Capítulo
22
Liam
Nada
más llegar a la playa, sabía que Ada echaría a correr para
zambullirse en el agua, y así hizo. Esta vez no cogió sus gafas, su
tubo, ni sus aleta; sabía que lo que quería era distanciarse de
todo y pensar, tal vez en mi, en nosotros. Yo también necesitaba
pensar así que seguido de Sam y Dafne me puse a andar por la orilla
llena de piedras frías a causa del/por el agua de mar. Anduve y
anduve, intentando colocar cada pensamiento en su lugar, cada
sentimiento. No entendía bien que era lo que me había pasado, lo
unico que sabía es que Ada se estaba volviendo alguien muy
importante en mi vida. Tenía que conocerla más aunque sintiera que
la conocía. Me daba igual esperar segundos, minutos, horas, días,
meses, años, para conocerla del todo y tenerla para siempre a mi
lado. La necesitaba, en lo más profundo de mi ser, la necesitaba.
Siempre la había necesitado y ahora la había encontrado.
Estuve
mirándola toda la mañana. Cada gesto, movimiento, carcajada,
sonrisa.. Todo. Y todo en ella me asombraba y deslumbraba. No sabía
cuánto tiempo más podría aguantar estando cerca de ella, pero no
todo lo cerca que me gustaría.
Cuando
volví de mi paseo hacia donde estaban todos, ya era casi la hora de
comer. Me senté entre Noel y Ainhoa y dejé un pequeño hueco para
Ada a mi lado. Ésta estuvo ausente la mayor parte del tiempo,
mientras los demás comíamos y más tarde corríamos por la playa
unos detrás de otros con Sara haciendo fotos y Sam y Dafne jugando
entre ellas.
Más
tarde, todos nos fuimos a dar un baño; todos, excepto Ada, que se
quedó rezagada. La miré, pero ella se tumbó bajo la sombrilla.
Querría descansar. Intenté darla espacio, pero.. Quería estar
cerca de ella. No pude resistirme más.
Cogí
mi toalla y la extendí a su lado, intentando hacer la menor cantidad
de ruido, no quería molestarla, solo quería estar a su lado. Ella
permaneció quieta, respiraba lentamente, estaba muy relajada, casi
sentía como si estuviera en trance. Me quedé contemplándola. No me
pude resistir a tocar con mis dedos la piel de su brazo, sus
mejillas; tenía que tocarla. Y una vez empecé, comprendí que para
mí, rozar su piel, era algo casi adictivo. Noté cómo se estremeció
cuando posé mis dedos fríos y mojados por el agua salada en su
brazo. Tenía mis dedos mojados por el mar y estaban algo fríos.
[elegir una de las dos frases] No abría los ojos. Quería que los
abriera y me viera a mí, frente a ella. Cuando me sonrió, no me
pude resistir y tuve que susurrarla, acercándome a su oído, decirla
algo que llevaba días pensando cada vez que sonreía - tienes una
sonrisa preciosa-. Ada abrió los ojos de par en par, por un momento
en sus ojos pude ver asombro. Pero después pasaron a tener un brillo
hipnótico, diferente al de por la mañana, era como si esperase
verdaderamente que fuera yo quien estuviera rozando su mano contra su
piel. Segundos después, el brillo cambió y sus ojos se volvieron
más opacos, ¿No se esperaba que fuera yo? ¿Quien se esperaba que
fuera? Estaba algo inquieto, no sabía lo que significaban sus ojos;
primero brillantes y felices, después más opacos como si se
arrepintiera de sentirse feliz al verme. Se quedó mirándome sin
decir nada, no sé qué me quería decir su mirada. Algunas gotas que
resbalaban por mi cuerpo, iban a parar al suyo. Me pareció sexy. La
miré fijamente. Tenía que ser mía. Me acerqué más a ella.
Coloqué mi mano izquierda al lado de su pelo, en la toalla.
Estábamos muy cerca el uno del otro. Cada vez más gotas de mi
cuerpo llegaban al suyo. Y una vez en el suyo resbalaban hasta llegar
a la toalla mientras otras se quedaban como perfectos círculos
transparentes sobre su piel.
-esperaba
que fueras tú- me dijo entre susurros. Que lo dijera así, me
pareció más sexy aún. Sus ojos se volvieron a iluminar y se
hicieron más claros. Noté su aliento en mi cara cuando susurró
aquellas palabras. Y ya no me pude resistir más, me venció la
pasión frente a la razón. Solo pensaba en besarla, no me importaba
lo poco que realmente la conocía porque sentía que la conocía casi
mejor que a mí mismo, como si la conociera desde siempre. No me
importaba lo que pasara después, solo quería vivir ese momento, esa
pasión que había surgido en el fondo de mi ser de repente, con una
sola frase suya “esperaba que fueras tú”. La frase retumbó en
mi cabeza, en mis oídos y me dejé llevar. La cogí de la cintura y
la estreché contra mi torso desnudo y mojado. No quería que nada se
interpusiera entre nosotros, ni el mismo aire. Ada ahogó un pequeño
grito al notar el frío por su espalda. Pero dejó que siguiera
acercándola más y más hacia mí. Rocé con la mayor suavidad que
pude su mejilla, descendí por la mandíbula y llegué al cuello, al
surco de la clavícula con el esternón, donde me detuve. Su corazón
empezó a acelerarse, lo notaba en mi propia piel, el mío se
contagió del suyo y comenzó también a latir con fuerza y rapidez.
Era tan guapa.. Y deslicé una vez más mis dedos a lo largo de su
mejilla hasta llegar a su cuello. Mi mano quería seguir bajando y
tocar todas las esquinas y partes de su cuerpo que aún no había
tocado, pero por ahora, así era suficiente. Seguí acercándome más
a ella, intentando que el momento antes del beso fuera eterno. Que
los dos pudiéramos saborear el espacio que nos separaba y que pronto
desaparecería. Una vez nuestros torsos estuvieron juntos, rocé mis
labios con los suyos. Era el momento de los besos que más me
gustaban. El estar tan cerca que nada nos separa, pero aún podemos
estar más unidos aún. Llevé mi mano hasta su nuca y con mucho
cuidado la fui acercando más a mí aun. Tenía miedo del momento en
que nuestros labios se juntaran, de sentir como era aquel primer
beso, de saber si cumpliría todas las expectativas de Ada.. Nuestros
labios comenzaron a estar más cerca el uno del otro,
instintivamente, mis labios fueron a buscar y besar su labio
superior, para después deslizarse al inferior. El beso, lo que
sentí, es casi imposible de explicar con palabras. Fantástico,
perfecto.. Me hubiera encantado poder besarla toda la tarde y que
fuéramos uno, pero quería ir poco a poco con ella y con cuidado. En
cuanto vi cómo su cuerpo respondía apasionadamente al momento,
intenté parar y no dejar a mi cuerpo hacer sin consentimiento de mi
cabeza. No quería perderla por nada. Nunca había tenido nada serio
con nadie, nada más allá de una noche o unos días, lo máximo un
mes escaso. Era hora de que hiciera las cosas bien y no como en otras
ocasiones.
Me
recosté sobre mi toalla e insté a Ada a que se tumbara, igual que
lo había hecho la noche que dormimos juntos. Me quedé pensando en
aquella mañana, cuando me desperté y la encontré abrazándome. El
calor que me inundó al verla cerca de mí. Con ella todo tenía que
salir bien. No podía permitirme un paso el falso.
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