagamos un brindis- nos anima Jose. Le miro. Nos acercamos a la mesa todos como si fueramos un rebaño de obejas y él nuestro pastor. Nos sentamos en las sillas y le miramos todos.
Jose dice unas palabras mientras todos le miran, su mujer, emocionada. Miro a su hija. No parece muy ilusionada por el brindis. No sé que pasa entre ellos.
-Yo también quiero hacer un brindis- dice la hija de Jose cuando éste ha terminado. El brindis que hace ella es más de niñas de su edad. Brinda por su familia, sus amigos.. ¡Hasta por su perra! A la que, por cierto, aun no he vislumbrado por la casa.
Después del brindis, me quedo hablando con mis compañeros y después me uno a los amigos de chiquilla. Bailo con una de las chicas, Carolina creo que se llama. Olvido su nombre casi nada más me lo dice. Ella tampoco está nada mal. De echo, estaría mejor que me fijara en ella antes que en la hija de Jose. Pero da igual, lástima que la chiquilla de Jose sea tan niñata mimada de papá. Porque yo a chicas como ella... ni agua.

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