Capítulo
20
-Ahora-
Me
despierto por el sonido de una llamada entrante en mi móvil. Levanto
una mano y busco mi móvil por todas partes.
–Es
demasiado pronto –me quejo en español.
Hoy
es fiesta y no sé quién pelotas querrá hablar conmigo a estas
horas. Me quedé dormido ayer en el sofá viendo la tele después de
una ducha, así que seguramente el móvil estará merodeando por el
sofá. Sin abrir los ojos, paso mi mano palpando todo el sofá hasta
que encuentro mo móvil bajo uno de los cojines. Lo alzo victorioso y
abro uno de mis ojos para ver quién me llama. Jose. Me debato entre
cogerlo o dejarlo sonar. Termino cogíendolo. No sé si ha sido buena
idea, porque gracias a su llamada, acepto irme en una caravana con
todos ellos. Cuando digo todos ellos es con su hija incluída, claro.
No presto atención cuando me dice a dónde vamos porque no me
interesa.
-enserio?-
me pregunto a mí mismo en voz alta -me voy a ir de viaje con la
familia de Jose? Con todos ellos? Con ella también?
Suspiro.
Es lo que toca. Soportar a la niña de Jose unos días más. La
convivencia con ella debe ser desesperante, por lo menos para mí. Me
atrae, pero no puedo dejar que ella se convierta en mi mundo. El mío
es Chiara.
Me
levanto del sofá y voy a cambiarme. Me miro en el espejo un segundo
mientras me echo desodorante. Miro mi hombro izquierdo buscando la
cicatriz que una bala me hizo, esa bala el día que Alessandro y yo
fuimos a por la mercancía. El último favor que le hicimos los dos
juntos a Padre.
Me
visto, me calzo y salgo de casa. Cojo la moto y me voy hacia casa de
Jose. He metido en una mochila lo que puedo llegar a necesitar en dos
dias. No es mucho, dos mudas y ropa de abrigo.
Llamo
al timbre, me abre Miguel. Nos saludamos dándonos la mano y miro a
mi alrededor por si hay más gente a quien saludar. No veo a nadie,
pero sí que puedo escuchar la voz de la hija de Jose. La tengo
grabada, no entiendo por qué.
-auch!-
dice la hija de Jose quejándose. Sé que es ella en cuanto pronuncia
la primera letra. Oigo como ella y alguien más se ríe. -pero una
cosa..
el chavalete este no vendrá verdad?- pregunta la chiquilla. Supongo
que yo soy ese “chavalete” que no quiere que vaya. Me molesta y
ofende que ella no quiera verme ni en pintura (en Nápoles jamás me
pasó eso), pero también se lo agradezco porque así será imposible
que entre ambos pase nada y es lo que tiene que pasar, absolutamente
NADA.
-emm
umm pues..- dice una voz que no sé a quién pertenece exactamente.
-vale
no me digas mas. Voy a hablar con mi supuesto padre- dice la hija de
Jose con voz enfadada. Me separo de las escaleras y tiro hacia el
salón.
Mi
mente se detiene a pensar por un segundo en ella, Ana, no sé por qué
me gusta hacerla sonrojar de ira y desesperar. Ella baja las
escaleras y se termina topando conmigo. Estoy preparado para
contestar cualquier cosa que me diga en tono borde, pero ella lo
único que hace es fulminarme con la mirada. Yo la contesto con una
sonrisa socarrona. Ese soy yo en todo mi explendor.
No
la vuelvo a ver hasta que Jose vuelve con la caravana. Somos catorce
personas, no se muy bien cómo se le ha ocurrido que podemos entrar
todos dentro...
Nos
vamos metiendo todos en la caravana, vamos colocando nuestras cosas y
elegimos donde queremos sentarnos para viajar. Yo espero hasta que
todos han subido para hacerlo, así no tengo que elegir dónde
sentarme, sino que lo haré en el último hueco que quede.
Delante
van Jose y un amigo de Ana, Ángel, creo. Sobra un sitio para alguien
más, pero si nadie se ha sentado con ellos será por algo y yo no
voy a ser el pringado que vaya a averiguarlo.
-que
tal por allí atrás?- pregunta Jose después de varias horas de
viaje. Miro a la hija de Jose con curiosidad por saber lo que
contestará. Ella abre la boca, pero uno de sus amigos la pega un
pisotón para que no diga nada. Parece conocerla muy bien; a saber lo
que iba a decir. Una bordería, seguro. Cada vez estoy más
convencido de que solo sabe decir eso.
-muy
bien Jose y vosotros?- dice el amigo de la chica.
-bien
bien. De momento va todo en orden- contesta Jose. Parece que le hace
a él más gracia que nos vayamos de viaje que a todos los demás.
Paramos
un tiempo después para comer y seguimos el camino. Miro por la
ventanilla que tengo a mi lado para ver si así pasa el tiempo más
deprisa. Es un coñazo estar aquí. Hablo con algunos de los amigos
de la hija de Jose pero... eso no me llena. Creo que no soy un ser
muy social desde que la mafia es mi vida. Desconfío de la gente,
cualquiera puede ser el enemigo. Y ellos también lo podrían ser.
Tengo que mantener la guardía alta.
Poco
después me entero de que vamos a pasar la noche en la carabana. En
menudo lío me he metido. Por qué habré pronunciado ese “sí”.
Ahora mismo debería estar en mi apartamento, en el sofá, sin hacer
nada y no aquí en una carabana...
La
hija de Jose se queja por dormir en la carabana, ¡cómo no! No sabe
tener su boca cerrada. Algunas veces me recuerda a Chiara, veo su
rostro en el suyo y sin embargo, en momentos como éste, veo que no
se parecen en nada... La hija de Jose tan caprichosa... Chiara tan
bondadosa... Después oigo como le pregunta la hija de Jose al chico
que creo que es su novio si duerme con ella. Así que sí, tiene que
ser su novio sí o sí. Vaya huevos que tiene para soportar a esta
niñata. Y también vaya listo por pillarse a esta chiquita. Odio ser
bipolar. Es la primera vez que me pasa.
Estoy
perdiendo mi tiempo aquí, he perdido un dia entero, pienso ahora que
estoy tumbado en mi colchón inchable. Podría haber echo algún plan
mejor. Pero estoy aquí, en mitad de la nieve y el hielo, a tan solo
unos metros de la hija de Jose. Uf! Maldita niña! Cómo la odio y
cuánto la deseo. No quiero que se entrometa en mi vida, pero si no
dejo de pensar en ella va a ser dificil. Tengo que centrarme en mi
trabajo, en Chiara. Pero es dificil cuando cada vez que miro a Ana
veo a Chiara. Cuando cada vez que pienso en Chiara, cada vez más
veces aparece también el rostro de Ana.
A
las ocho de la mañana Jose se ha puesto a conducir y poco a poco
todos nos hemos ido despertando. Me sorprende que su hija aun siga en
su cama, con su perra plácidamente dormida. La miro dormir y así
casi que hasta me podría caer bien. El rostro de Chiara sobre el
suyo. Pero en cuanto despierta... ¡cagada! Se queja por cómo se
mueve la caravana y en cuanto se entera de lo que me ha contado uno
de los amigos de Ana, el alto (Fernando creo), de que tardaremos más
días en llegar de los que habían calculado, echa una furia va hacia
el tal Ángel (el que nos ha metido en éste lío). Si fuera él, ya
la habría echo callar. Tanto ella como su amiga (tampoco sé su
nombre) le echan la charla, y él espera paciente a que todo termine.
De repente, la chiquita se echa a reir. ¡Odio sus cambios de humor!
Pero la vista a pesar de todo, se me va hacia ella. No puedo
evitarlo. Esto no es bueno... Nada bueno...
Después
de la noticia de que tardaremos más en llegar, llega la noticia de
que no hay gasolina.
-los
que quieran volver que levanten la mano- preguntan. La esposa de
Jose, las dos amigas de la hija de Jose y ésta levantan la mano. Sin
embargo, los chicos no lo hacen. Prefieren ir a la aventura.
-vale,
cuatro- dice el tal Ángel -y ahora los que quieran seguir que
levanten la mano- pide. El resto levanta la mano, menos yo, que
prefiero no opinar -seguimos por mayoria.
Seguimos
el camino y llegamos a Canadá. Nunca he estado aquí, así que me
coloco en un sitio cerca de la ventanilla y miro todo lo que puedo.
Después llegamos a Montana, donde está el sitio que hemos venido a
ver (por lo visto).
Nos
pasamos el día en el parque natural este y la verdad es que todos
parecen muy felices de estar aquí. Las chicas parecen más
descontentas, pero al final, cuando Miguel ambienta con música la
carabana, todos parecen estar contentos. Bailan y ríen. Yo hago lo
propio.
Por
la noche, para celebrar el año nuevo, cogemos lo que encontramos por
la carabana que pueda hacer de uvas, lo cual consiste en lacasitos y
pipas. Yo tengo doce lacasitos de colores esperando ser devorados a
cada campanada que pase. No miro a la chiquita de Jose hasta la
última campanada. Los ojos se me van solos en su dirección, que a
pesar de que no sé dónde se ha sentado, noto donde está. Noto su
presencia. Ella me está mirando también. La sonrío y simplemente
mis labios se mueven hasta formar dos palabras: “Feliz año”. No
sé si se lo he dicho de manera irónica o no, solo sé que acabo de
decirle “Feliz año” a una niña mimada, la cual, como esperaba,
no contesta a mis palabras.
*
* *
-Nos
vamos a turnar para volver vale chicos? Si
no es imposible que lleguemos en dos días a casa- dice Jose. Creo
que es porque los amigos de su hija se van el tres o así, pero no
estoy nada seguro.
-Ana,
tú harás el primer turno con Luca, mientras los demás dormimos-
propone Jose. Pongo los ojos en blanco. Qué quieren? Juntarnos?? ¡si
ella tiene novio! Pero no me voy a negar con Jose, tendré que
soportar a su hija.
-Angel,
tu irás después con Ainhoa- dice Jose señalando a ambos. Ah! Mira,
ya sé quien es Ainhoa. -después iremos Ana y yo.
Me
pongo delante con Ana mientras los demás (quién fuera alguien de
los demás) descansan plácidamente. Miro a la chiquilla de arriba
abajo. Un buen cuerpo, labios carnosos perfectos para besar. ¡Dios
luca! Odialá! ¡Pero no hagas que te guste! ¡Joder!
-así
que nos ha tocado juntos, chica- digo con mi voz casi rozando la
prepotencia.
-si,
por desgracia para ambos nos ha tocado juntos- contesta la hija de
Jose con voz seca. Ojalá pensara lo mismo que ella, pero teniéndola
ahora solo para mí.... otros sentimientos surgen. Sentimientos que
no deberían surgir, pero que están aquí, ahora mismo, siempre que
la miro. Sentimientos que llevaban muertos años, muchos años.
Sentimiento que solo Chiara conoce.
-puedes
dormir, voy bien sola.
-me
quedaré vigilando, no vaya a ser que se te vaya la caravana- digo
guiñándola un ojo. ¿Lo digo por llamar su atención? Seguro. Vale,
genial, ahora además de bipolar soy un cafre; porque lo único que
voy a conseguir así es que me maten.
-mira,
si no quieres que nos estrellemos deja se sacarme de quicio!- dice la
chiquilla casi a voz en grito. Acto seguido mira hacia atrás dándose
cuenta de que lo más seguro es que haya despertado a alguien -lo
mejor es que te calles y todo saldrá bien- me dice la niña
finalmente. Me tienta contestarla.
-yo
que estaba interesado en saber más de ti..- digo. ¿¡Por qué
cuando estoy solo con ella me pasa esto!? ¡no quiero esto! ¡Quiero
odiarla! O por lo menos quiero que para mí sea indiferente. No sé
que le ha pasado a mi cabeza, que no rige bien... Seguro que los
lacasitos me han sentado mal en el cerebro...
-mira,
solo te voy a decir un par de cosas. Yo no quiero saber nada de ti,
así que no te voy a contar nada sobre mí. No me agradas, ni me
gustas. Lo único que siento por tí es... es...- dice sin terminar
la frase. Creo que me gusta vacilarla, porque no tengo intención de
dejarla en paz.
-ya
será para menos- contesto. Me mira furibunda. Yo contesto con mi
sonrisa socarrona. Me evado en mis pensamientos dejándola en paz. Mi
mente va a Italia, concretamente a Nápoles, a mi casa, a mi familia.
Debería llamar a Chiara, es fin de año y ella seguro que me
necesita, pero estoy aquí, con esta chiquita y no puedo hablar por
el móvil.
*
* *
-trae
bambina,
deja que conduzca yo un rato.
Riposi.
Descansa- le
digo después de dos horas. Necesito dejar de pensar en mi casa y
centrarme en algo, en este caso: la carretera -no quiero que tengamos
un accidente porque tú has decidido que puedes conducir toda la
noche- digo solo por molestarla, que se enfade y me deje conducir y
pueda dejar de desquiciarme pensando en cómo estará Chiara. Tendría
que haberla llamado antes de esta excursión.
-gilipollas-
me insulta la hija de Jose mientras frena sin previo aviso. Se baja
de la caravana sin decir nada y se pone en la puerta del copiloto,
esperando que me quite. Cuando entra ella en la caravana, yo ya estoy
en el lado del conductor (solo he tenido que moverme medio metro, no
como ella, que con tal de no tocarme, ha dado la vuelta por fuera de
la caravana). La miro sonriente y la guiño un ojo. Ella resopla y se
recuesta en el cristal de la ventana cerrando los ojos. No la digo
nada. Ya la he vacilado suficiente.
–bambina
–susurro.
No hay respuesta. Ana está dormida. Deslizo mi mano por el bolsillo
de mi pantalón hasta que llego a mi móvil. Marco el número de
Chiara y espero que me conteste. Tras tres timbrazos, me lo coge.
–¡Luca!
–grita mi hermana feliz al otro lado de la linea.
–Hola
hermanita –digo en un susurro en italiano, no quiero que nadie se
despierte y me escuche, aunque no me entiendan.
–Por
qué hablas tan bajito Luca? Dónde estás? Estás en problemas?
Llamo a Padre? –dice Chiara, con cada palabra que dice, su voz se
agudiza más y más.
–No,
no, tranquila, no quiero despertar a los demás. Estoy en una
carabana con Jose y su familia.
–En
serio? Cuentame –pide Chiara. Si no la conociera bien, diría que
ahora mismo me estaría poniendo ojitos.
–Es
una larga historia.
–Tenemos
tiempo verdad?
–Está
bien.
Resumo
con breves palabras cómo he terminado metido en una carabana y cómo
he terminado conduciendo al lado de la hija de Jose. Lo que se me
pasa por la cabeza cuando la tengo cerca, cuando la veo, se lo
cuento. Lo malo y lo menos malo, todo.
–¿Está
escuchando ahora ella? –pregunta Chiara.
–¿Qué
más da Chiara?, estamos hablando italiano, no español, no se
enteraría.
–Pues
entonces debo decirte que no quiero que seas borde con ella.
–Ya
lo sé Chiara, pero ya sabes, el trabajo... –digo antes de que
Chiara me interrumpa.
–¡NO!
¡Luca! –me dice Chiara en un aullido.
–Está
bien, entonces ¿qué es lo que quieres que haga? –siseo con voz
frustrada –. Cunto antes termine esto, antes podré sacarte de casa
de Padre. No tengo tiempo para otra cosa.
–Sí
Luca, sí. No todo se trata de mí. ¡Intenta vivir tú también! –me
grita Chiara. Suspiro. Ella no entiende nada. –. ¿Y si ella es la
mujer de tu vida?
–Y
si no lo és Chiara, y si la cago, y si te pierdo por ella. Por una
maldita chica pomposa, idiota, caprichosa... –digo en respuesta
antes de que Chiara me vuelva a interrumpir.
–No
te cierres puertas, no por mí –dice suplicante Chiara. Si
estuviera a su lado me abría abrazado. Ahora me tengo que contentar
con imaginar sus brazos sobre mis hombros. Y su calor...
–No
me cierro puertas, me centro en mi trabajo –digo contraatacando.
–Así
lo único que haces es cerrarte puertas –me dice Chiara. Esta vez
su tono de voz parece más enfadado que suplicante. Suspiro
sonoramente. La hija de Jose se revuelve en su asiento.
–Chiara
es mejor que dejemos la conversación, creo que Ana podría estar
medio despierta –digo. Mi voz calmada.
–Está
bien Luca, solo piensa lo que te he dicho ¿vale? –me contesta
Chiara con un suspiro. Asiento a pesar de que sé que ella no me
puede ver.
–Está
bien Chiara. Pero antes... Cuéntame sobre ti, sobre tu fin de año.
Te he llamado para eso.
Y
así hablamos durante media hora más, yo mayormente escucho,
intentando contestar con las menos palabras posibles para no
despertar a Ana. De vez en cuando me giro para mirarla dormir, tenso
por si despertara y me pillara hablando.
Después
de ésto, en las demás rondas que hacemos nos toca separados. Ana va
con su novio y yo con Miguel. Mejor para ambos. Somos completamente
diferentes. Como dos imanes positivos. Como la sal y las heridas... Y
sin embargo, no me puedo alejar de ella, mi cuerpo se dispara en su
dirección en cuanto entra en mi radar. Pienso en lo que a dicho
Chiara y lo único que hago es sacudir mi cabeza, intentando eliminar
de mi mente la conversación. Mente en blanco Luca... me digo.
SIENTO LAS FALTAS DE ORTOGRAFÍA, LAS CORREGIRÉ A PARTIR DEL 24 DE MAYO.
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