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miércoles, 23 de enero de 2013

LA VIDA NOS VOLVERÁ A JUNTAR, TE LO PROMETO. cap. 3 ADA


3.ADA


     Quedaban seis días para que volviéramos a Madrid, y yo estaba deseosa de volver a encontrarme a Liam. No paraba de pensar en cuándo nos volveríamos a ver. No me pasaba el día buscándole por la playa, aunque es lo que más deseaba hacer. Los dos días siguientes a nuestro encuentro estuve muy atenta, por si le vislumbraba; pero muy a mi pesar, no lo encontré en aquellos dos días. Un día de aquellos fuimos al cine, como todos los años; el otro lo pasamos descansando metidas en la piscina casi todo el día.

Quedan cuatro días para volver, pensé. Esa mañana me había levantado pronto y aproveché para salir a correr por la playa, algo que me encantaba si me despertaba lo suficientemente temprano. Me puse unos pantalones cortos, una camiseta de tirantes anchos, cogí la cámara de fotos por si encontraba algún animal al que fotografiar o alguna ola. Salí del apartamento, bajé las escaleras del edificio y me dirigí al mar. Estaba completamente vacío; no había nadie. Me dirigí andando lentamente hacia el extremo más cercano de la playa desde el apartamento, me acerqué a la orilla del mar. Ese día el mar estaba más calmado de lo habitual, casi no había una sola ola. Empecé a caminar primero, reconociendo cada centímetro de playa, de arena; intentando buscar cualquier objeto que me pudiera clavar si empezaba a correr. Otros años me había clavado púas de erizo en el pie y era bastante desagradable tener que sacarlas con pinzas después. Tras años pasándome eso, ese año aprendí la lección y primero hice una primera inspección para ver cómo estaba esa mañana la arena. Menos mal que la playa no era muy grande, sino me habría aburrido enseguida de ir mirando al suelo, para ver el más mínimo detalle que no fueran algas o arena. A mi izquierda, algo llamó mi atención. Había algo escrito en el suelo. Sentí curiosidad, así que enfoqué mis ojos hacia el suelo escrito. Estaba mi nombre escrito, pero no de cualquier forma, en mayúsculas, con un espacio igual entre letra y letra. Se notaba que estaba escrito con la mano o con el pie. Cada letra estaba formada por cuatro surcos, cada uno de un tamaño. Supuse que serían un surco de cada dedo. Me quedé mirando aquello, debía haber sido Liam, estaba segura.. Me quedé como hipnotizada mirando aquellas tres letras a pesar de que los trazos fueran imperfectos al no estar escritos sobre un papel a mano. Me permití soñar, total, él no estaba en ese momento delante de mí. Acto seguido saqué mi cámara y de mil y un ángulos hice fotos de mi nombre, con el mar de fondo, con el mar casi rozando el pico de la “A”, con el mar lejos de mi nombre, con una gaviota pasando.. junto a más y más arena.. Pensé que sería buena idea que Liam supiera que había leído mi nombre (y por qué no, que supiera que quería tontear con él), por lo que borré su nombre muy a mi pesar con el pie después de grabarlo en mis pupilas además de en mi cámara, y procedí a escribir su nombre con sumo cuidado. Empecé con una “L” bien grande y recta, después una “I”, después una “A” la cual me quedó algo pequeña con respecto al resto de las letras y por ultimo la “M”. Cuando terminé, me quedé mirando lo que acababa de escribir y empecé a tener dudas. Tal vez no había sido Liam el que había escrito mi nombre, había más gente en el pueblo que sabía mi nombre. O sí, no podía estar segura. ¿Debería borrarlo? no estaba segura y cuando levanté mi pie de la arena decidida a borrar el nombre, noté que mi pie temblaba. No borré el nombre, lo dejé allí mismo y me fui a casa, sin saber a ciencia cierta si había hecho bien o no dejando escrito su nombre en la arena. En cuanto me alejé lo suficiente para no ser ya capaz de ver lo que había escrito me puse a pensar. Era como un juego, eso me encantaba. El tonteo era lo que mejor se me daba, lo que más me gustaba. Me iba a divertir aquellas vacaciones.

-¡Dónde estabas!- dijo Ainhoa al verme entrar por la puerta. Estaban todas levantadas ya y Dafne corrió junto a mi para pedirme su comida.
-He salido a correr y mirad lo que me he encontrado- dije metiendo la mano en mi bolsillo. Al escuchar esto último, automáticamente mis amigas vinieron a ver lo que tenía guardado en mi bolsillo. Eran todas unas cotillas, al igual que yo. Si no hubiera sido por mi vena cotilla, nunca habría ido a mirar aquellos trazos que formaban mi nombre. En momentos como aquel me sentía casi orgullosa de ser tan cotilla como era. Al sacar la cámara, pude ver en sus rostros algo de decepción, pero ésta desapareció cuando las enseñé las fotos de los trazos de mi nombre grabado en la arena y quién pensaba que los había escrito. Sus caras se transformaron en sorpresa, algo de incredulidad y muchas sonrisas de felicidad.
-Mañana por la mañana, vuelve a bajar a la misma hora a ver si te ha puesto algo nuevo. Si ha sido Liam el que lo ha escrito seguro que te contesta algo- dijo Vanessa. Habló con voz dulce y sincera y me hizo creer que todo lo que decía era verdad.
-Ojalá a mí me escribieran algo así- dijo Ainhoa con voz melancólica. Ellas pensaban en cosas románticas, mientras yo pensaba más en la acción. Yo le daba mucha más importancia a la tensión sexual que se formaba cuando me acercaba al chico que me gustaba. La tensión que crecía cuando él me correspondía. Ellas pensaban en novios y yo en todo menos en eso. Éramos diferentes y sin embargo ahí estábamos todas. En ese momento, ninguna tenía novio, ninguna tenía a nadie con quien contar, solo estábamos nosotras seis. A lo mejor os parece triste, pero realmente, yo por lo menos, estaba muy bien así, con ellas.

Algo más tarde y después de ordenar algo el apartamento, bajamos a la hora de siempre a la playa y nos sentamos al lado de unos chicos, tres exactamente, que Julia decía que eran muy guapos. Yo, solo podía pensar en Liam. Al poco de habernos sentado, se acercaron a nosotras y nos propusieron una cena, en un bar que conocían, esa misma noche. Lo cual me pareció un asco. No nos conocían de nada y ya nos invitaban a salir. ¡Pero si ni siquiera nos conocéis! Quise gritar. Tenían aspecto de chulos y siempre he odiado a los típicos chulos de playa que quieren ligar contigo. Lo peor: a todas les pareció bien y yo aunque no quería, también tuve que aceptar. A los mejor les pareció buena idea porque Liam y sus amigos pasaron de nostras cuando intentamos llamar su atención.. Yo lo que quería era que Liam me invitara a cenar, a comer.. A estar con él.. Pero no aquellos tres chicos. Estaba resentida, me di cuenta unas horas después cuando volvimos a casa y nos preparamos para salir a cenar. Porque ninguno de aquellos tres chicos fuera Liam, no tenía por qué estar enfadada. La verdad que no me había fijado mucho en ellos, solo lo necesario para saber que eran unos chulos y el tiempo que habían pasado a nuestro lado, yo lo había pasado en el agua. Tal vez intentaba esquivarles porque tenía miedo de que alguno de ellos me gustara, me gustara de verdad. Yo solo quería tener ojos para Liam, quería tontear con él y con nadie más. No le conocía pero.. Algo se estaba formando en mi interior. El hecho de que salvara la vida a Dafne.. que se girara solo para preguntarme cómo me llamaba.. era una especie de principio de tonteo.. y el tonteo.. es lo que más me gusta de las relaciones como ya sabéis. El intentar que sepa todo de ti, que se fije en ti, que te vea tal como quieras que te conozca.. cogerle la mano.. que te cojan de la cintura y aproveches para acercarte a sus labios e intentar besarle y dejarle con las ganas.. eso era lo mejor de todo. Me quedé pensando en cómo habían intentado ligar con nosotros aquellos tres chicos.
-Hola, me llamo Marcos, hacéis algo esta noche?- nos había preguntado uno de aquellos tres chicos. Él se había levantado de donde estaban sus amigos y se había acercado algo a nosotras. Todas le miraron con cara de sorpresa y aprobación, mientras yo le miraba con cara de odio. Esperé que dijeran que no, pues yo lo habría hecho.
-emm uummm bueno.. pues..- dijo Vanessa sin saber muy bien que decir, pero como ninguna de nosotras decía nada.. nos miramos las unas a las otras y supe que todas querían.
-Sí, ellas quieren sí- dije con tono irónico, aunque pareció que el chico no se dio cuenta, pues me lanzó una bonita sonrisa. Yo no la contesté. Simplemente me levanté y me fui al agua con Dafne. No sé de qué más hablaron, pero creo que logré que al menos a él le quedara claro que pasaba de su culo y que me debían dejar en paz aquella noche.

Me puse un vestido de verano, blanco con siluetas de flores y hojas verdes (a pesar de que los odio, las chicas me obligaron a estar presentable, ya que pensaba salir de casa en pijama casi. Bueno sin casi, pensaba salir en pijama). Me calcé unas chanclas blancas, ya que no me dejaron ponerme con el vestido mis zapatillas para bajar a la playa. “es muy cutre” me había dicho Carolina. Cogí mi bolso blanco y a Dafne. No sabía si me la dejarían meter, pero cuando me ponía cabezota, decía y hacía estupideces como aquella: llevarme a Dafne allí donde iba. Era solo por molestar, por llamar la atención, para que me dijeran que Dafne no podía entrar y me pudiera marchar tranquilamente a casa sin tener que aguantar a ninguno de aquellos tres chulos de playa.
-¿De verdad te la vas a llevar?- me preguntó sorprendida Vanessa. Su cara lo decía todo, no se podía creer que fuera tan infantil. Pero yo, ignoré ese hecho.
-Sí, ya he dicho que sí. Somos un pack- dije. Creo que lo único que quería era llamar la atención de mis amigas y hacer que los tres chicos se alejaran de mí nada más verme con Dafne.
-Si te la quieres llevar adelante- dijo Sara algo confusa.
-Sí, llévatela, aunque no creo que sea la mejor forma de empezar la noche- argumentó Ainhoa. Por fin en algo cedían. Seguramente por lo hartas que estaban ya de mis niñerías. En realidad tenía razón, todas tenían razón. Dafne solo me iba a traer problemas, pero en ese momento quería problemas. Aún así no cedí y miré furibunda a Ainhoa que me mantuvo la mirada. Era la que mejor me conocía y sabía que algo pasaba. Aún no habíamos tenido tiempo de hablar de Liam.. Quería que me vieran como la chica rara de pelo morado que tiene por mascota un pato. Así no se acercarían a mí y yo podría fantasear con Liam.

Habíamos quedado con ellos en la playa, a las 9.30 y allí estábamos. En el principio de la playa, quietas, esperando las seis. Seguía enfadada y no quería esperar más tiempo, así que me fui a andar por la playa, alejándome con Dafne. Ninguna de mis amigas me dijo nada; habían entendido lo que me pasaba. No quería fijarme en otro que no fuera Liam. Tenía miedo de poder dejarle atrás; porque por él, en cuanto le vi.. algo en él me atrajo y me encantó. Quería estrecharle hacía mí, atraer su rostro hacia el mío y besarle. Nunca había sentido esa atracción por nadie y quería seguir sintiéndola, pues hacía que fantaseara cada vez más y el anhelo se incrementara. Era como yo misma tonteara en mis sueños con él. Lo cual me encantaba. No quería conocer a alguien que fuera más especial que él. Además había escrito mi nombre en la arena de playa. A mí me parecía muy romántico (sí, romántico sí. Y sí, a veces me derretía por las cosas románticas, aunque no siempre.), aunque estaba segura de que cuando se lo contara a mis amigos de la uni se echarían a reír y me dirían: “ese tal Liam es un calzonazos”. Se pasarían días, incluso semanas riéndose de él. A pesar de ello, yo estaba segura de que me seguiría pareciendo precioso que hubiera puesto mi nombre en la arena.
Y llegaron los chicos, con siete minutos de retraso. Los vi llegar desde lejos. Los tres parecían guapos, aunque estaban demasiado lejos para poder ver sus facciones bien. Los tres se acercaron a mis amigas y las saludaron. Todos eran delgados y parecían musculosos. Lo que yo decía.. chulos de playa pensé. Los escuché hablar, aunque a mis oídos solo llegaban murmullos y trozos de frases. Me quedé mirando la escena. Quería ver cómo eran antes de acercarme, cómo hablaban, cómo gesticulaban. Pero.. uno de ellos, no sé por qué, se giró y se quedó mirándome. ¿Cómo se atrevía a mirarme?. Le mantuve la mirada, desafiándolo. Tras unos segundos mirándome, se giró hacia mis amigas, las dijo algo, ellas contestaron y acto seguido se giró para volverme a mirar. Se empezó a acercar. Poco a poco. Supongo que estaba lleno de curiosidad por saber quién era yo, la marginada que observaba a sus amigas desde la lejanía. Cuando estuvo a unos cinco metros de mí, empezó a dar pasos vacilantes; como sin saber muy bien si podía seguir avanzando o no. Supongo que sería por mi cara, no era la más bonita, tranquila y esperanzadora del mundo. Estaba rabiosa. Era realmente guapo. Ojos claros y pelo castaño, o eso parecía a la luz de la luna. Llevaba una cresta, algo que rompía el estereotipo de chulo de playa que pensaba que era. Musculoso a la vez que delgado. Parecía buena persona, a pesar de llevar unas botas negras (unas Dc. Martens para ser exactos. Lo supe porque mi hermano y yo tenemos también unas así). Cordones rojos, pantalones escoceses rojos y negros, una camiseta negra con un dibujo azul en el medio.
-Hola, me llamo Marcos- dijo el chico. Anda si era el chico al que había mandado a la mierda para mis adentros por la mañana antes de lanzarme al mar (por lo visto no se dio por aludido cuando pasé de él)
-Ada- dije y me callé, miré al suelo, esperando que se fuera. Pero se quedó. Me rompió bastante los esquemas acercándose a mí y vistiendo como vestía. Tal vez, y solo tal vez, le podría dar una oportunidad para que fuéramos amigos por ser tan raro como yo en aquel momento.
-¿Por qué estás aquí, estando las demás allí?- me preguntó sin intención alguna de hacerme enfadar o que contestara mal. Solo intentaba iniciar una conversación. ¿Pretendía ligar conmigo? Porque lo llevaba claro. Que no fuera el estereotipo de chulo de playa no quería decir que no lo fuera cuando estaba con su bañador en la playa por las mañanas. ¡Puf! No entendía por qué me comportaba como lo hacía. Realmente, no podía luchar contra lo que sintiera. Y si alguno de aquellos tres me gustaba por mucho que me negara, me seguiría gustando. A pesar de aquella gran verdad, seguí en mis trece, enfadada sin saber por qué. Por un segundo pensé que su pregunta la hacía por compasión, pero en seguida quité esa idea de mi mente.
-No quería venir- dije secamente
-¿Y eso por qué?- me preguntó con voz dulce. Al principio pensé que era un entrometido, pero entendí que lo único que quería era hablar conmigo, pero yo no quería hablar. No se lo había contado ni a mis amigas, pero.. las palabras me salieron solas. Tal vez porque al ser de noche, no podía verle apenas, solo el contorno de su cuerpo dibujado por la luna y se me hacía más fácil contarle las cosas a un desconocido que no podría juzgarme realmente por cómo soy, sino por lo que digo. O tal vez por el hecho de que al no verle, hacía que no tuviera que mirarle a los ojos al hablar, ni hacer gestos.. o simplemente porque era mi hora de explotar y soltar todo de una puñetera vez.
-Hace unos días conocí a un chico. Solo le he visto un par de veces. Se llama Liam. Dice que viene aquí todos los veranos. Salvó a mi pato- hice una seña hacia Dafne. Marcos la miró. Por la cara de sorpresa que pude vislumbrar, me dí cuenta de que no se había fijado que había un pato al lado de mis piernas –algo en él me llamó la atención y no quiero dejar de pensar en él- concluí. Es verdad, admití para mí misma, no quería dejar de pensar en él. No sé muy bien por qué. No sé que vi en él que no había visto nunca en ningún otro chico.
-¿Por eso no quieres hablar con nosotros?- preguntó parecía no entender nada. Su voz sonó a medias entre burlona y comprensiva. Pensaba que se reiría de mí en mi cara. Sabía que lo que acababa de decir era de niña de diez años y que mi comportamiento era de una niña de párvulos, pero no podía remediarlo; me salía solo.
-A Liam le conozco lo mismo que te conozco a ti, es decir, nada y no quiero que alguno de vosotros me guste, quiero que solo me guste Liam- dije acalorada. Me estaba poniendo furiosa de repente, lo que hizo que dijera tonterias como aquella. No sabia por qué estaba diciendo lo que decía, estaba loca. Realmente ya me había dado cuenta de que lo que decía era una tontería, pero seguía defendiendo lo que había dicho, sin saber por qué.
-Lo que dices, no tiene lógica- dijo Marcos, tenía toda la razón. Y esta vez comenzó a dar un par de paso hacia mí. Yo me estremecí. No le quería más cerca. Cada vez que él estaba más cerca sentía que el recuerdo de Liam era amenazado con borrarse y ser suplido por la cara de Marcos –si de verdad te gusta, nadie suplirá su lugar- me quedé pensando en lo que acababa de decir. Tenía toda la razón del mundo, pero no iba a ceder y darle la razón a un desconocido. Por algún motivo, había confiado en él más de lo que había confiado en mis amigas. Algo me impulsaba a seguir intentando sacar toda la rabia que tenía contenida por todos los acontecimientos que habían sucedido.
-Eso es lo que tú piensas- dije en un susurro. Marcos se acercó más a mí y me dijo casi en mi oído –y tú piensas igual, aunque no lo reconozcas- me quedé quieta, sin decir nada. Parecía que quería flirtear conmigo y la verdad es que algo dentro de mí me decía que podía confiar en él. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, aunque no fue tan intenso como el que me recorrió el cuerpo entero cuando vi a Liam días atrás. Me caía bien aquel chico, a pesar de lo mal que lo había tratado contestando tan secamente. Sonreí y entonces él aprovechó para hablar -¿me presentas a tu pato y nos vamos con los demás a cenar?- me pareció una buena idea su oferta. Nadie se había preocupado nunca por Dafne. Era mi mascota pero para el resto del mundo parecía casi ni existir, menos para Marcos. Supuse que sabía que para ganarse mi confianza, necesitaría a Dafne de su parte.
-Se llama Dafne, tiene un año y dos meses y pone huevos- dije orgullosa de Dafne.
Marcos se acercó a Dafne y se arrodilló a su lado. Dafne por su lado, se puso de pie e hizo su “bufido” de cuando alguien nuevo se acercaba a ella. Se puso en posición de defensa.
-No te preocupes, no te conoce, ya dejará de bufar- dije esperando que Marcos no se apartara de Dafne y ésta terminara por aceptarlo. A los pocos segundos, Dafne ya estaba picoteando la mano que marcos tenía tendida. Se acercó más a ella y con su otra mano acarició las alas de Dafne, ésta se puso a piar. Siempre piaba cuando estaba feliz. Le había aceptado. Al ser un pato mudo, no hace el típico “cuack-cuak” sino que pía. Me recuerda a una mezcla entre el canto de un canario y el piar de los pollitos.
-¿Nos vamos?- me preguntó después de haberse levantado y haberme sonreído.
-Por supuesto- contesté. Me sentía más segura ahora. Tal vez porque conocía, aunque poco, a uno de los tres chicos. Le sonreí. En unos minutos, había conseguido que me calmara. Mis amigas no lo habrían conseguido. Creo que lo que hizo que cambiara de idea respecto a él fueron sus pintas y el hecho de que se fijara en Dafne. Eso le hacía diferente a cualquier persona de conocía. De todas formas, no me podía fiar de él por completo. Apenas hacía unos minutos que nos habíamos presentado.
Nos acercamos donde estaban los demás, Dafne nos siguió de cerca, como hacía siempre. Me paré a escasos pasos de los chicos y Marcos nos presentó
-Ada este es Roberto y este Álex; Roberto, Álex esta es Ada- dijo y cuando parecía que ya habían acabado las presentaciones dijo –y esta es Dafne- señaló a Dafne que estaba detrás de mí. Los chicos me sonrieron y yo les devolví la sonrisa, pero me fijé en que apenas echaron un vistazo a Dafne. Estaba más tranquila que antes a pesar de todo.

Nos pusimos rumbo al bar donde íbamos a cenar. Para mi sorpresa, no estaba en la orilla del mar como me imaginaba, estaba adentrándose por el pueblo. No tardamos en llegar. Por fuera parecía el típico bar de pueblo, sin terraza ni nada. No estaba segura de si me iban a dejar meter a Dafne y cuando entró Marcos a preguntar, le dijeron que era imposible que entrara, por mucho que intentáramos convencer al dueño.
-Voy a casa a dejar a Dafne- dije algo triste, pensando en el camino de vuelta a casa sola, para dejar a Dafne en casa sola y volver para cenar. No me apetecía, pero tenía que hacerlo por lo cabezota que había sido. Además quería volver y hablar algo más con Marcos.
-Te acompaño- dijo Marcos para mi sorpresa. Mejor, así no me aburriría tanto en el camino de casa al bar.
-Os esperamos aquí- dijo Ainhoa dándome un beso y un abrazo. Me sonrió y me susurró sin que nadie lo pudiera oír –te lo dije-. La sonreí. Realmente no sabía que me había dicho. ¿Qué no trajera a Dafne?, ¿qué me llevaría bien con alguno de esos tres chicos?.

De vuelta a casa me di cuenta de que no me había fijado en cómo eran los otros dos chicos. De hecho, no recordaba ni sus nombres. Uno empezaba por A, ¿puede ser?. En ese momento no me importó lo más mínimo no acordarme del nombre. Me acordaba de Marcos, el chico que se había fijado en que Dafne existía, e incluso se había presentado a ella.
Caminamos en silencio, el uno al lado del otro, con Dafne pisándonos los talones, durante unos metros y luego comenzamos a hablar.
-¿Por qué has querido acompañarte?- le pregunté. Esa pregunta me había rondado la mente desde que nos habíamos puesto rumbo a mi apartamento.
-Para saber dónde vives- dijo con tono burlón. Me paré en seco y abrí la boca poniendo los ojos en blanco.
-Es broma, se apresuró a decir. Creo que ha sido mi culpa que trajeras a Dafne. Tú sabías que no la dejarían pasar, estoy seguro- dijo Marcos serio.
-Gracias- sonreí sin saber qué más podía contestar -¿venís mucho?- pregunté para saber más acerca de él
-Sí, solemos venir aquí en los puentes, algún que otro fin de semana y en verano, ¿y tú?- me preguntó
-En verano, venimos en verano. Antes veníamos con nuestros padres y hermanos- dije. Me arrepentí de admitir que antes venía con mi familia, quedaba muy de niña, pero él me sonrió a modo de respuesta
-¿Estás muy unida a tu familia?- me preguntó interesado por la respuesta que le daría
-Mucho, con toda mi familia. Quedamos a menudo todos. En mi cumpleaños pasamos todo el día en mi casa de la sierra- contesté feliz al recordar mis anteriores cumpleaños.
-Se te iluminan los ojos cuando hablas de ello, ojalá se me iluminaran así mis ojos al hablar de mi familia- dijo nostálgico. Sentí pena por él. Se dio cuenta, ya que cuando me miró vio que estaba a punto de llorar. La familia es tan importante para mí que ver que otro no la disfruta como yo, hace que entristezca rápidamente.
-¿Me cuentas cómo es tu relación con tu familia?- pregunté tímidamente. No estaba segura de si querría hablar del tema o no.
-Mi padre nos abandonó a mi madre y a mi cuando tenía tres años, desde entonces, mi madre ha tenido que trabajar día y noche para poder pagar nuestra casa y tener qué comer. Trabaja por las mañanas y por las noches, así que no nos vemos mucho. Mi relación con ella, a pesar de todo no está muy afianzada, no como debería. Yo también trabajo por las mañanas antes de entrar a las prácticas del módulo para poder ayudarla y que ella algún día pueda dejar de trabajar tanto- me dijo. Me quedé pensando en lo que me había dicho. Sonaba extraño, el que la madre sacara adelante a Marcos sola, debería ser suficiente para que su relación fuera más que estrecha. Aunque si no pasaba mucho tiempo en casa, tal vez se hubieran ido separando con el tiempo. Pensé en mi familia y me sentí afortunada de tenerlos a todos.
-Deberías venir conmigo, y conocer a mi familia, te gustaría- dije sonriéndole. Se quedó perplejo al oír mi invitación, tal vez había sido demasiado directa, le acaba de conocer. Sin embargo en ningún momento se negó a venir, sino que contestó devolviéndome la sonrisa –no te voy a decir que no-. Me alegré de que no le disgustara la idea, ya que yo no estaba muy segura de la invitación que acababa de hacerle.
No tardamos en llegar a casa y dejar a Dafne en su sitio. Enseñé a Marcos la casa entera, el salón, los baños, las habitaciones, la cocina y la terraza, donde nos quedamos viendo el mar.
-Podríamos quedarnos aquí y pedir unas pizzas- sugerí al ver que en sus ojos reflejaba la misma expresión que los míos: no querer ir a ninguna parte.
-Sí, podríamos- me contestó Marcos mirándome. Sí, definitivamente tenía las mismas ganas que yo de que nos juntáramos con los demás, es decir, ninguna. A su lado me sentía muy bien y descubrí que podía hablar abiertamente de cualquier cosa. Parece más fácil contar las cosas a un extraño que a la gente que te conoce pensé en aquel momento. Aún hoy, a veces sigo pensando que algunas cosas de las que me callo, a un extraño se lo podría contar perfectamente.
-¿Pido las pizzas entonces?- dije dirigiéndome al salón. Estaba feliz por quedarme en casa y poder ser yo misma. Sin fingir que me apetecía cenar con los amigos de Marcos, lejos de Dafne, en un bar. El plan de pizza con Marcos y Dafne me seducía mucho más, a pesar de que desde fuera se viera soso.
-Sí, claro- dijo Marcos alegre. Parecía a gusto con la idea de que nos quedáramos en casa.
-¿Cuatro quesos y napolitana?- pregunté con el teléfono ya en la mano.
-Por mi vale- dijo Marcos sentándose en el sofá.
-Son mis favoritas- dije en voz baja mientras me ponía el teléfono en la oreja.
Marcos esbozó una sonrisa y se hecho a reír –también son las mías- dijo con cara divertida. Teníamos bastante en común, como el hecho de querernos quedar en casa, hablando, antes que conocer a más personas.
Pedimos las pizzas que no tardaron en llegar y Marcos se encargó de pagar. Cenamos en el salón, con la tele puesta, el volumen bajo para que pudiéramos hablar sin que el sonido molestara.
-¿Y qué estudias?- pregunté cogiendo otro trozo de la pizza de cuatro quesos.
-Cocina- me contestó.
-¿Cocina? ¡¿Y hemos tenido que pedir unas pizzas?!- contesté con voz entre perpleja, alarmada e inquisitiva.
-¡Podrías haberme hecho la cena!- exclamé señalándole de modo inquisidor- ¡TÚ! Has hecho que pierda el dinero- dije ya riéndome.
-Sí, podría, pero no lo he hecho- dijo burlonamente Marcos y añadió –además eso no es cierto.. he pagado yo, te he invitado- Puse los ojos en blanco -¿qué más secretos me escondes a parte de que eres cocinero y no cocinas y me invitas a pizzas hechas por unas manos que no son las tuyas?- pregunté intentando picarle más, retarle a que me contara algo más picante sobre él.
-Me gustan los videojuegos, sobre todo el guitar hero; todo el mundo se queda hipnotizado por mis ojos, menos tú- se quedó pensando durante unos segundos, supongo que por el por qué de que no hubiera sucumbido al encanto de sus ojos.
-No me he fijado en el color de tus ojos, era de noche, solo he visto que son claros- dije mirándole fijamente a los ojos por primera vez. Me quedé pasmada. Tenía un color de ojos como no había visto nunca. En la playa los había visto claros, pero eran mucho más que eso. Era como ver el océano, el sol y la montaña.. empezando por su pupila, sus ojos comenzaban siendo de color amarillo, como el mismísimo color del sol, según se alejaban más de su negra pupila, el iris adquiría un tono verdoso como si fuera un bosque, para más tarde convertirse en un azul cielo. Tenía unos ojos preciosos, no sabía como no me había dado cuenta antes.
-Ahora sí que los has visto- dijo él, haciéndose un poco el chulo- esta es la reacción que tienen mis ojos en todo el mundo- terminó diciendo casi con indiferencia. Por un momento, me enfurecí era un creído y se lo hice saber
-Creído- dije mirándole fríamente lanzándole un cojín del sofá-
-Guapa- me dijo a modo de contestación y entonces sin venir a cuento, nos echamos a reír, a carcajada limpia. Me reí como nunca me había reído. Conectaba muy bien con él.
-Tienes unos cambios de humor digamos que.. ¿cómo lo llamaría yo..? diferentes a los del resto de la gente- dijo marcos cuando paramos de reír.
-Raro, realmente soy rara- dije. Lo admitía.
-No lo eres, eres mejor que ninguna chica que conozco- dijo marcos. Sentí miedo. ¿Se estaba declarando YA?
-¡eh, eh! Despacito galán- dije
-¿Por qué?, ¿qué he hecho?- preguntó Marcos.
-No intentes ligar conmigo ya- dije arqueando las cejas. La contestación de Marcos fue poner sus ojos en blanco.
-Pretendía ser agradable- dijo.
-Está bien- dije dando por terminada la conversación, ya que me sentía algo avergonzada.
-Debería mandarles un mensaje a las chicas para que sepan que hemos cenado aquí- dije dubitativa, ya que las chicas no sabían de mi desde hacía unas horas.
-Está bien- dijo Marcos mientras yo sacaba el móvil de mi bolso y escribía.

YO: ceno en casa con Marcos, ya os contaré. Pasadlo bien. No lleguéis muy tarde. Suerte.

No tardaron en contestarme.

Ainhoa: No te preocupes por nosotras, estaremos bien con ellos. Pásalo tu tb bien. Te vemos esta noche.

-Ya está, ya saben que nos quedamos aquí- dije volviendo a él.
-¿Qué te apetece hacer?- me preguntó Marcos.
-Hablar, hace mucho que no puedo contar todo todo a alguien y bueno.. creo que aunque no nos lo han dicho a Vane y a mi.. las chicas han traido la play, podemos buscarla y jugar- dije. Yo no era mucho de jugar a la play. Solo jugaba con mi hermano. Pero a Marcos le gustaba y bueno, yo también podría hacer algo por él aquella noche. Sabía que las chicas abrían llevado la play porque siempre lo hacían y siempre a escondidas (ya que Vanessa y yo siempre les decíamos que nuestras semanas de vacaciones era para hacer cosas que no hacíamos en Madrid).
-Me parece perfecto que hablemos, todo el tiempo que quieras. Y bueno a lo de la play.. no me puedo negar..- dijo. Me sentí bien al escuchar sus palabras. Me estaba empezando a gustar de verdad.
Le conté como era mi vida, como eran mis amigas, como me sentía en aquel momento hablando con él, las ganas que tenía de volver a ver a Liam.. Por su parte él me contó parte de la historia de su vida, me habló de su casa, sus amigos, sus compañeros de cocina, alguna anécdota divertida de sus primeras recetas fallidas, como la vez que estando en clase haciendo una crema se le calló la rapa de un bolígrafo a un compañero suyo en la olla. Ninguno dijo nada y al final su crema fue la que más le gustó al profesor. Pasamos hablando quién sabe hasta cuando. No jugamos a la play, porque no logramos encontrar en qué maleta se encontraba. Ese año las chicas habían sido más listas. Nos quedamos dormidos en el sofá y nos despertamos simultáneamente al día siguiente, por un estruendoso ruido que se produjo en la cocina. Estaba segura de que sería Ainhoa intentando preparar el desayuno.

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