Capítulo
19
Ada
-buenos
diiiaaas!- me gritó Vanessa desde la puerta de mi habitación.
-es
hora de que te levantes!- gritó Julia, que estaba al lado de
Vanessa.
Yo
gruñí. Sabían que mi gruido era una manera de que ellas supieran
que estaba ya despierta; así que como cada mañana, me dejaron en
paz para que poco a poco me despertase, pusiera comida a Dafne, me
pusiera algo cómodo y fuera a desayunar.
-buenos
días- dije entrando en el salón. En la mesa estaba la
tarta-bizcocho, la leche, dos paquetes de galletas y un par de
tostadas que se habían hecho con el poco pan de molde que quedaba.
-buenos
días peque- dijo Ainhoa mientras me hacía un gesto para que me
sentara a su lado.
-Ada,
resuélvenos una duda- dijo Vanessa una vez estuve sentada
-dime-
dije mirando fijamente a Vanessa entornando los ojos. Acababa de
levantarme y lo que menos me apetecía era resolver una duda que
ninguna de mis amigas sabía resolver.
-¿a
qué hora hemos quedado para la merienda-cena?- me preguntó.
-es
una buena pregunta, a la cual no tengo ni idea de qué contestar-
dije somnolienta todavía.
-genial,
así que nadie sabe a qué hora hemos quedado- dijo Ainhoa pensativa
-si,
perfecto- dije con voz abochornada. No había caído todavía en lo
que eso significaba para mí. Significaba que en cualquier momento
podría sonar el timbre de la puerta y aparecería Liam y me vería
así: con el pelo revuelto, con una camiseta ancha, descolorida y
vieja, con unos pantalones cortos entre medias de culot y short que
jamás llevaría por la calle de lo cortitos que eran. Tenía que
prepararme por si venían..
-bueno,
no creo que vengan por la mañana, espero- dijo Carolina. Si llegaban
antes de las cuatro o cinco, la merienda-cena no estaría preparada
seguramente.
-si
ya sabía yo que tenía que haber pedido a alguno de ellos el móvil-
decía Sara. Es muy práctica.
-no
creo que nos tengamos que preocupar. Ahora, cuando desayunamos
hacemos nuestro día normal de playa. Nos bajamos uno de los móviles
y dejamos una nota en la puerta diciendo que estamos fuera, que nos
llamen. Cuando lleguemos a casa, quitamos el cartel, y cuando subamos
a la piscina lo volvemos a poner y nos subimos el móvil por si
llaman. Todo solucionado. De todas formas antes de las cinco no creo
que vengan- dijo Julia mientras se ponía de pie para dejar su plato
en la cocina.
Tenía
razón, no teníamos que preocuparnos; haríamos lo que había dicho.
No
tardamos en bajar a la playa. Había mucha gente, así que fuimos a
Pequeña Playa. Llegamos sobre la una allí, así que no pudimos
disfrutar mucho de la playa. Yo fui la primera en bajarse de la
lancha para atarla, la primera en mojarse los pies con las olas que
mojaban la arena, la primera en sumergirme en el agua y la última en
querer irse. Dafne estuvo todo el rato conmigo, revoloteando a mi
alrededor, lo que hacía que con el ruido de sus patas en el agua,
los peces nadasen asustados intentando evitar a Dafne. No me gustaba
nadar con Dafne muchas veces por eso, pero ella era mi patita y me
gustaba también poder disfrutar con ella del mar. Cuando me metí en
el mar, olvidé por completo que en cualquier momento Liam o
cualquiera de sus amigos, podrían llamar a mi móvil para decirnos
que estaban en la puerta de nuestro apartamento. Solo existía el mar
y Dafne. Ella nunca se cansaba, siempre tenía más y más ganas de
nadar y flotar en el mar. A veces la envidiaba por poder aguantar
tanto sin ni siquiera aparentar estar más cansada, pero sentía
lástima porque ella nunca sentiría como yo el roce del agua en su
piel, bajo sus plumas.
Cuando
me quise dar cuenta ya teníamos que volver. No me gustaba nunca la
vuelta, despedirme de Pequeña Playa. Ese día, volví a la playa
nadando desde Pequeña Playa. Tardé más que las demás que iban en
la lancha, pero yo lo que quería era aprovechar al máximo el mar.
Dafne me acompañó nadando a mi lado. Ese día, el agua entre
Pequeña Playa y la playa, estaba turbia, tal vez por que había olas
más grandes de lo habitual y algo de viento. No se podía ver el
fondo, que sabía que estaba a unos diez metros de profundidad de
todas las veces que había nadado por allí y había intentado llegar
al fondo, a veces éxito. Cuando llegué a la especie de cala donde
el velero estaba encallado, me quedé mirándolo. Tan majestuoso él.
Inspiraba respeto. Como si fuera un dios y yo una mera mortal.
Siempre abría de par en par los ojos al verle, daba igual cuántas
veces le había visto ya. Me moría de ganas de entrar, de verle las
tripas. De ver quién había habitado ese velero años atrás. Era
tan grande desde el agua, parecía que su mástil tocaba el final del
cielo. Me quedé mirándole un instante más con Dafne mientras mi
cerebro pensaba cómo sería vivir allí, cómo sería poder navegar
en él. Ojalá algún día tuviera el suficiente dinero como para
poder restaurarlo y hacerlo mío. Por un momento me permití soñar
que podíamos restaurarlo Liam y yo y que en algún momento
estaríamos los dos en su cubierta poniendo rumbo a ninguna parte.
Cuando
llegué a casa, las chicas ya se habían cambiado y habían puesto la
mesa. No comimos nada del otro mundo, embutido, pizza y sobras de
días anteriores. Últimamente nos había dado por no cuidarnos;
teníamos que volver a nuestras antiguas andadas de hacer verduras y
comer fruta, carne y pescado.
Eran
las cinco y media y los chicos aún no habían llamado a la puerta,
ni a mi móvil, así que nos subimos a la piscina, donde estuvimos
hasta las seis y media. A esa hora, bajamos, nos cambiamos y nos
preparamos para cocinar. Cocinamos Julia y yo. Sacamos la pasta de la
nevera, el queso fuerte, la nata, las especias y el perejil. Pusimos
todo en la encimera. Sacamos una olla para la pasta y otra para la
salsa que queríamos hacer. Metimos la pasta en una olla con agua
hirviendo. El agua que usamos era agua mineral, con agua del grifo,
las comidas nos solían quedar más que raras. Teníamos que dejar la
pasta unos veinte minutos para que quedara como a nosotras nos
gustaba, así que Julia y yo aprovechamos para ayudar a poner la
mesa. Juntamos la mesa del salón con la de la terraza. Cogimos
sillas de la terraza, del salón y de la playa para entrar todos.
Colocamos el mantel, pusimos vasos, servilletas, platos, un
salvamanteles para la pasta, agua, latas de Coca-Cola y Fanta de
limón, bandejas de metal con embutido y tenedores para todos.
Cuando
terminamos de poner la mesa, apenas había pasado un cuarto de hora.
Julia y yo volvimos a la cocina a mirar la pasta y cinco minutos
después estaba hecha. La dejamos reposar mientras hacíamos la
salsa. Partimos el queso en taquitos, cogimos la nata, y la echamos
en una olla, dejamos que se calentara y cuando estuvo lo
suficientemente caliente, echamos los trozos de queso que se fueron
fundiendo poco a poco con la nata. Mientras yo me encargaba de
remover la mezcla, Julia fue echando orégano, albahaca y hojas de
perejil a la mezcla. El queso no tardó mucho en fundir y en seguida
quité la olla de la vitrocerámica. Echamos la salsa sobre la pasta
y empezamos a remover, cuando oímos el timbre de la entrada. Eran
ellos. Eran las siete casi. Por fín habían llegado. Terminamos de
mezclar la pasta con la salsa y mientras Julia se quedaba dejando a
remojo la olla que habíamos usado para hacer la salsa, yo fui hacia
el salón para dejar la olla con la cena. Por el camino, me fui
encontrando con cada uno de los chicos; el último al que vi, Liam.
-espero
que os guste- dije al dejar la olla en la mesa, sobre el
salvamanteles.
-qué
es?- preguntó Pablo
-pasta-
dijo Sara que estaba a su lado.
-qué
bueno!- dijo Ángel
-además
hemos hecho nosotras la salsa y todo- dijo Julia orgullosa. La
gustaba cocinar y que a la gente le gustara lo que hacía. Yo siempre
que podía la ayudaba, así aprendía.
Después
de cenar y de ver un par de películas en la televisión, Julia me
alejó de los demás, haciéndome un gesto con la mano para que la
siguiera. No quería levantarme, tenía a Liam al lado, y sentía el
calor que su piel desprendía sobre la mía. Cuando estuvimos lejos y
solas me preguntó - ¿crees que se podrían quedar aquí en casa a
dormir? Es que ya es muy tarde- me miró con ojos suplicantes y no me
pude negar a pesar de saber que no cabíamos cómodamente todos. Pero
así pasaría más tiempo con Liam.
-
si claro, ¿has hablado con las chicas?, ¿les parece bien?-
pregunté.
-
si ya he hablado y si les parece bien – dijo Julia con una sonrisa.
En realidad era una encerrona, se quedarían hubiera aceptado o no.
-
está bien, lo que pretendes es que lo diga yo no?- hice una pausa y
puntualicé – está bien yo se lo diré a los chicos, pero mañana
no hago el desayuno- . Julia se rió pero aceptó el trato. Fuimos al
salón donde estaban los demás. Me puse delante del televisor,
porque sabía que sino no me escucharían ni me prestaría atención.
Lo primero que oí fueron quejas nada más ponerme en mitad y
quitarles visión, pero eso sirvió para que todos centraran su
atención en mí.
-hemos
pensado que os podríais quedar a dormir, que es muy tarde y hay
camas suficientes para dormir todos – (mentira) y añadí – si no
os importa dormir de dos en dos o de tres en tres-
-qué
os parece la idea?- preguntó Sara, mirando a los chicos. Creo que en
un principio ninguno supo que contestar, pero al oír a Sara, ninguno
de ellos quiso quedar mal o tal vez si que les apeteciera quedarse
aquí para vitar tener que andar hasta su apartamento.
-
pues yo por mi si que me quedaría si no os importa a vosotras claro
– dijo Noel,
-opino
como Noel- dijo Miguel. Miguel también era guapo. Alto, pelo corto
casi formando una especie de cresta, color chocolate, igual que sus
ojos. me fijé en sus pestañas, enormes. Cuerpo escultural, con
todos los músculos bien marcados. Se notaba que hacía algún
deporte, pero que no se hinchaba a hacerlo durante todo el día. Es
majo y siempre tiene algo de lo que hablar contigo. Es muy abierto.
Me gusta eso de él.
-
yo igual – dijeron Ángel, Pablo y Carlos. Carlos es el más
jovencito de todos, por lo que he podido escuchar, le llaman Pitu.
Lleva el pelo corto. Delgado, ojos marrón verdoso y cabello marrón.
No es alto, pero tampoco es bajo. Está en el límite. Es majo,
aunque no se hace notar. Está pero no intenta tocarte las narices y
cuando lo necesitas parece como que no está; o por lo menos esa es
la impresión que me ha dado..
-
si, por mi me quedaba si no molestamos – dijo finalmente Liam. Me
miró de reojo para ver mi reacción. Sonreí.
-genial-
dije al tiempo que miraba a Liam y seguí - entonces hecho, Carol,
Sara y Julia dormid en la segunda habitación que ahí os podéis
organizar bien, Ainho y Vane dormid en vuestra habitación con dos
chicos más, ahora sacamos el colchón hinchable, y los que quedéis
en habitación del principio del pasillo y en la del final- dije.
Había dejado la habitación de Carolina vacía porque era la más
grande y se podían poner dos colchones hinchables más y podía
dormir fácilmente cuatro personas bien. En mi cuarto, podría dormir
uno. Yo dormiría sin molestar a nadie en el sofá con Dafne. No era
la primera vez que iba a dormir en el sofá, aunque normalmente me
quedaba dormida viendo la tele allí y me dejaban pasar la noche allí
ya que no se atrevía ninguna a llevarme a la cama en brazos. Como
Dafne me seguía a todas partes, ella también dormía en el sofá.
-y
tú?- me preguntó Ángel
-en
el sofá- dije sin dar opción a que nadie me contradijera, pero Liam
me desafió – no Ada, tu duerme en una habitación, yo duermo en el
sofá- a lo que yo contesté- eso lo veremos-.
Pasamos
el resto de la noche en el salón, hablando, riéndonos, viendo la
televisión sin atender a lo que pasaba en ella. No teníamos horario
para despedirnos de ellos ni para irnos a dormir, por lo que
exprimimos cada segundo al máximo, yo por lo menos. No quería que
se acabara la noche porque eso significaría que Liam se iría, y yo
cada vez me sentía más atraída por él.. Intenté mantenerme
despierta todo el tiempo que pude, pero al final tumbada en el sofá
entre Vanessa y Liam me quedé dormida.
Lo
que pasó a continuación lo viví como si fuera un sueño; todos
estaban muy cansados así que se fueron a la cama.. Eso fue lo que me
hizo despertar de un sueño en el que estaba Liam. Pero allí también
estaba él. No sabía si seguía soñando o eso era real.
-
Liam, te ayudo a llevar a Ada a su cuarto? – preguntó Ainhoa
bostezando y frotándose los ojos rápidamente para parecer mas
despierta y lista para colaborar
-
no te preocupes Ainho, tu vete a dormir yo puedo encargarme de ella –
dijo Liam guiñando un ojo
-
vale gracias, buenas noches – dijo en un susurro Ainhoa
dirigiéndose ya hacia su cuarto, que esa noche compartiría con
Vanessa y dos de los chicos.
Liam
me cogió en brazos y me llevó hasta mi cuarto. Me dejó
delicadamente sobre la cama, apoyando primero mis piernas y mi
espalda y por ultimo mi cabeza. Apagó las luces para no despertarme,
fue a mi armario y sacó mi pijama, me quitó los pantalones con la
mayor dulzura que pudo y a continuación me puso el pijama. Me
levantó el cuerpo y me quitó la camiseta con el mayor cuidado del
mundo, para no despertarme, sin movimientos bruscos, mientras
tarareaba una canción con un ritmo muy relajante. Me puso la
camiseta del pijama con cuidado y me dejó dulcemente tumbada en la
cama. No pude ver sus ojos pero sé que tenía una mirada llena de
cariño y amor. Abrió mi cama, me metió y me tapó despidiéndose
de mi con un beso en la mejilla y diciendo: “buenas noches pequeña
delfín” y se fue dejando mi ropa doblada a los pies de mi cama con
Dafne al lado, la puerta entornada para que no me despertara la luz y
bien tapada para que no cogiera frío ya que en esa casa por las
noches refrescaba. Él se fue al sofá, se tumbó y se durmió; yo
por mi parte también me quedé dormida.
Eran
las 7 de la mañana cuando me desperté, recapacité sobre lo
sucedido durante unos minutos, me levanté y fui a ver a Liam que
dormía en el sofá. Estaba tan guapo, acurrucado en el sofá, entre
las sabanas; no podía dejar de mirarle, estaba como hipnotizada.
Sentía algo intenso, no quería saber qué era exactamente, me daba
miedo. Quería que todo fuera un tonteo y nada más. Me acerqué
cuidadosamente a él, rozándole sus dedos, su mano y a continuación
subiendo hacia su espalda, su cuello y por último su pómulo,
haciendo que se despertara al rozar éste. Liam se encogió y después
abrió un ojo, sonriéndome.
-
que haces aquí pequeña? – me preguntó todavía con voz
adormecida y ronca
-
he venido a por ti – dije sin más. Y a continuación le cogí la
mano y tiré de él para que se levantara. Él por su parte no dijo
nada, simplemente me siguió. Mi corazón empezó a latir
fuertemente, estaba nerviosa. Intenté respirar con normalidad a
pesar de que mi respiración sonaba entrecortada, por la emoción tal
vez de que estuviera con él, a solas, en mi apartamento (los demás
dormían así que no cuentan). No sabía muy bien lo que estaba
haciendo exactamente. Mi corazón me guiaba en todo momento. Cuando
llegamos a mi cuarto Liam cerró la puerta tras de sí, y a
continuación le señalé mi cama.
-
¿quieres que durmamos juntos? – preguntó Liam
-
lo que quiero es que duermas en una cama en mi casa, no en un sofá –
susurré evitando su pregunta (es que vaya pregunta que me había
hecho.. ¿cómo no iba a querer dormir con un hombre tan.. sexy como
él?. Mi piel ardía con su sola presencia en la misma habitación
que yo, y me estaba preguntado que si quería que durmiéramos
juntos.. le hubiera dicho que sí sin rechistar, pero me callé,
mejor) – yo dormiré en el sofá, ahora te toca a ti descansar bien
– dije sonriéndole y señalando otra vez la cama. Tuve que luchar
contra mí misma para no derretirme solo de pensar que dormiría en
mi cama. Que toda ella olería a él al día siguiente.
-
me meteré en la cama si tu te metes también, no puedo permitir que
duermas en un sofá en tu propia casa– dijo Liam serio y seguro de
lo que acababa de proponer, aunque parecía un poco adormecido
todavía. Me sentía por una parte halagada por el hecho de que me
cuidara. No sabía muy bien qué decir, estaba nerviosa y contestó
la yo decidida que había dentro de mí.
-
está bien – dije acercándome a él. A continuación Liam entró
en la cama y seguidamente entré yo. La cama era grande por lo que ni
nos rozamos. Una vez dentro, me giré sobre mí misma hacia él y le
dije – buenas noches – Acto seguido me giré dándole la espalda.
Sam y Dafne también subieron y se acomodaron a nuestros pies,
dejándonos espacio a ambos.
-buenas
noches pequeña – dijo Liam entornando los ojos. Temí que no se
pudiera dormir por los latidos de mi corazón, que me parecían
ensordecedores. Seguro que él también los escuchaba.
Tardé
tiempo en dormirme, no era capaz de creerme lo que había conseguido
aquel día, a quién tenía a pocos centímetros de mí. Oía su
respiración, tenía ganas de girarme y pasarme el resto de la noche
mirándole dormir, me hubiera gustado tanto poder hacerlo.. Pero el
cansancio volvió a poder conmigo y caí rendida, empezando a soñar..
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