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lunes, 15 de julio de 2013

Abriendo los ojos - Luca (Cap. 31)


Capítulo 31




-Ahora-



      Sé que hoy Ana estará sola, me llamó ayer Jose por la noche para decírmelo. Así que como ya hice la otra vez, le hago el favor de ir a cuidar a su niña y sacarla de casa. Aunque siendo sincero... No me negaría a pasar una tarde con ella.
He cogido una chaqueta de moto que no uso para Ana, paso de pasar frío otra vez por ella.
-los pantalones los tengo fuera, ahora te los doy- la digo a Ana después de que ésta se ponga la chaqueta. Estamos en la puerta de su casa. Le sienta tan bien esa chaqueta... Bendita la hora que compré una chaqueta nueva para poder darle la vieja a esta preciosidad de chica.
-no te preocupes, voy bien así- me contesta Ana. Por su voz parece que no se quiera poner por nada del mundo mis pantalones. Es como si... Me tuviera miedo. No sé lo que es pero me pone.. 
-No digas tonterías- digo a modo de respuesta. Consigo al fin que se ponga los pantalones que la sientan mejor que bien, está de muerte.
Subimos a la moto y nos ponemos cada uno un casco.
-esta vez te agarrarás a mí a la primera? O tendrá que ser una curva la que te haga darte cuenta de que debes agarrarte a mi cintura?- pregunto con voz desafiante solo por picar a Ana. Ella me tienta.
-aprendí la lección- me contesta mientras se agarra fuertemente a mi cintura.
-Sei pronta? ¿Lista?- pregunto. Por primera vez cuento con ella para algo.
-si- me contesta, su voz firme.
Arranco y la llevo por las carreteruchas que ya me sé de memoria. Me desvío y entramos en el bosque. Lo hago por ella, para que vea el paisaje, aunque no debería hacerlo por ella. Ana aprieta sus brazos contra mi abdomen como si me quisiera decir con eso que la gusta el paisaje y no puedo evitar pensar en nuestra conexión.
-sabía que te gustaría- susurro sin poder evitar estar callada. Joder! Y poner de una vez por todas mi mente en blanco -espero que hayas sonreído- las palabras brotan de mi boca solas. Y... me doy cuenta de que esta vez no me arrepiento. Ella... Ella me hace desconectar de todo. Dios, tienes que dejar de pensar en ella... Solo te traerá problemas. Ya te ha avisado Padre una vez, la próxima será peor, mucho peor... No te la juegues por una niñata como Ana. Pero lo cierto es que ya no creo que tenga mucho de niñata y sí de mujer.
-a dónde vamos?- pregunta Ana intrigada sacándome de mis enrevesados pensamientos.
-ya lo verás. Aspetta. Espera- contesto. Nada más terminar de hablar, oigo un disparo. Sé que Ana también lo ha oído en cuanto se aprieta contra mi espalda. Es muy normal que haya cazadores por todas partes de Alaska, no me sorprendo por el familiar ruido.
-¿Qué ha sido eso?- pregunta Ana nerviosa, o más bien, con el miedo pegado al cuerpo. Aprieta su cuerpo más cerca del mío si es que eso es posible y noto como tiembla.
-No tengas miedo. E solo uno esparo. Ha sido solo un disparo- contesto quitándole importancia. No me inmuto por nada del mundo, estoy acostumbrado a los disparos. He vivido entre ellos desde los diez años. Mantengo la calma como siempre en estos casos.
-¿Cómo que un disparo? ¿Quién ha disparado a quién?- pregunta Ana nerviosa. No quiero que pierda la calma porque se puede liar muy gorda. Seguramente nunca antes ha escuchado un disparo, será su primero. Yo hace muchísimos años que escuché mi primer disparo... Y ha sido conmigo con el que lo ha escuchado. Algo que ha echo por primera vez, y conmigo. Una sensación de orgullo efímera me recorre el cuerpo.
-supongo que serán cazadores- digo intentando quitarle importancia. Tengo que intentar tranquilizarla antes de que haga alguna locura. Creo que la conozco lo suficiente como para temer que se le vaya la oya.
-¿Aquí suele haber cazadores?- pregunta Ana, su voz muy aguda. Sigue nerviosa. Lo noto por cómo le tiembla la voz al hablar y por cómo me tiene sujeto casi no me deja ni respirar...
-No, aquí no suele haber, pero bueno, no sería la primera vez que cazan donde no deben.
-Para, por favor, tengo miedo- me pide Ana con voz temblorosa. Me debato entre parar o no. Siento que debo abrazarla y tranquilizarla, pero quedarnos aquí no es seguro. Suspiro mientras disminuyo la velocidad, pero no paro. No pienso parar para que nos confundan con una presa y nos metan un tiro entre ceja y ceja. Es entonces cuando veo a los cazadores. Hay un reno abatido en el suelo y su cría, supongo, en un cepo. ¡Serán cabrones! Pero no podemos hacer nada. Ellos mandan, son los que llevan las armas, no yo. Dejo de frenar e intento acelerar, para dejarles atrás y que Ana no les vea, para que ellos no nos vean. Pero ya es tarde, noto como Ana se tensa, les debe haber visto.
-¡Para Luca! ¡Van a matar a la cría de reno! ¡Tenemos que salvarla!- me chilla Ana. No puedo parar. Podría pasarla cualquier cosa si va a por ellos.
-Lo sé, pero no podemos hacer nada. Scusa. Lo siento- contesto. Aunque la verdad es que por mi cabeza pasa algo más como decirla que en qué piensa. ¿Poner su vida en peligro por un animal? De locos.
-¡Para, para!- me grita desesperada, casi empezando a sollozar. No pienso parar, no puedo.
Es entonces cuando Ana salta de la moto. Oigo como cae al suelo. ¡Maldita niñata! No podía quedarse donde estaba no... ¡Mierda! Sale corriendo hacia los cazadores. Es lo que faltaba. Bravo Ana. No iría a por ella si no fuera porque no puedo dejar que se enfrente sola a dos hombres armados. Y porque ella es mi responsabilidad, y porque... Ahora mismo, en este mismo instante... No he visto a Chiara en su rostro, era tan solo Ana, la hija de Jose. Los pelos de los brazos se me han erizado con tan solo pensar que algo malo podría pasarla y... No puede pasarle nada malo a ella, no puedo dejar que pase, por mí. Freno en seco. Me bajo de la moto lo más rápido que puedo, dejándola tirada, no me importa. Me quito el casco justo cuando oigo como Ana chilla hacia los cazadores. ¡Se ha vuelto loca!

-¡Ana!, ¡Ana!- chillo intentando llamar su atención. Pero ella no calla. Por un instante vuelvo al día que Padre me mandó aquí.

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