Capítulo
19
-Antes-
Seis
meses después de que Chiara me contara lo de ella y Giovanni, Padre
nos llamó a Alessandro y a mí a su despacho.
-Luca,
hoy acompañarás a Alessandro a por el pedido -dijo Padre. Asentí.
Sabía que si nos mandaba a ambos era que el cargamento era algo
grande e importante.
-a
qué hora salimos?- pregunté
-en
dos horas en el puerto. El numero de cargamento es el de siempre.
Estad preparados. Esto tiene que ser rapido. Solo coger las cajas y
marchaos. Habrá por ahi alguien que os ayudará -dijo padre.
-que
camion cogemos padre?- preguntó alessandro.
-el
blanco, es mas grande.
-vale
-contesté.
Después
nos marchamos a nuestros respectivos cuartos a cambiarnos. Chaleco
antibalas y pistola. Mi pistola, era de mi abuelo, una Colt 1911.
Tengo entendido que fue de un Americano. La consiguió en la batalla
de Palermo, en la segunda guerra mundial. Me la regaló cuando cumplí
los 14 y sigo con ella.
Bajamos
a por el camión para prepararlo para la mercancía. Nosotros no
sabíamos que iba dentro, Padre nunca lo decía. Nosotros solo
íbamos, cogíamos la mercancía y volvíamos. Normalmente Padre no
contaba con nosotros para ese trabajo sucio, solo cuando la mercancía
no era como para confiar en soldados, pero sí en los más cercanos,
en la familia, en Alessandro y en mí.
-tened
cuidado- dijo Chiara, saliendo a despedirse.
-tranquila,
volveremos- contesté
-Luca,
enserio, tened cuidado. Llevais todo? Chaleco? Pistola? - preguntó
Chiara con voz nerviosa.
-todo
Chiara, de verdad no te preocupes por nosotros- contestó Alessandro.
-vale,
vale. No tardeis ¿vale? Os espero en el jardín – dijo Chiara
mientras nos daba un beso a cada uno en la mejilla. Sus ojos algo
llorosos. Ella tan sensible como siempre.
Nos
subimos al camión. Yo conducía, la 1911 entre mis piernas por si
había que disparar para defender nuestras vidas, estar preparado.
Alessandro de copiloto, pistola en mano. Si padre nos mandaba a por
un pedido que era mejor que recogíeramos Alessandro y yo, algún
clan podría interceptarnos e intentar matarnos.
Hicimos
el camino al puerto y nos acercamos a por el cargamento. Guardé mi
pistola detrás de mis baqueros. Sacamos unas doscientas cajas,
pesaban bastante. Dos chicos de unos dieciseis nos ayudaron a
cargarlas al camión. Un ojo puesto en ellos siempre. Cerramos el
camión, echamos un vistazo a los chicos que cuando terminaron se
dieron la vuelta y se encaminaron hacia otro muelle, y nos subimos al
camión.
De
camino a casa, un disparo llamó nuestra atención. Alessandro
levantó su pistola por encima de su cintura. Yo, como acto reflejo,
deslicé una mano al mango de la 1911, empuñandola.
–Alguien
nos dispara Luca. Pase lo que pase, no pares, tu sigue, aprieta todo
lo que puedas y librémonos de ellos –dijo Alessandro con voz
tranquila y controlada. Lo habíamos echo tantas veces... Ese pedido
debía ser bueno e importante si nos perseguían.
Alessandro
bajó la ventanilla y disparó a diestro y siniestro al coche negro
que estaba por su lado. Yo hice lo propio por mi lado. Pegué un
golpe con la culata de mi pistola al cristal, que se hizo añicos.
Saqué la Colt 1911 por la ventanilla y comencé a disparar al coche
de mi izquierda. Todo esto pasó en apenas tres segundos desde que
escuchamos el disparo.
-acelera-
me chillo Alessandro. Ovedecí, pisando el acelerados todo lo que
pude. El coche de mi izquierda aceleró también, poniéndose a mi
lado. Pude ver a cuatro hombres empuñando diferentes pistolas,
apuntando en mi dirección. Una de las balas llegó a mi hombro,
haciendome gruñir. Pero no dejé de disparar. No sentí dolor. El
hombro al que llegó la bala perdida era el del volante, lo cual
dificultaba que el camión no se me fuera, pero Alessandro y yo nos
habíamos visto en peores situaciones. Eso no fue nada comparado con
secuestros y muertes a bocajarro con cuchillos y cualquier cosa
punzante que pillamos por nuestro camino, para poder salir con vida.
Media
hora después, y tras herir a todos los ocupantes de ambos coches y
matar a tres, tras pinchar las ruedas de los coches, estábamos de
vuelta a casa. Mi hombro dolía y ardía. Alessandro intentaba
taponar la herida con su camisa, mientras yo seguía conduciendo como
alma que lleva al diablo hacia casa.
Al
llegar, Chiara nos esperaba en el garaje y no en el jardín. Al ver
mi cara pálida ahogó un grito.
-que
ha pasado Alessandro. Qué os ha pasado?
-nada
tranquila estamos bien- la intenté tranquilizar. Bajé como pude del
camión sintiendo que mis fuerzas se iban a travesde la sangre
derramada del hombro.
Chiara
me llevó a mi cuarto y ahí me examinó. Ella no había estudiado
nada de salud, pero había aprendido de mi madre como cuidarnos
cuando veníamos de un choque entre clanes. Me quitó la camisa y
miró la herida. Buscó detrás de mi hombro el orificio de salida de
la bala, pero no lo había.
-voy
a llamar al medico- dijo Chiara. Al decir médico, se referia al
medico que mi familia habia adoptado. Vivia en casa y convivia con
nosotros. Su trabajo consistia en velar por nosotros las veinticuatro
horas del día. Cuántas veces habiamos tenido que despertarle en
mitad de la noche para que viniera a quitar balas, curar heridas y
dar puntos? Más de un millar seguro.
-espero-
dije en un susurro. Cerré los ojos y no recuerdo más hasta notar
una punzada de dolor en mi hombro. El médico, Fausto, intentaba
sacarme la bala. Aulle de dolor, pero eso no le detuvo. El sabia lo
que tenia que hacer y yo tambien, estar quieto y esperar. Cerré los
ojos con fuerza gruñí acostumbrado a lo que me esperaba.
-Luca
casi no queda nada- dijo Chiara cogiendo mi mano. La miré. Se coloco
en el lado bueno, donde mis tatuajes.
En
media hora ya me había puesto los puntos Fausto. Yo dejé caer mi
cabeza contra la almohada, respirando ajetradamente.
-pasare
a mirarte la herida en unas horas. Ahora voy con Alessandro. Chiara
encargate tu de las heridas superficiales- dijo Fausto. Ademas de la
herida de bala, algunas otras balas había pasado rozando mi piel,
desgarrando ésta. No eran nada comparadas con la del hombro, pero
necesitaban ser limpiadas. Eran como pequeñas quemaduras. Nada del
otro mundo.
-¿Alessandro?
¿Qué le ha pasado?- pregunté confuso. El estaba bien. No habia
recivido ningun balazo.
-ha
recivido un balazo cerca de la clavícula – dijo Fausto.
-pero
esta bien?- pregunte incorporandome, mientras por dentro moría de
dolor por haberme apoyado en mi hombro malo.
-si,
estaba mejor que tu cuando llegasteis, por eso he empezado contigo-
dijo fausto. Su tono de voz neutro.
-quiero
verle –exigí levantandome de la cama demasiado deprisa, me mareé.
-no
luca, tu aquí tumbado. Deja que te cure las heridas, Fausto se
ocupara de alessandro. Despues iremos juntos a verle –dijo Chiara.
La mire a los ojos.
-pero
Chiara, tenemos que ir ahora –dije con voz suplicante. Alessandro y
yo éramos uno.
Ella
no entendia mi urgencia de ver con mis propios ojos lo que esos hijos
de puta habian echo a nuestro hermano. Cerré los ojos recordando
cómo había pasado toda la acción. Alessandro disparando por su
lado y yo por el mío. En cuanto me dispararon, Alessandro dejó de
cubrir su lado para empezar a disparar mientras gritaba a los
soldados de los coches que les mataría por haberme disparado. Miré
sus ojos, en ellos vi ira, pero tambien restos de miedo. Miedo por
perder a un hermano. Seguí disparando en su misma dirección,
cargándome a uno de los hombres.
-os
matare a todos hijos de puta- gritó alessandro, mientras seguía
disparando. Yo miré a mi derecha para ver como los hombres del lado
de Alessandro apuntaban a su cabeza. La ira hirvió en todo mi
cuerpo. Dejé de sentir dolor en mi hombro. Levanté mi 1911 en su
dirección, dejé de mirar a la carretera rezando por que siguiera
siendo en dirección recta, calculé y disparé, dando al hombre en
la cabeza. Justo era el que conducía. En pocos segundos, el coche se
desvió y chocó, estallando en pedazos y fuego.
-gracias
hermano- dijo Alessandro. Asentí. Ambos miramos hacia mi izquierda,
donde los hombres seguían disparando. Lanzaron un par de tiros más
que pensé que habíamos logrado esquivar. Supongo que una de esas
balas impactó contra Alessandro, pero este no dijo nada, centrándose
en matar a los restantes componentes del coche y en salvar mi
pellejo.
Desperté
horas después, en mi cuarto. El dolor del hombro había disminuido.
Mi madre estaba conmigo y mi hermano estaba en otra cama, a mi lado.
Padre andaba de un lado a otro de la habitación. Mi tía, mi prima,
mis abuelos y mis hermanos también estaban en la habitación. Mi
hermano pequeño Fabriccio despotricando sobre el clan que nos había
atacado, diciendo que juraba vengarse. En ese momento me llenó de
orgullo que mi hermano menor ya empezara a pensar como los demás. Ya
era de la familia. Agatha, la pequeña, lloraba.
-estas
bien Luca?- pregunto mi madre cuando vio mis ojos abiertos.
-si-
susurré. Mire a Alessandro.
-como
esta él?
-bien.
La bala llegó a salir y el corte fue limpio. No llegó a dar en
ningun punto vital- recitó mi madre con voz apagada. Seguramente era
lo mismo que Fausto les había dicho.
Alessandro
despertó minutos después que yo y entre los dos contamos todo a
Padre, que gruñó antes de salir por la puerta diciendo que se
ocuparía de ello, porque literalmente “nadie hace daño a mi
familia”. Ambos asentimos mientras Padre salía de mi cuarto.
La
tarde pasó lenta. Padre entro otras tres o cuatro veces para
pedirnos más detalles de la emboscada, Fausto vino otras dos veces
para mirar las heridas de la bala. Mi familia entera no se despegó
de nosotros, solo Padre y mi abuelo, que se fueron para devolverle al
clan que nos había emboscado, la emboscada.
Esa
noche, cinco coches del clan de mi padre, cargados de soldados,
salieron en busca del otro clan. Se cobraron diez vidas. Dos de los
nuestros y ocho de los suyos. Los demás, solo tuvieron heridas de
bala y alguno logró salir ileso.
Alessandro
y yo nos pusimos en marcha dos días después. Fausto me vendó el
hombro para evitar que lo moviera pero que pudiera seguir trabajando.
A Alessandro le hizo lo mismo. Esa misma tarde, ambos fuimos al
centro de Nápoles para repasarnos un tatuaje que nos habíamos echo
años atrás y que había vuelto a cobrar sentido en el tirteo: una
calavera en la oreja. El significado lo era todo para nosotros.
Algunas
chicas nos paraban por la calle para decirnos que estaban orgullosas
de cómo habíamos logrado sobrevivir, otras aparecían en casa sin
previo aviso para decirnos que estaban orgullosas y camelarnos para
tener sexo. Algunas lo consiguieron y otras no. ellas lo único que
querian era decir que se habían acostado con los que se consiguieron
librar de diez soldados ellos solos. Nosotros lo que queríamos era
liberar el estres que la emboscada habia creado en nuestro interior.
Y así todos contentos.
SIENTO NO PODER CORREGIR LAS FALTAS! NO TENGO TIEMPO! CUANDO TERMINE LOS EXÁMES LO REVISARÉ!
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