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martes, 14 de mayo de 2013

ABRIENDO LOS OJOS - Luca (Cap. 19)



Capítulo 19


-Antes-

      Seis meses después de que Chiara me contara lo de ella y Giovanni, Padre nos llamó a Alessandro y a mí a su despacho.
-Luca, hoy acompañarás a Alessandro a por el pedido -dijo Padre. Asentí. Sabía que si nos mandaba a ambos era que el cargamento era algo grande e importante.
-a qué hora salimos?- pregunté
-en dos horas en el puerto. El numero de cargamento es el de siempre. Estad preparados. Esto tiene que ser rapido. Solo coger las cajas y marchaos. Habrá por ahi alguien que os ayudará -dijo padre.
-que camion cogemos padre?- preguntó alessandro.
-el blanco, es mas grande.
-vale -contesté.
Después nos marchamos a nuestros respectivos cuartos a cambiarnos. Chaleco antibalas y pistola. Mi pistola, era de mi abuelo, una Colt 1911. Tengo entendido que fue de un Americano. La consiguió en la batalla de Palermo, en la segunda guerra mundial. Me la regaló cuando cumplí los 14 y sigo con ella.
Bajamos a por el camión para prepararlo para la mercancía. Nosotros no sabíamos que iba dentro, Padre nunca lo decía. Nosotros solo íbamos, cogíamos la mercancía y volvíamos. Normalmente Padre no contaba con nosotros para ese trabajo sucio, solo cuando la mercancía no era como para confiar en soldados, pero sí en los más cercanos, en la familia, en Alessandro y en mí.
-tened cuidado- dijo Chiara, saliendo a despedirse.
-tranquila, volveremos- contesté
-Luca, enserio, tened cuidado. Llevais todo? Chaleco? Pistola? - preguntó Chiara con voz nerviosa.
-todo Chiara, de verdad no te preocupes por nosotros- contestó Alessandro.
-vale, vale. No tardeis ¿vale? Os espero en el jardín – dijo Chiara mientras nos daba un beso a cada uno en la mejilla. Sus ojos algo llorosos. Ella tan sensible como siempre.
Nos subimos al camión. Yo conducía, la 1911 entre mis piernas por si había que disparar para defender nuestras vidas, estar preparado. Alessandro de copiloto, pistola en mano. Si padre nos mandaba a por un pedido que era mejor que recogíeramos Alessandro y yo, algún clan podría interceptarnos e intentar matarnos.
Hicimos el camino al puerto y nos acercamos a por el cargamento. Guardé mi pistola detrás de mis baqueros. Sacamos unas doscientas cajas, pesaban bastante. Dos chicos de unos dieciseis nos ayudaron a cargarlas al camión. Un ojo puesto en ellos siempre. Cerramos el camión, echamos un vistazo a los chicos que cuando terminaron se dieron la vuelta y se encaminaron hacia otro muelle, y nos subimos al camión.
De camino a casa, un disparo llamó nuestra atención. Alessandro levantó su pistola por encima de su cintura. Yo, como acto reflejo, deslicé una mano al mango de la 1911, empuñandola.
Alguien nos dispara Luca. Pase lo que pase, no pares, tu sigue, aprieta todo lo que puedas y librémonos de ellos –dijo Alessandro con voz tranquila y controlada. Lo habíamos echo tantas veces... Ese pedido debía ser bueno e importante si nos perseguían.
Alessandro bajó la ventanilla y disparó a diestro y siniestro al coche negro que estaba por su lado. Yo hice lo propio por mi lado. Pegué un golpe con la culata de mi pistola al cristal, que se hizo añicos. Saqué la Colt 1911 por la ventanilla y comencé a disparar al coche de mi izquierda. Todo esto pasó en apenas tres segundos desde que escuchamos el disparo.
-acelera- me chillo Alessandro. Ovedecí, pisando el acelerados todo lo que pude. El coche de mi izquierda aceleró también, poniéndose a mi lado. Pude ver a cuatro hombres empuñando diferentes pistolas, apuntando en mi dirección. Una de las balas llegó a mi hombro, haciendome gruñir. Pero no dejé de disparar. No sentí dolor. El hombro al que llegó la bala perdida era el del volante, lo cual dificultaba que el camión no se me fuera, pero Alessandro y yo nos habíamos visto en peores situaciones. Eso no fue nada comparado con secuestros y muertes a bocajarro con cuchillos y cualquier cosa punzante que pillamos por nuestro camino, para poder salir con vida.
Media hora después, y tras herir a todos los ocupantes de ambos coches y matar a tres, tras pinchar las ruedas de los coches, estábamos de vuelta a casa. Mi hombro dolía y ardía. Alessandro intentaba taponar la herida con su camisa, mientras yo seguía conduciendo como alma que lleva al diablo hacia casa.
Al llegar, Chiara nos esperaba en el garaje y no en el jardín. Al ver mi cara pálida ahogó un grito.
-que ha pasado Alessandro. Qué os ha pasado?
-nada tranquila estamos bien- la intenté tranquilizar. Bajé como pude del camión sintiendo que mis fuerzas se iban a travesde la sangre derramada del hombro.
Chiara me llevó a mi cuarto y ahí me examinó. Ella no había estudiado nada de salud, pero había aprendido de mi madre como cuidarnos cuando veníamos de un choque entre clanes. Me quitó la camisa y miró la herida. Buscó detrás de mi hombro el orificio de salida de la bala, pero no lo había.
-voy a llamar al medico- dijo Chiara. Al decir médico, se referia al medico que mi familia habia adoptado. Vivia en casa y convivia con nosotros. Su trabajo consistia en velar por nosotros las veinticuatro horas del día. Cuántas veces habiamos tenido que despertarle en mitad de la noche para que viniera a quitar balas, curar heridas y dar puntos? Más de un millar seguro.
-espero- dije en un susurro. Cerré los ojos y no recuerdo más hasta notar una punzada de dolor en mi hombro. El médico, Fausto, intentaba sacarme la bala. Aulle de dolor, pero eso no le detuvo. El sabia lo que tenia que hacer y yo tambien, estar quieto y esperar. Cerré los ojos con fuerza gruñí acostumbrado a lo que me esperaba.
-Luca casi no queda nada- dijo Chiara cogiendo mi mano. La miré. Se coloco en el lado bueno, donde mis tatuajes.
En media hora ya me había puesto los puntos Fausto. Yo dejé caer mi cabeza contra la almohada, respirando ajetradamente.
-pasare a mirarte la herida en unas horas. Ahora voy con Alessandro. Chiara encargate tu de las heridas superficiales- dijo Fausto. Ademas de la herida de bala, algunas otras balas había pasado rozando mi piel, desgarrando ésta. No eran nada comparadas con la del hombro, pero necesitaban ser limpiadas. Eran como pequeñas quemaduras. Nada del otro mundo.
-¿Alessandro? ¿Qué le ha pasado?- pregunté confuso. El estaba bien. No habia recivido ningun balazo.
-ha recivido un balazo cerca de la clavícula – dijo Fausto.
-pero esta bien?- pregunte incorporandome, mientras por dentro moría de dolor por haberme apoyado en mi hombro malo.
-si, estaba mejor que tu cuando llegasteis, por eso he empezado contigo- dijo fausto. Su tono de voz neutro.
-quiero verle –exigí levantandome de la cama demasiado deprisa, me mareé.
-no luca, tu aquí tumbado. Deja que te cure las heridas, Fausto se ocupara de alessandro. Despues iremos juntos a verle –dijo Chiara. La mire a los ojos.
-pero Chiara, tenemos que ir ahora –dije con voz suplicante. Alessandro y yo éramos uno.
Ella no entendia mi urgencia de ver con mis propios ojos lo que esos hijos de puta habian echo a nuestro hermano. Cerré los ojos recordando cómo había pasado toda la acción. Alessandro disparando por su lado y yo por el mío. En cuanto me dispararon, Alessandro dejó de cubrir su lado para empezar a disparar mientras gritaba a los soldados de los coches que les mataría por haberme disparado. Miré sus ojos, en ellos vi ira, pero tambien restos de miedo. Miedo por perder a un hermano. Seguí disparando en su misma dirección, cargándome a uno de los hombres.
-os matare a todos hijos de puta- gritó alessandro, mientras seguía disparando. Yo miré a mi derecha para ver como los hombres del lado de Alessandro apuntaban a su cabeza. La ira hirvió en todo mi cuerpo. Dejé de sentir dolor en mi hombro. Levanté mi 1911 en su dirección, dejé de mirar a la carretera rezando por que siguiera siendo en dirección recta, calculé y disparé, dando al hombre en la cabeza. Justo era el que conducía. En pocos segundos, el coche se desvió y chocó, estallando en pedazos y fuego.
-gracias hermano- dijo Alessandro. Asentí. Ambos miramos hacia mi izquierda, donde los hombres seguían disparando. Lanzaron un par de tiros más que pensé que habíamos logrado esquivar. Supongo que una de esas balas impactó contra Alessandro, pero este no dijo nada, centrándose en matar a los restantes componentes del coche y en salvar mi pellejo.

Desperté horas después, en mi cuarto. El dolor del hombro había disminuido. Mi madre estaba conmigo y mi hermano estaba en otra cama, a mi lado. Padre andaba de un lado a otro de la habitación. Mi tía, mi prima, mis abuelos y mis hermanos también estaban en la habitación. Mi hermano pequeño Fabriccio despotricando sobre el clan que nos había atacado, diciendo que juraba vengarse. En ese momento me llenó de orgullo que mi hermano menor ya empezara a pensar como los demás. Ya era de la familia. Agatha, la pequeña, lloraba.
-estas bien Luca?- pregunto mi madre cuando vio mis ojos abiertos.
-si- susurré. Mire a Alessandro.
-como esta él?
-bien. La bala llegó a salir y el corte fue limpio. No llegó a dar en ningun punto vital- recitó mi madre con voz apagada. Seguramente era lo mismo que Fausto les había dicho.
Alessandro despertó minutos después que yo y entre los dos contamos todo a Padre, que gruñó antes de salir por la puerta diciendo que se ocuparía de ello, porque literalmente “nadie hace daño a mi familia”. Ambos asentimos mientras Padre salía de mi cuarto.
La tarde pasó lenta. Padre entro otras tres o cuatro veces para pedirnos más detalles de la emboscada, Fausto vino otras dos veces para mirar las heridas de la bala. Mi familia entera no se despegó de nosotros, solo Padre y mi abuelo, que se fueron para devolverle al clan que nos había emboscado, la emboscada.
Esa noche, cinco coches del clan de mi padre, cargados de soldados, salieron en busca del otro clan. Se cobraron diez vidas. Dos de los nuestros y ocho de los suyos. Los demás, solo tuvieron heridas de bala y alguno logró salir ileso.
Alessandro y yo nos pusimos en marcha dos días después. Fausto me vendó el hombro para evitar que lo moviera pero que pudiera seguir trabajando. A Alessandro le hizo lo mismo. Esa misma tarde, ambos fuimos al centro de Nápoles para repasarnos un tatuaje que nos habíamos echo años atrás y que había vuelto a cobrar sentido en el tirteo: una calavera en la oreja. El significado lo era todo para nosotros.
Algunas chicas nos paraban por la calle para decirnos que estaban orgullosas de cómo habíamos logrado sobrevivir, otras aparecían en casa sin previo aviso para decirnos que estaban orgullosas y camelarnos para tener sexo. Algunas lo consiguieron y otras no. ellas lo único que querian era decir que se habían acostado con los que se consiguieron librar de diez soldados ellos solos. Nosotros lo que queríamos era liberar el estres que la emboscada habia creado en nuestro interior. Y así todos contentos.


SIENTO NO PODER CORREGIR LAS FALTAS! NO TENGO TIEMPO! CUANDO TERMINE LOS EXÁMES LO REVISARÉ!

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