Capítulo
31
-Ahora-
Sé
que hoy Ana estará sola, me llamó ayer Jose por la noche para
decírmelo. Así que como ya hice la otra vez, le hago el favor de ir
a cuidar a su niña y sacarla de casa. Aunque siendo sincero... No me
negaría a pasar una tarde con ella.
He
cogido una chaqueta de moto que no uso para Ana, paso de pasar frío
otra vez por ella.
-los
pantalones los tengo fuera, ahora te los doy- la digo a Ana después
de que ésta se ponga la chaqueta. Estamos en la puerta de su casa.
Le sienta tan bien esa chaqueta... Bendita la hora que compré una
chaqueta nueva para poder darle la vieja a esta preciosidad de chica.
-no
te preocupes, voy bien así- me contesta Ana. Por su voz parece que
no se quiera poner por nada del mundo mis pantalones. Es como si...
Me tuviera miedo. No sé lo que es pero me pone..
-No
digas tonterías- digo a modo de respuesta. Consigo al fin que se
ponga los pantalones que la sientan mejor que bien, está de muerte.
Subimos
a la moto y nos ponemos cada uno un casco.
-esta
vez te agarrarás a mí a la primera? O tendrá que ser una curva la
que te haga darte cuenta de que debes agarrarte a mi cintura?-
pregunto con voz desafiante solo por picar a Ana. Ella me tienta.
-aprendí
la lección- me contesta mientras se agarra fuertemente a mi cintura.
-Sei
pronta? ¿Lista?-
pregunto.
Por primera vez cuento con ella para algo.
-si-
me contesta, su voz firme.
Arranco
y la llevo por las carreteruchas que ya me sé de memoria. Me desvío
y entramos en el bosque. Lo hago por ella, para que vea el paisaje,
aunque no debería hacerlo por ella. Ana aprieta sus brazos contra mi
abdomen como si me quisiera decir con eso que la gusta el paisaje y
no puedo evitar pensar en nuestra conexión.
-sabía
que te gustaría-
susurro sin poder evitar estar callada. Joder! Y poner de una vez por
todas mi mente en blanco -espero que hayas sonreído- las palabras
brotan de mi boca solas. Y... me doy cuenta de que esta vez no me
arrepiento. Ella... Ella me hace desconectar de todo. Dios,
tienes que dejar de pensar en ella... Solo te traerá problemas. Ya
te ha avisado Padre una vez, la próxima será peor, mucho peor... No
te la juegues por una niñata como Ana.
Pero lo cierto es que ya no creo que tenga mucho de niñata y sí de
mujer.
-a
dónde vamos?- pregunta Ana intrigada sacándome de mis enrevesados
pensamientos.
-ya
lo verás. Aspetta.
Espera- contesto. Nada más terminar de hablar, oigo un disparo. Sé
que Ana también lo ha oído en cuanto se aprieta contra mi espalda.
Es muy normal que haya cazadores por todas partes de Alaska, no me
sorprendo por el familiar ruido.
-¿Qué
ha sido eso?- pregunta Ana nerviosa, o más bien, con el miedo pegado
al cuerpo. Aprieta su cuerpo más cerca del mío si es que eso es
posible y noto como tiembla.
-No
tengas miedo. E
solo uno esparo.
Ha sido solo un disparo- contesto quitándole importancia. No me
inmuto por nada del mundo, estoy acostumbrado a los disparos. He
vivido entre ellos desde los diez años. Mantengo la calma como
siempre en estos casos.
-¿Cómo
que un disparo? ¿Quién ha disparado a quién?- pregunta Ana
nerviosa. No quiero que pierda la calma porque se puede liar muy
gorda. Seguramente nunca antes ha escuchado un disparo, será su
primero. Yo hace muchísimos años que escuché mi primer disparo...
Y ha sido conmigo con el que lo ha escuchado. Algo que ha echo por
primera vez, y conmigo. Una sensación de orgullo efímera me recorre
el cuerpo.
-supongo
que serán cazadores- digo intentando quitarle importancia. Tengo que
intentar tranquilizarla antes de que haga alguna locura. Creo que la
conozco lo suficiente como para temer que
se le vaya la oya.
-¿Aquí
suele haber cazadores?- pregunta Ana, su voz muy aguda. Sigue
nerviosa. Lo noto por cómo le tiembla la voz al hablar y por cómo
me tiene sujeto casi no me deja ni respirar...
-No,
aquí no suele haber, pero bueno, no sería la primera vez que cazan
donde no deben.
-Para,
por favor, tengo miedo- me pide Ana con voz temblorosa. Me debato
entre parar o no. Siento que debo abrazarla y tranquilizarla, pero
quedarnos aquí no es seguro. Suspiro mientras disminuyo la velocidad,
pero no paro. No pienso parar para que nos confundan con una presa y
nos metan un tiro entre ceja y ceja. Es entonces cuando veo a los
cazadores. Hay un reno abatido en el suelo y su cría, supongo, en un
cepo. ¡Serán cabrones! Pero no podemos hacer nada. Ellos mandan,
son los que llevan las armas, no yo. Dejo de frenar e intento
acelerar, para dejarles atrás y que Ana no les vea, para que ellos
no nos vean. Pero ya es tarde, noto como Ana se tensa, les debe haber
visto.
-¡Para
Luca! ¡Van a matar a la cría de reno! ¡Tenemos que salvarla!- me
chilla Ana. No puedo parar. Podría pasarla cualquier cosa si va a
por ellos.
-Lo
sé, pero no podemos hacer nada.
Scusa.
Lo siento- contesto. Aunque la verdad es que por mi cabeza pasa algo
más como decirla que en qué piensa. ¿Poner su vida en peligro por
un animal? De locos.
-¡Para,
para!- me grita desesperada, casi empezando a sollozar. No pienso
parar, no puedo.
Es
entonces cuando Ana salta de la moto. Oigo como cae al suelo.
¡Maldita niñata! No podía quedarse donde estaba no... ¡Mierda!
Sale corriendo hacia los cazadores. Es lo que faltaba. Bravo
Ana.
No iría a por ella si no fuera porque no puedo dejar que se enfrente
sola a dos hombres armados. Y porque ella es mi responsabilidad, y
porque... Ahora mismo, en este mismo instante... No he visto a Chiara
en su rostro, era tan solo Ana, la hija de Jose. Los pelos de los
brazos se me han erizado con tan solo pensar que algo malo podría
pasarla y... No puede pasarle nada malo a ella, no puedo dejar que
pase, por mí. Freno en seco. Me bajo de la moto lo más rápido que
puedo, dejándola tirada, no me importa. Me quito el casco justo
cuando oigo como Ana chilla hacia los cazadores. ¡Se ha vuelto loca!
-¡Ana!,
¡Ana!- chillo intentando llamar su atención. Pero ella no calla.
Por un instante vuelvo al día que Padre me mandó aquí.
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