Capítulo 3
Siguen
pasando los segundos, los minutos, las horas, los días, las semanas, y ya
estamos a principios de diciembre. Hace más frío que hace unas semanas. Jugar
con Sami en el jardín se ha vuelto una operación de riesgo, pues nos morimos de
frío fuera de casa.
–Vaya asco –murmuro en cuanto el
viento gélido roza mi nariz–. Así es imposible que nos lo podamos pasar bien
–digo quejándome a nadie en particular, pues no hay nadie a mi lado salvo Sami.
Supongo que hablo con ella.
Siguen pasando los días
eternos, siempre iguales.. Algún día que otro me dedico a estudiar para mis
exámenes que tendré en febrero, Pero el estudiar.. hace que me aburra más.
.Otros los dedico a ayudar a mi hermano a estudiar.. Eso es más divertido.. Hablo
con mis amigos de la universidad (Julia, Sara, Noel, Roberto, Dani) y bueno, me
río con ellos. Me cuentan todo lo que hacen y me dan envidia.
Siguen pasando los días y llegan
las vacaciones de Navidad. Es.. veinte de diciembre. A estas alturas, yo ya
estaría en Madrid.. pero no, estoy aquí.
–¡Eh Ana!, acompáñanos al pueblo
–dice mi hermano entrando en mi habitación.
Todavía no he ido ni una sola
vez al pueblo ni a ningún sitio que no sea el jardín de casa.
–No se que se os ha perdido allí
–contesto. No quiero salir.
– Algún día tendrás que salir
–dice mi hermano.
–Ese día no sera hoy –contesto
molesta. No quiero salir y punto.
–O puede que sí –dice mi
hermano–. Papá y mamá quieren que veas algo.
–¿El qué? –pregunto algo
interesada esta vez.
–No lo sé, pero quieren que
vengas. Papá ha salido hace un rato y mamá nos espera abajo – dice mi hermano.
–Así que... En ningún momento
habíais pensado que diría que no, ¿No? –pregunto pues ya han hecho todos los
planes contando conmigo. No quiero ofender a mamá así que bueno, cedo.
–Vale voy –digo sin dejar que mi
hermano conteste a mi pregunta. Me visto, cojo la correa de Sami, la ato y
bajamos hasta la puerta de casa. Ahí espera mi madre con una sonrisa en la
cara.
–¿Listos? –nos pregunta antes de
abrir la puerta. Otra vez el puñetero viento nos azota en la cara. ¡Genial!.
Nos subimos en el coche. Yo voy detrás con Sami. La verdad es que Alaska es muy bonito, tengo que reconocerlo.
Mi madre lleva el coche por carreteras que se nota que son antiguas hasta un
pequeño pueblecito. Supongo que es el pueblo al que pertenece la casa que
tenemos. Para enfrente de una cafetería y nos insta a bajar.
–Vamos –dice mi hermano.
–¿A la cafetería? ¿Me sacáis de
casa para ir a una cafetería? –pregunto pasmada e incrédula. ¡Genial lo que me
faltaba!. Me han timado.
–Venga ya verás que no es una
simple cafetería –dice mi hermano guiñándome un ojo.
–Está bien –digo suspirando. Me
doy por vencida. Con desgana entro en la cafetería y al fondo de ésta veo a mi
padre.. ¡¡Y A TODOS MIS AMIGOS!! Cierro los ojos y los vuelvo a abrir. Los veo.
¡No me creo que estén aquí!
–¡AINHOAAA! –grito mientras
salgo corriendo hacia ella. Ésta se gira y me ve. Se levanta y también corre
hacia mí. Los ojos se me llenan de lágrimas de alegría. No me puedo creer que
esten aquí.
–Hola mi niña, hola –dice Ainhoa
contra mi pelo mientras nos abrazamos fuertemente. Ella también está
emocionada, se lo noto en la voz. Nos separamos unos centímetros para mirarnos
las caras, sonreírnos y volvernos a abrazar. Pasados unos cuentos minutos nos
soltamos y me acerco a la mesa para saludar a los demás. Están todos: Ángel,
Marcos, Carol, Pablo, Pablo(Tete), Fernando(Ferni), Juanma y Carlos(Pitu).
–¿Y esto?, ¿Cómo es que estáis aquí? –les pregunto a todos ellos. Mis ojos vagan de uno de mis amigos al otro,
esperando que alguno me lo diga.
–Fue idea nuestra –contesta
Carolina. La miro y sonrío. Quiero saber más.
–Tú nos dijiste que iríais a
Madrid en Navidad. Llamamos a tus padres para que no volvierais Queríamos
venir aquí y pasar unos días contigo –dice Ainhoa.
–Así que todo el odio que he
sentido por el mundo por no poder veros en Navidad, ha sido por vosotros –digo
con voz herida. No se podían hacer una idea de lo mal que lo había pasado.
–Si, bueno. Pero la sorpresa ha
merecido la pena ¿no? –me pregunta Ángel con una sonrisa de oreja a oreja. Tan
bueno como siempre. Intenta quitar hierro al asunto. Bueno, lo dejare pasar.
Total, ya les tengo aquí.
–¿Cuánto os quedaréis?
–pregunto. Que se vayan dentro de mucho, pienso.
–Pues bueno, después de las
vacaciones de Navidad pensábamos volver. Sobre el tres de enero –dice Pablo.
¡Jo! bueno, quería que se quedaran más pero pasar con ellos... exactamente...
trece días, sí, trece días, está bien.
–Pero... –dice Ainhoa. Me la
quedo mirando. ¿Qué me quiere decir?. Me hace de rabiar y no dice nada, hasta
segundos después que se me hacen eternos –. Ángel y yo nos quedamos un tiempo
más.
Pego un grito. ¡Estoy tan
ilusionada! ¡Se quedan más! ¡Mis dos mejores amigos se quedan conmigo!
–¡¡¡BIEENNNN!!! –grito sin
importarme que pueda molestar a los clientes de las demás mesas –. ¿Cómo es que os quedáis? –pregunto después.
–Hemos movido hilos en nuestras
universidades –me contesta Ángel. Él siempre tan modosito y tan elegante hablando.
–¿Qué hilos? –pregunto
intrigada.
–Bueno aquí por lo visto donde
estudia Miguel, también da clases mi universidad –dice Ainhoa.
–El mundo es un pañuelo –dice mi
padre. Sí, tiene razón. Qué coincidencia la de Ainhoa y qué suerte la mía.
–¿Y tú Ángel? –le pregunto.
–Yo se supone que vengo aquí a
hacer las prácticas –dice con una sonrisa. Me echo a reír pues sé que es una
excusa para verme, pues hacer practicas de ciencias políticas aquí no creo que
tenga nada bueno. Los demás también se ríen, incluidos mis padres y mi hermano.
–Los demás no hemos conseguido
que nos dejen quedarnos –puntualiza Tete con cara de pena.
–Me conformo con pasar con
vosotros trece días –digo y además matizo –. Pasaré estos días pegada a
vosotros, que sois los que tenéis que volver.
–Perfecto –dice Juanma
regalándome esa sonrisa que tanto me gusta. Entonces es cuando mi madre se
levanta de su asiento, se dirige al camarero y le pide que nos haga una foto
con la cámara que ha traído.
–¡Venga chicos sonreiiidd! –dice
Pitu haciendo que todos sonriamos. El camarero hace dos fotos por si acaso y le
devuelve a mi madre la cámara. Ella me mira y me dice
–Ahora vamos a ir a que la
revelen a un sitio que conozco y le compramos un marco para que te la pongas en
el cuarto.
–Gracias mamá –la digo
abrazándola. ¡Qué día más bueno!
Los dos días siguientes, no
hacemos mucha cosa. Hemos tenido que organizar la casa para tantas personas
como somos. Así se han pasado volando estos dos días Aunque no los cambio por
nada. Hemos estado todos juntos haciendo todo. Hemos cocinado, hemos hecho
tartas, hemos jugado con Sami, hemos organizado la casa, que falta le hacia...
Siendo tantos, es fácil hacer cualquier cosa.
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