Capítulo 8
Hay
cosas que no te he llegado a contar sobre Eduardo.
Entre nosotros todo empezó bien, las
primeras semanas. Todo bonito y color de rosa. Es como si esperara a que
realmente estuviera pillada por él para empezar su maquiavélico plan.
Lo primero que hizo fue pedirme, bueno esa
no es la palabra. Me exigió, sí, esa es la palabra. Me exigió que dejara de
hablar contigo y con Alejandro. Tuve que aceptar por no hacerle enfadar. Pero
me era imposible no hablar contigo. El problema venía después, cuando no era
capaz de mentir y le contaba a Eduardo que había hablado contigo y se enfadaba
conmigo.
-No quiero que vuelvas a hablar con él. Es tu ex
novio- me dijo Eduardo una vez que le dije que había hablado contigo, otra vez,
otra noche más.
-No pasa nada Eduardo, te quiero a ti. Pero él
es mi amigo- contesté. No fue bueno contestar.
-¡me da igual lo que sea para ti! ¡La decisión
está tomada! No quiero que hables más con el. Y tampoco con ese amigos tuyo,
Alejandro- me dijo Eduardo. Mi voz, junto con mi corazón, se quebraron. No
hablar más con Alejndro? Nos habíamos criado desde enanos juntos, era mi mano
derecha, mi mejor amigo desde la infancia, tú lo sabes. Y me estaba pidiendo
que le dejara de lado. No me podía estar pasando aquello. Pero estaba pasando.
Poco a poco separándome de las cosas que más quería.
-pero yo... Eduardo...- dije en un susurro
mirando al suelo, sumisa.
-no hay nada que hablar. Estas conmigo y yo no
quiero que te juntes con gentuza como esa. Has visto como visten?- pregunto
Eduardo con su voz llena de ira. Así que el problema era la ropa. Con lo que me
gusta cómo vistes tú.
-es la ropa? Les discriminas por eso? Por la
ropa?- grazne. No me lo podía creer. Tenía que luchar algo por la amistad de
Alejandro y por ti. Pero la lucha no duró ni una hora de reloj. Colgué y al día
siguiente, en el colegio, le pedí perdón y acaté lo que me demandaba. Me alejé
de ti y de Alejandro.
Lloré, lloré por vosotros, por la amistad
perdida... Sentía impulsos cada día de hablar con vosotros. No tenía a nadie a quien contar mis problemas
que no fuera Eduardo después de todo y él se convirtió en mi confidente. Pero
las cosas que rondaban mi cabeza sobre él... no las podía hablar con él
mismo... No fui capaz de ocultarle nada, me carcomía la culpa. Él creó eso, él
me creó. Otra pelea se avecinaba. Me estaba volviendo loca. Casi sin amigos,
separada de todo por un chico, y yo no me daba cuenta de lo perdida que estaba;
ni tampoco nadie corrió a advertirme de lo mal que me hayaba. Ahora, hoy, lo
veo. En ese momento no.
Me separó de mis amigs a pesar de ir al
mismo colegio, pero nadie me dijo nada. Consiguio que pasaramos los recreos
solos, y nadie me dijo que me estaba separando de ellos. Quedábamos todos los
viernes, sin excepción. Y también consiguió que nunca viera ni hablara con mis
amigos. Solo un hola al verles.
Parece mentira, todo empezó con un: “Hoy
pasas el recreo solo conmigo?” y después ya no podía salir con esa espiral. Me
hizo de algna forma necesitarle. A lo mejor, me decían mis amigos de quedar un
viernes y en un principio, el lunes, me parecía una idea genial. Pero según se
acercaba el día... Por Eduardo... Por todas sus comeduras de coco, sin que él
me dijera nada ese mismo día, se me quitaban las ganas y no quedaba con ellos,
quedaba con él, como tanto quería.
Eduardo y yo
fuimos creciendo juntos. Descubrimos el amor, el sexo... Mi primera vez fue con
él y deseé que fuera el único hombre con el que mantendría relaciones. Quería
una vida a su lado, creo que él me convenció de ello.
Realmente, mi
primera vez fue un tanto... extraña. Yo... esperaba que fuera romántica, no como
fue. Me desnudé frente a él, se colocó el condón y me intentó penetrar. Morí de
dolor, sentía tanto que pegué un salto y me hice una bolita, llorando por el
dolor. Él no hablo, tan solo esperó mirándome. Yo no quería seguir, pero lo
hice hasta que mis rodillas temblaron y no pude más con el dolor. Después de
aquello, nada cambió entre nosotros. Pensaba... Pensaba... que sería diferente,
como me pasó la primera vez contigo. Nada dentro de mí cambió. No hubo algo que
me vinculara a él. Yo solamente había sentido dolor y no quería seguir y él me
había echo seguir. Estuvimos más callados de lo habitual esa tarde, las
conversaciones eran forzadas. No hicimos nada en todo el día. Me sentí
decepcionada al final del día.
Tu vida no sé cómo siguió porque en el año
y cuatro meses que sobrevinieron casi no hablamos.
SIENTO LAS FALTAS! LAS CORREGIRÉ AL VOLVER DE VACACIONES!!!
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