2.LIAM
Estaba
saliendo del agua cuando me encontré a un perro corriendo y una
chica guapa, estilizada, detrás, intentando llegar a él. Tenía el
pelo rizado, le caía en cascada por los hombros y se le mecía por
el viento que creaba al ir corriendo. Según se fue acercando a mí,
pude ver que llevaba el pelo morado, nunca había visto a una chica
con el pelo morado. Parecía alterada, ya que no paraba de gritar que
cogiera al que yo pensaba que sería su perro. ¡Pero no lo era! ¡el
pato era su mascota!, ese pato que yo ni siquiera me había dado
cuenta de que existía.. Me quedé alucinado cuando vi al pato, Dafne
que así lo llamaba la chica. ¡Qué locura!, ¡un pato!. Jamás lo
habría imaginado; así que cuando me preguntó que cómo me podía
agradecer lo que había hecho, simplemente no me salieron las
palabras. Quería verla otra vez, pero estaba tan extasiado
mirándola, que mi cerebro no era capaz de pensar en una contestación
racional.
La
chica.. ¡Simplemente parecía perfecta! Cada rasgo de su cara me
gustaba. Qué loca estaba, ¡un pato! Todavía le daba vueltas al
hecho de que tuviera un pato, no lo creía. Yo, al contrario que
ella, tengo una perra, algo más común. Sam, que así se llama es un
cruce de perro de caza, de tamaño mediano, delgada y de pelo corto.
Tiene manchas grises en la tripa, hocico alargado como el de un
doberman, las orejas lisas y grandes que hacen un triangulo cuando
las relaja; dos manchas marrones en las cejas y una línea blanca que
va desde el hocico hasta más allá de/hasta pasados los ojos. El
resto del cuerpo es negro, con una fina raya irregular que cruza su
lomo desde la pata trasera derecha a mitad del lomo. Patas blancas y
negras, con pequeñas manchas marrones y negras. Es joven, a penas
tiene un año, traviesa y protestona.
-¡eh!
¡tío! ¡venga, que tenemos prisa!- me gritó Noel, me llamaban.
Noel, es de pelo castaño oscuro, algo largo y liso, ojos marrones..
Nos pone siempre el futbol. Se puede confiar en él para cualquier
cosa. No suelo contar las cosas a nadie, pero si no tengo más
remedio que hacerlo, se las digo a él. De todas formas, entre mis
amigos y yo la relación que mantenemos no sobrepasa el ámbito
personal. Somos más bien callados y hablamos de generalidades. Hice
como si no le hubiera oído, quería pasar más tiempo cerca de
aquella chica, mirándola para recordar cada rasgo de su cara, cada
milímetro de su cuerpo; pero ella misma hizo que no pudiera hacerlo
cuando me advirtió de que me llamaban y no tuve más remedio que
despedirme e irme con mis amigos. Por su culpa no podía quedarme más
tiempo a su lado, cuando llegara a ellos se lo haría saber.
Me
estaba alejando poco a poco de ella, y lo único en lo que pensaba
era que no le había preguntado era su nombre.. ¿Cómo se llamaría? Aurora? Almudena? Sandra? Cristina? Cuántos nombres.. Pero solo quería
saber el de ella.. Tampoco la había preguntado dónde vivía, si
podía pasar al día siguiente por su casa a recogerla si no tenía
planes, habíamos tenido tan poco tiempo.. además en vez de
preguntárselo, me iba alejando cada vez más de ella. Además de
todo.. y aunque no lo aparente yo siempre conseguía lo que quería
con una chica. Me gustaba ligar con chicas, intentar alargar lo
máximo posible el tiempo hasta llegar a besarla. Con aquella, no iba
a ser diferente el proceso aunque suscitara mucho más interés que
cualquier otra chica que hubiera conocido en mí.. Pero primero,
necesitaba, al menos saber su nombre.
-¡Eh!
¡pequeña delfín! ¡No puedo irme sin saber tu nombre!- dije con
voz serena. Menos mal que no había sonado de manera tan chulesca
como solía hablar yo cuando quería tontear con alguna chica. Sabía
que a las chicas les gustaban los tipos duros, y a mí se me daba
genial serlo. Pensé por un momento que mi voz iba a sonar temblorosa
(por aquello de que esa chica no era para mí como todas las demás)
pero en vez de eso sonó firme y segura. Me latía a mil por hora el
corazón, esperando que ella supiera que la llamaba a ella, que se
girara, me sonriera y me dijera su nombre.. si no se giraba realmente
me humillaría delante de todo el mundo. Pero se giró y contestó
–¡Ada! ¿y el tuyo? no puedo seguir andando si no me lo dices- me
seguía el juego, me gustaba aquella chica. Siempre me había gustado
coquetear con chicas. Normalmente solía tener rollos de una noche,
algunos terminábamos en la cama y otros solo se quedaban en besos
dentro de un coche o en la discoteca.
-Liam!-
grité lo más alto que pude y a continuación dije -te prometo que
te enseñaré a surfear pequeña delfín- así me aseguraba que la
volvería a ver, estaba seguro de ello. Ada, se llamaba Ada, me
gustaba el nombre, no me iba a olvidar de él, nunca.
-Liam..
¿Qué ha sido eso?- me preguntó Miguel cuando me acerqué donde
estaban mis amigos. Me quedé mirando a Miguel. Era el más alto de
todos, casi metro noventa. Estaba cuadrado, hay que reconocerlo.
Muchas chicas estaban loquitas por él y sin embargo él las
rechazaba a todas esperando a la chica perfecta. Por eso, a sus
veinti tantos años no tenía novia. Era un buenazo, eso también hay
que reconocerlo. Ojos marrones y pelo corto de color madera oscura.
No bebía, no fumaba.. todo lo que la mayoría de las tias quiere de
su novio ¿no?. Siempre vestía con pantalones cortos, camisa y en
invierno alguna palestina se acomodaba en su cuello.
-Pues
ha sido yo ligando con una chica- contesté. No quería hablar
todavía de ella con nadie. Creo que por miedo a que a alguno de
ellos también le pareciera sexy, guapa, bella y esas cosas.
-Es
guapa- dijo sin más Miguel. ¡Lo sabía!. Lo fulminé con la mirada.
-¡Eh!,
¡eh!, que no he dicho nada malo- se disculpó Miguel levantando las
manos mientras negaba con la cabeza y ponía sus ojos en blanco. Creo
que nunca me había visto así por una chica.
-Vámonos-
dije mirando a los demás, que según pasaron por mi lado me dieron
una palmada en el hombro o en la espalda a modo de saludo.
Nos
fuimos a nuestro apartamento, nos duchamos, comimos y pasamos el
resto de la tarde tirados por el salón, jugando a la play, como era
de esperar.
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