4.LIAM
Tenía
ganas de volver a verla, pero sabía que casi no había
probabilidades de que ese verano la viera; faltaba poco para que me
fuera.
Recordé
lo que había hecho el día anterior. No sabía como podía contactar
con ella.. y se me ocurrió escribir su nombre en la arena. Bajé por
la noche, diciendo que iría a dar un paseo. Me acerqué a la orilla,
cerca del punto donde nos habíamos conocido. Me descalcé y con mi
pie desnudo, tracé con grandes palos su nombre en la arena “ADA”.
La arena estaba fría y era suave. Se resbalaba por mis dedos y se
disponía a ambos lados de mis dedos, mientras hacía surcos en la
arena. Intenté mover el pie lo más ágilmente que pude, para que el
nombre quedara perfectamente grabado en la arena. Lo dejé allí; lo
suficientemente lejos del mar como para que las olas no lo
alcanzaran, pero cerca de la orilla para que Ada al pasear pudiera
verlo. Ojalá lo viera y contestara.. Aunque fuera con mensajes en la
arena, iría conociéndola mejor. Era casi hasta romántico, salvo
por el hecho de que todavía no sentía nada mágico por ella, aunque
sabía que era la chica más especial que había conocido. Estaba
ansioso por volver a verla y poder tontear con ella como solo yo
sabía. Caería rendida a mis pies, estaba seguro.
Ángel
me dio un codazo, el cual me hizo volver a la realidad. Ángel es, de
todos nosotros, el más problemático. Nunca sabe bien lo que quiere
y lo que no, no sabe decidirse y siempre tiene algún problema para
tomar una decisión. Nos calienta la cabeza mucho, si; nos pide
consejo y hace lo que quiere, si; intenta justificar todo lo que hace
cuando hasta él mismo sabe que lo ha hecho mal, si; se le va la
pinza, si; pero a todos nos gusta. Es alto, metro ochenta y algo,
delgado como un espagueti, pelo corto y castaño claro, al igual que
sus ojos casi algo verdosos. Brazos largos, blancos y con pelos
oscuros. Se le ocurre cualquier tipo de ideas para hacer en un
segundo y la mayoría son difíciles de llevar a cabo. Cambia de
opinión cada dos por tres, así que nunca puedes estar seguro de si
lo que ha dicho es realmente lo que piensa o dentro de dos segundos
cambiará de opinión.
Era
ya tarde, casi había anochecido, quería bajar a ver si me había
contestado antes de que la playa se quedara a oscuras sin el sol,
pero no sabía cómo escabullirme.
-Voy
a salir a darme una vuelta con Sam- anuncié saliendo ya por la
puerta de casa.
-¡Vale!-
me gritó Miguel desde el salón. Uff menos mal que no había
preguntado a dónde iba, no quería contárselo a nadie, aún no.
-¡Voy
contigo! ¡espera!- dijo Ángel acercándose a mi. Genial.
-No,
mejor voy solo- dije
-¿Por
qué? ¿acaso vas a quedar con la chica que vimos el otro día?-
preguntó Ángel. Sabía que se refería a Ada. No quería mentirle,
porque se daría cuenta de que lo hacía y sería aún más pesado,
así que le contesté –algo parecido-
-¿Algo
parecido?- dijo Ángel. Es un cotilla. Quiere enterarse de todo, es
lo malo que tiene. Aunque como punto fuerte se podría decir que te
ayuda en todo. Es mi mejor amigo.
-Ayer
la dejé un mensaje en la arena, voy a ver si ha contestado- dije con
voz derrotada. Me sorprendió que de mi boca hubieran salido aquellas
palabras.
-¿Puedo
acompañarte?- insistió Ángel. Me puso la misma cara que Sam cuando
no me la llevaba conmigo y ya no aguanté más. Le hice un gesto
afirmativo con la cabeza y salí por la puerta con Sam y Ángel
detrás de mí antes de que me arrepintiera de llevarle.
Cuando
llegamos a la playa, me acerqué al punto exacto en el que el día
anterior había escrito su nombre, y vi que ella había escrito el
mío. Sabía que había sido yo.. me quedé observando las letras.
Ella también las había escrito con el pie.. “LIAM”, eso ponía..
Mi nombre.. Sonreía cada vez que lo leía. Sam empezó a ladrar al
ver que me había quedado inmóvil mirando la arena. Eso hizo que
volviera en mí. Para cuando pensé qué otra cosa podría
escribirle, Ángel había aparecido a mi lado con un palo de color
marrón clarito. Parecía un trozo de bambú de las hileras de bambú
que separaban la arena de la playa del pequeño pueblo en algunos
puntos.
-Toma,
escribe con esto- me ofreció Ángel, dándome el trozo de bambú.
Tal vez no había sido tan mala idea que fuera.
Cogí
el palo de sus manos, borré con ternura y lo más suavemente que
pude mi nombre, y escribí. “21ª”. Tenía veintiún años.
Esperaba que ella interpretara bien todo y supiera contestar bien. No
quería alargar el mensaje, así me parecía más excitante, por así
decirlo. Mensajes cortos pero que decían muchas cosas a la vez.
Después, clavé el palo para que ella pudiera escribir con él;
observé por última vez mi mensaje y me alejé junto con Sam y Ángel
a casa otra vez.
-No
le digas nada a nadie de momento Ángel- le dije antes de volver a
entrar en casa. Quería que de momento todo quedara entre nosotros.
Los demás no pararían de atosigarme y con Ángel era suficiente.
-Tranquilo
no diré nada, esperaré a que lo hagas tú- me dijo; y después me
guiñó un ojo. Me iba a costar caro que Ángel lo supiera.
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