Capítulo
18
Liam
-te
has fijado como hablaba con ese tal Marcos?- dije indignado a Ángel.
-si,
lo he oído si, pero son amigos recuerda- dijo ángel intentando
quitarle importancia.
-si,
amigos claro…- dije. Estaba celoso y no sabía por qué actuaba
así. Ada y yo tampoco nos conocíamos tanto como para que yo
reaccionara de esa manera. De todas formas, tenía claro que fuera
como fuera al día siguiente iba a conocer yo también a Marcos.
Al
día siguiente, nos levantamos pronto y nos bajamos a la playa. Sam
se quedó dormida en el apartamento. No bajamos tablas, solo nuestras
toallas y una sombrilla, esperando que bajaran las chicas y
pudiéramos pasar algo de la mañana con ellas. Sabía que no era el
único que se sentía mal, raro, confuso, celoso o como queráis llamarlo, por que las chicas pasaran la tarde con otros chicos que no
éramos nosotros.
-Les
podemos preguntar a las chicas qué harán esta tarde. A lo mejor no
pasan toda la tarde con esos chicos- opinó Ángel. Había tenido una
buena idea, todo hay que decirlo. Aunque otras muchas tenía ideas
estúpidas (en el buen sentido de la palabra)
-Sí,
así pasamos un rato con ellas. No me gustan esos chicos- dije con
voz autoritaria, demasiado grave para lo que yo quería expresar. No
conocía a los chicos, pero no me gustaban.
-Bua,
chorradas Liam, no les conoces- dijo Miguel.
-No
les conozco pero me los imagino. Solo hay que ver cómo hablaba ayer
Ada por teléfono con ese Marcos- dije mirando al suelo. No me iba a
dar por vencido, pero sentía que estaba a punto de tirar la toalla.
No podría competir con Marcos.. aunque pensándolo bien.. si no
compitiera con él sería un idiota, tenía que luchar aunque
finalmente no consiguiera lo que quería, a Ada.
-Y
cómo se emocionaron las demás- corroboró Pablo.
-Bueno,
bueno, que se lleven bien no es nada malo, ni nuevo tampoco. Las tías
se suelen llevar bien con los tíos; si no miradlas con nosotros-
dijo Miguel.
-En
eso tiene razón Miguel- aceptó Carlos que aún no había dado su
punto de vista –sin embargo hasta que no conozca a los mendas, no
diré nada-. Su idea era buena, muy racional; pero yo en esos
momentos creo que no pensaba para nada racionalmente, más bien como
un animal en celo.
-Ya
será menos- dijo Noel. Era el único que parecía estar como siempre
y no estaba emparanoiado como los demás.
-¿Cómo
lo haces tío?- pregunté asombrado e incrédulo a la vez.
-¿Hacer
el qué?- me preguntó Noel sin entender de qué coño hablaba.
-No
estar celoso, estar como siempre, esas cosas- dije. Todos le miraron.
La mayoría no creo que se hubiera dado cuenta de que Noel estaba
como siempre y no como el resto de nosotros que quien más quien
menos estábamos que nos tirábamos de los pelos.
-Es
fácil, si les gustamos, nos elegirán a nosotros. Si no, no. Además
a estos tipos les conocen desde el año pasado, han salido juntos y
ninguna pareció dar muestra de que estaba con alguno de ellos o le
interesara- dijo Noel, convenciéndonos a los demás de que era mejor
cómo actuaba él a cómo actuábamos nosotros. Tenía razón en cada
una de las palabras que había pronunciado y habían salido de su
boca, pero yo no lograba quitarme de la cabeza lo feliz que Ada se
había puesto y cómo había hablado con Marcos. ¿Se pondría así
ella cuando íbamos a vernos, cuando hablaba con sus amigas de mí?,
¿acaso hablaba con sus amigas de mí?
-Es
eso estoy totalmente de acuerdo contigo men- dijo Ángel aunque no
parecía del todo convencido. ¿Men? Pensé, a Ángel a veces se le
iba la cabeza (ahora también). Pablo, terminó la frase de Ángel por
él –Sin embargo no es fácil llevarlo a la práctica-
-Estaba
pensando algo parecido- les hice saber.
Justo
en el momento en que terminaba la frase, Ángel me hizo dar la vuelta
para ver como Ada con sus amigas se acercaban a nosotros. Estaban
todas muy guapas, bueno lo eran y son, pero Ada.. Ella me cautivaba.
Era.. digamos.. mi favorita. Tenía esos ojos que te embrujan, te
sumergían en una espiral y cuando querías darte cuenta no podías
retroceder y salir de allí. Sus ojos marrones para mi ya no eran el
color que representa a casi toda la población. Los veía diferentes,
eran mis favoritos. En cuanto los había visto un año atrás, se
calló el mito para mí de que todos los ojos marrones sean iguales.
Todos son iguales, excepto los suyos.
-Hola
guapas- dijo Pablo adelantándose a los demás. Era raro que no
hubieran bajado sus amigos también. ¿No tendrían que haber llegado
aquel día? Me pregunté a mi mismo.
-¿No
venían vuestros amigos?- pregunté. Mi voz sonó distinta a como
pretendía. Se había notado en mi tono que me importaba cuándo
llegarían, cuando yo intentaba que mi voz tuviera un tono de
indiferencia. Miré a Ada. El daño está hecho, pensé recapacitando
en mi tono de voz. Se hizo en un momento un silencio monumental que
ninguna de las chicas rompió para contestar a mi pregunta.
-Vienen
a las tres- dijo Ada titubeando, desviando la mirada y clavándola en
la arena.
-Ah..-
dije sin saber qué podía contestar a su afirmación que se me había
clavado en el fondo de mi ser, haciéndome sangrar, sangrar todo lo
bueno que veía en ella. Pensaba que me iba a decir que finalmente no
vendrían o algo parecido. Comportarse como decía Noel era difícil,
muy difícil.
Sara
nos invitó a ir con ellos esa tarde y todos aceptamos. Conoceríamos
a aquellos chicos que adoraban tanto ellas. Más tarde, nos fuimos a
nuestro apartamento y mientras los demás preparaban la comida yo
saqué a pasear a Sam.
-Esta
tarde vamos a arrasar Sam- le dije a ésta que me miraba con ojos de
no entender qué decía. Solo había entendido su nombre -tienes que
portarte muy bien con Dafne y con Ada- la conté, esperando que me
hiciera caso. Me arrodillé a su lado y ella se giró hasta quedarse
frente a mí. Llevaba la lengua fuera del calor que hacía –prométeme
que te portaras bien- dije con una sonrisa acariciándola, ella me
contestó (no sé si a mi afirmación o a la caricia) con un
lengüetazo en la mejilla. No me lo esperaba y caí de culo. Reí
mientras Sam ladraba también contenta –chócala- la dije haciendo
que pusiera su pata izquierda sobre mi mano derecha –volvamos a
casa, venga- terminé diciendo mientras giraba hacia el apartamento.
Suelo hablar con Sam, aunque en aquellos momentos, con todo lo e Ada,
había dejado de hablar tanto como antes con ella.
Comimos
y nos cambiamos de ropa, nos peinamos.. parecía que íbamos a salir
a algún sitio importante, pero lo que queríamos era impresionar a
las chicas. Me puse una camisa azul oscuro que me remangué por la
mitad del brazo y unos pantalones largos blancos que me había traído
para una ocasión especial. Esa tarde quería e iba a impresionar a
Ada.
Salimos
del apartamento y fuimos en nuestro monovolumen al apartamento de las
chicas. Sara nos abrió la puerta a la vez que nos flaseaba con la
cámara digital que sujetaba entre ambas manos.
-¡Oh!
¡Saraa!- exclamó Noel entrando e intentando perseguir a ésta para
quitarla la cámara. A Sara le dio igual y continuó haciendo fotos
con un flash que te dejaba atontado y cegato por unos segundos.
Escuché a Ada reírse a lo lejos. Estaba seguro de que era ella, de
que era su risa. Anduve un poco, sin alejarme mucho de la puerta y
allí la vi a ella, sentada en una silla, al lado de un chico con
cresta, desternillándose de risa mientras Sara la hacía una foto.
-¿Y
tú de qué te ríes?- pregunté a pesar de que ya sabía la
respuesta.
-De
nada- dijo Ada y pude ver en su cara una sonrisa pícara. Era mi
oportunidad para llamar su atención e intentar tontear con ella, si
ella se dejaba, claro.
-¡¿Con
que nada eh?!, ¡¿eh?!- dije acercándome a Ada con una gran sonrisa
en la cara. A Sara le debió gustar mucho mi sonrisa porque dejó de
hacer fotos a los demás para volverme a dejar ciego a mí.
Obviamente, como era de esperar, a Ada le pareció gracioso que Sara
me cegara. Iba a vengarme. Ahora si que reirás si o si, pensé.
-¡Con
que esas tenemos, eh!- dije levantando a Ada de la silla y llevándola
en volandas al sofá mientras ella reía apoyando su frente en mi
cuello. Su aliento en mi pecho me volvió loco. La tumbé en el sofá
y reprimí mis deseos de besarla o imaginármela desnuda, o por qué
no desnudarla yo mismo; mientras comenzaba a hacerla cosquillas. Tuve
que parar al ver que la costaba respirar, si no habría seguido hasta
que se agotara de reír. El sonido de su risa me embriagaba todos los
sentidos y me hacía querer estar más cerca de ella. Sus carcajadas
retumbaban dentro de mí, quedándose allí. Era la primera vez que
eso me pasaba y no sabia que significaba exactamente.
-Hola-
dijo Ada con una sonrisa cuando se hubo recuperado. Me abrazó. Ella
seguía tumbada en el sofá y yo seguía encima de ella, con mis
piernas a cada lado de sus caderas; y que me atrajera hacia ella para
abrazarme despertó a mi cuerpo. Intenté por todos los medios pensar
cosas que no tuvieran que ver con Ada. Porque imaginarme sobre Ada en
un sofá, fundiéndome en su abrazo, hacía que mi corazón se
desbocara y para qué engañarnos, mi entrepierna también. Después
de saludarla y de que todo volviera a ser normal dentro de mi cuerpo,
la ayudé a incorporarse y levantarse del sofá. Nos acercamos a la
mesa.
-¿Qué
hacéis?- pregunté. No me interesaba mucho lo que hacían, pero sí
escuchar hablar a Ada.
-Estaba
envolviendo bocadillos para la merienda hasta que tú has decidido
hacerme reír y me has sacado de aquí para llevarme al sofá y
hacerme que muriera más de risa- dijo Ada muy seria. Por un momento
pensé que no la había gustado. La había cagado.
-Lo
siento- dije. Ada se echó a reír y yo fruncí el ceño.
-¡Era
broma tonto!- admitió Ada desternillándose de risa. Ahora sí que
se iba a enterar. Cambié mi postura a una posición de depredador,
abriendo mis manos, separando de mi cuerpo los brazos y las piernas,
dispuesto a no dejarla moverse ni un milímetro de donde estaba. Ada
salió corriendo pero sabía que no tenía escapatoria. Se metió en
el segundo cuarto y yo detrás de ella. Ya la tenía, era mía. Me
quedé mirándola con una sonrisa malévola antes de saltar sobre
ella para caer en una cama. Los dos reímos, pero dejamos de hacerlo
para mirarnos. Estaba tan cerca de ella que podía percibir el aroma
que emanaba su piel. Olía a arena y a protector solar. Ese olor la
hacía parecer más sexy aún. El olor se apoderó de todos mis
sentidos y pensé que iba a perder el control por completo. Me
encantaba aquel olor. Eso era peor que el sofá. En el sofá por lo
menos estaban los demás para desear con menos ansia tener a Ada
besándome, desnuda bajo mi cuerpo. Pero allí, tumbados en una cama,
lejos del barullo de nuestros amigos, con unos tenues rayos de sol
que se filtraban por la cortina de color oscuro, creaba la atmósfera
perfecta para lo que yo tanto quería. Me odié por pensar de esa
manera, pero todo me venía solo. Si me agachaba unos centímetros
nuestros labios podrían juntarse. Era eso, solo unos centímetros y
sus labios serían míos. Pero no, aún no. Me obligué a quitarme de
la mente aquel pensamiento. Rocé mis labios contra su frente dándole
un beso fugaz, aspirando por última vez su aroma veraniego, me
incorporé y ayudé a Ada por segunda vez en el día a levantarse.
Ada
me llevó hasta el chico de cresta, era Marcos. Delgado, ojos raros,
bua! Me le presentó. Me quedé escudriñando su cara, su vestimenta,
evaluándolo. No parecía un mal tío. Puede que incluso me llegue a
caer bien, pensé. Pero primero tenía que observar cómo se portaba
con Ada y luego ya decidiría.
Poco
después, nos subimos mis amigos y yo en nuestro monovolumen y
seguimos a la furgoneta hippie de Ada.
-¿Qué
os han parecido los chavales?- pregunté para sondear la impresión
que tenían los demás de los tres desconocidos.
-A
mí Marcos me ha caído bien, es con el que más he hablado- dijo
Ángel en voz baja como temiendo mi reacción sobre su respuesta.
Asentí y dije –¿y a los demás, en general qué os han parecido?-
-Yo
con el que más he hablado ha sido también con Marcos, es el más
hablador. Los otros iban más a su bola- dijo Noel que estaba sentado
detrás de mí.
-Entiendo-
dije pensativamente. Era majo. Algo a su favor y en mi contra.
-¿Algo
más?- pregunté por si alguno me daba alguna información más.
-Roberto
juega mucho al ordenador, hemos estado hablando de unos juegos que
están bien guapos- dijo Pablo y añadió –a mí me ha caído bien-
-A
mí Alex. Conmigo ha hablado conmigo bastante, de nada en general-
dijo Miguel.
-Si,
bueno, pero ambos son raros, tenéis que admitirlo- dijo Noel
girándose desde el asiento del copiloto para mirarles a todos.
-Bueno
no sé- dijo Carlos -yo he estado hablando con ellos y me han
parecido buenos chavales-.
-Y..
en general, ¿Cómo son con las chicas?- pregunté. En realidad desde
el principio había querido hacer esa pregunta, no sé por qué no la
hice de primeras.
-Bien,
ellas se llevan muy bien con ellos- dijo Ángel.
-No
hay ninguno al que traten mejor que a otro, si te refieres a eso-
dijo Noel.
-Sí,
más o menos. ¿Y ese Marcos?, ¿os han contado algo de cómo se
comporta con Ada?- pregunté. Por fin había llegado a donde quería
llegar desde el principio.
-Mmm
bueno he escuchado a Marcos hablando con Ainhoa de Ada, pero no sé
qué decían- admitió Carlos. Genial, eso no me servía de nada.
-Yo,
hablando con Vanessa y Alex, me han dicho que qué raro que Ada no
estuviera con Marcos porque son una y carne. Matizo, lo de uña y
carne lo ha dicho Vanessa- dijo Noel –pero luego la vieron aparecer
contigo y Vanessa sonrió. No sé si es eso lo que querías escuchar-
lo dijo como si eso pudiera resolver mis dudas. Puede que alguna sí.
-Si
bueno yo he oído decirle Sara a Roberto lo mismo, que son uña y
carne desde que se conocieron. Estaban hablando de cuando se
conocieron y esas cosas- dijo Miguel, puntualizando esto último.
-Uña
y carne..- murmuré pensando en Ada y Marcos.
-Eso
no tiene por qué ser malo tío- dijo Miguel -es solo que te tienes
que ganar también la confianza de Marcos- y tenía razón, toda la
razón.
-¿Entonces
creéis que no hay nada entre ellos?- pregunté para asegurarme.
-Creo
que son los mejores amigos del mundo- dijo Ángel. Aquella frase no
pegaba que hubiera salido de la boca de un chico, pero de Ángel sí.
Decía frases tan poco propias de tíos como nosotros..
-Está
bien saberlo- dije dando por zanjado el tema. Pero Ángel no pensaba
lo mismo..
-Tengo
en mente intentar llevarme mejor con Ada y Marcos. Me gusta la
relación que tienen y me gustaría formar parte de algo así- sabía
que lo decía para que yo, o el resto, le diéramos el visto bueno a
su nueva idea. Ángel sabe entablar una buena amistad con una chica
enseguida y sé de muy buena mano que él siempre había querido
tener una relación con una chica como la que mantienen Marcos y Ada.
No iba a ser yo quien se lo impidiera, y además si era con Ada
mejor. Tal vez algún día pudiéramos salir los tres a tomar algo, o
los cuatro si venía Marcos.
-Claro
que sí tío- dije sonriéndole por el retrovisor. Normalmente se
sentaba conmigo en el asiento del copiloto, pero Noel había sido más
rápido y le había tocado atrás. Escrutó mi mirada rápidamente
para ver si lo decía irónicamente o de verdad le daba mi aprobación
para intentar tener una relación de amistad con la chica que me
volvía loco, que hacía que solo pudiera pensar y verla a ella. Ya
la echaba de menos.
-¡Gracias
colega!- dijo Ángel apretándome el hombro y mirando sonriente de
frente, hacia el horizonte. Podía imaginarme casi con toda seguridad
que pensaba Ángel en aquellos momentos, algo parecido a: ¿Cómo
demonios me acercaré a ella? El principio es siempre lo que más
cuesta, lo demás va solo.
El
resto de la tarde intenté pasarla con Ada y Marcos, dejando también
espacio para Ángel, que no habló mucho. Pero noté cómo Ada
empezaba a soltarse más con él. Era buena señal. Marcos, he de
reconocer que se portó conmigo. Es un buen tío. En ningún momento
se entrometió entre Ada y yo cuando estuvimos hablando, intentó
hacer hablar a Ángel mientras Ada y yo hablábamos y también
intentó entablar una conversación varias veces, dejando algo de
tiempo para Ángel y Ada. A pesar de todo, mi vena de “macho alfa”
salió y tonteé con Ada cuanto pude. ¡Puff! Me arrepentí de mi
comportamiento en cuanto terminé de cenar y nos pusimos a ver una
película cualquiera, en un canal cualquiera, los seis en el salón.
Recordé toda la tarde y lo que debía y no debía haber hecho. Sam
se subió en el sofá y se colocó entre Carlos y yo. Se acurrucó
contra mí. La acaricié el lomo y detrás de las orejas hasta que
suspiró y se quedó dormida.
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