Capítulo
1
Hoy,
me siento enamorada. Me he despertado y es el día de Reyes. Y tú
estabas a mi lado, durmiendo. Es tan placentero ver cómo duermes...
Párpados pálidos al igual que el resto de tu cara, bajo los que
descansan tus bellos ojos azules. Me quedo mirando las pequeñas
venas que se pueden percibir en ellos. Imagino tus ojos azules que
cuando los miras te absorben, no son como cualquier ojo que haya
visto nunca; son... No tengo palabras. Preciosos, bellos,
alucinantes, únicos... Estas palabras se quedan cortas, impidiendo
describir tus ojos. Siempre me miran de una forma especial. Mi mirada
llega a tus cejas de color marrón, como la corteza de los árboles.
Pequeños pelos color corteza unen tus cejas. No se ven a simple
vista, pero si te acercas... Si miras con detenimiento, los puedes
apreciar. Pestañas largas, unidas mientras duermes. El pelo...
Corto, castaño y liso, aunque solía ser largo y rizado. Me fijo que
tienes reflejos dorados. Pecas en la cara... Sigo fijándome en ti, en
cómo respiras. Nariz perfecta, respingona y algo ancha con un montón
de pecas salpicándola, barba fina que te recorre la mandíbula y
termina en una perilla larga de color rubio, pelirrojo y negro, algo
que nunca había visto antes de conocerte a ti. Miro tus orejas, en
las que antes llevabas un pendiente, apenas queda rastro de que
alguna vez hubo allí un metal. Me quedo mirando tu boca, la comisura
de tus labios, carnosos, rosados y con pequeñas pecas que casi no se
notan en ellos, solo si eres lo suficiente detallista, solo si te
dedicas, como yo, a mirarlos por horas hipnotizada... Me dan ganas de
besarlos, de morderlos de sentirlos otra vez. Todo su calor... Sigo
bajando mi mirada y me encuentro con tu pálido cuello al que me dan
ganas de besar y mordisquear. Llego con la mirada a tus hombros,
llenos de pecas al igual que tus pómulos, algún lunar que otro
también. También tus hombros son perfectos. Y sigo bajando mi
mirada hasta la punta de tus pies que sobresalen entre las sábanas.
Brazos en los que puedo ver como es tu bíceps, y demás músculos.
No son muy fuertes, pero no me importa, porque con ellos son con los
que me abrazas. Llego a las manos, uñas mordidas, dedos largos,
nudillos con arañazos de animales de tu casa, punta del dedo redonda
y con algún que otro pellejo, aún así yo las veo perfectas.
Recuerdo cada vez que me tocas con ellas, el roce de tus dedos en mi
piel, tan cálido... Espalda recta, aunque con algo de escoliosis que
a simple vista no se ve, solo cuando deslizo mis dedos sobre tus
vértebras. Culo respingón y bien puesto en su sitio. El más bonito
que haya visto nunca, piernas tan blancas como tu cara, y pies...
Pies como nunca había visto ninguno, con uñas largas y pequeños
pelos de color negro en el final de éstos. Deslizo mi mirada hacia
donde debe estar tu abdomen, que no llega a ser liso del todo. Dejo
volar mi imaginación, pensando en él. Me quedo contenplándote un
buen rato, me gusta mirarte. Estás boca abajo y no puedo ponerme
sobre tu pecho a escuchar tu corazón latir, así que hago lo que
siempre que no me puedo colocar a tu lado. Cierro los ojos, me
acurruco a tu lado y dejo que el sonido de tu respirar profundo
(ronquidos, básicamente me acunen. Ellos son parte de mí ya. Hace
mucho tiempo que nos conocemos, hace mucho tiempo que nos amamos, que
nos deseamos el uno al otro, pero tan solo hace siete meses que
por fin estamos juntos. Entre medias de estos años, días juntos
felices en los que ninguno de los dos daba el paso, si uno lo
intentaba algo salía mal y todo volvía al principio. Deseo por
parte de los dos que después de cuatro años pudo ser calmado.
Tú,
la persona más importante de mi vida, te revuelves y empiezas a
abrir los ojos. No te mueves, solamente me miras, me miras con esos
ojos con los que solo me miras a mí. Me sonríes Tienes unos dientes
rectos, bonitos, grandes paletos, blancos, cada uno en su sitio,
seguramente por los brackets que llevabas cuando te conocí.
–Han venido los reyes –digo en voz baja sonriéndote.
Tú
me devuelves la sonrisa, sabes que me encanta el día de reyes, abrir
y dar regalos.
Y
me pongo a recordar, cada momento que he vivido contigo, solo me
acuerdo de los buenos, de todos los buenos. Tardes en el retiro,
tardes jugando al ordenador, tardes en París, en Venecia, en
Galicia, en Murcia... Tardes en el sofá, tardes hablando por
teléfono, tardes jugando con nuestros patos y nuestro gato, con
nuestra perra Sami. Tardes haciendo nuestro castillo de piedra,
pintando miniaturas, bañando a los patos, nuestras duchas, hablando
de irnos al extranjero...
Ayer,
ayer.. realmente me di cuenta de lo que me quieres, que confías en
mi... A veces me hace falta que caigamos al suelo para darme cuenta
de las cosas. Esta es una de las razones por las que escribo esto.
Te
quiero y no sé que podría pasar si no estuviera contigo. Es difícil
explicar todo lo que siento cuando estás a mi lado, cuando me
besas...
No
hay nada malo en ti...
–Lo
sé –me contestas aun con la voz medio dormida, haciéndome salir
de mi ensimismamiento. Y te desperezas. Abres la boca, tus manos se
extienden, al igual que tus codos y tus hombros. La sábana se te
resbala un poco por la sábana y puedo ver parte de tus piernas, las
cuales también estiras.
Yo
sonrío, acercándome poco a poco a ti. Me coloco a tu lado, por
encima de ti y te beso. Al principio el beso parece un poco torpe
pero según pasan los segundos, el beso se vuelve más firme y
sensual.
Ojalá
pudiera detener el tiempo cada vez que me despierto a tu lado, pero
eso es imposible y enseguida tengo que levantar e irme corriendo a la
ducha mientras tú te quedas esperando en la cama. Vuelvo de la ducha
y estás igual que al principio, nada ha cambiado. Bueno tal vez has
movido el pie izquierdo. Vuelvo a despertarte, esta vez con besos que
empiezan en la oreja y terminan en tus labios. Sé que te gusta eso,
a mí me lo hacías en nuestros comienzos para ganarte un beso mío.
Me devuelves el beso y me tiras en la cama, no estás por la labor de
levantarte todavía, pero es el dia de reyes y hay regalos que abrir.
–Venga
levanta, ¡quiero abrir los regalos! –digo diciendo esto último
ilusionada.
–En
un ratito, te lo prometo –y te acercas a mis labios para besarlos.
Intentas convencerme de que nos quedemos allí un poco más, pero yo
quiero abrir mis regalos.
El
día se pasa volando a tu lado. Cualquier cosa hace que el día en
dos segundos haya acabado, incuso hoy, que solo hemos comido,
descansado, visto una película, pintado una miniatura, dado de comer
a los patos y cuando me quiero dar cuenta, es de noche y al poco es
la hora de cenar.
Te
conozco mejor de lo que conozco a nadie. Me miras y sé lo que pasa.
Es una mirada, un abrazo, darnos la mano... Cualquier gesto en tu
rostro, en tu cuerpo, me manifiesta lo que sientes en cada momento.
Nunca habia tenido tal grado de complicidad con nadie.
Antes
de seguir hablando de hoy, quiero contarte nuestra historia, desde el
principio, desde mi punto de vista
No hay comentarios:
Publicar un comentario