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lunes, 15 de julio de 2013

El viaje - Cap. 3

Capítulo 3


—Propongo algo... Vamos a bajarnos a la piscina ahora —dice Pablo levántandose del suelo, cogiendo su plato y llevándolo a la cocina.
—Ahora? Es noche cerrada, mira —digo mientras miro a través del cristal que da a la terraza.
—No seas niña Ana, venga, nos lo pasaremos bien
—Pero si no vamos a ver nada! —me quejo.
—Lo intentamos y si no vemos un pijo, nos subimos —dice Tete. Miro a Marcos para ver su reacción. Está muy serio. Tal vez sería buena idea bajar a la piscina y hablar con él a solas, sin tener que mirarle a los ojos.
—Vale —acepto poniéndome de pie —. Dejad que me ponga el bikini
—Lo llevas puesto —me dice Ángel enarcando una ceja. Me miro a mí misma.
—Ups! —digo mientras todos se echan a reir.
—Venga pues cada uno a recoger su plato y a bañarse! —nos anima Fer
—Bajamos el alcohol? —pregunta Marcos.
—No estaría de más. Cojámoslo. Para ti Ana, fanta no? —dice Tete. Asiento.
Recogemos la mesa en un santiamén y salimos por la puerta de casa.
—Toma, guarda las llaves, nosotros seguro que las perdemos —me dice Tete entregándome las llaves. Asiento, pero me doy cuenta de que hay tan poca luz que no me puede ver.
—Vale —contesto.
Pablo va a la cabeza con el movil alumbrando el camino, los demás le seguimos haciendo un gusanillo. Me agarro a las caderas de Ángel para no caerme y el me pone una de sus manos sobre la mía. Bajamos la cuesta y entramos al recinto de la piscina que está abierto.
—No hemos traido linterna? —pregunto.
—Móvil —contesta Pablo. Le sonrío. Solo puedo distinguir las figuras de mis amigos y no sé donde empieza la piscina.
—Tengo miedo —susurro a Ángel.
—Por qué?
—No veo absolutamente nada.
—Lo primero, deja tus gafas y las llaves sobre una de las sillas. Después quédate ahí y voy a buscarte —me dice Ángel.
—Hu huh —digo alejándome de él y tanteando el aire, intentando no darme con una silla en la espinilla. Pero no es tan dificil de encontrar. Las sillas están bajo sombrillas y son de color blanco así que en la oscuridad se ven casi hasta bien. Me quito la camiseta de Pablo y dejo las llaves y mis gafas sobre la camiseta. No tarda mucho en aparecer a mi lado un cuerpo de hombre.
—Lista? —pregunta una voz que no pertenece a Ángel. Es Marcos.
—Es posible —digo. Mi voz suena temblorosa y precavida. Marcos roza mi mano y tiemblo. Después de nuestra... “pelea” o como lo querais llamar, no le he mirado ni una sola vez a los ojos. Te tenso al notar que se acerca más a mí.
—Siento lo de antes —se disculpa Marcos. Su aliento en mi mejilla. Suspiro aliviada.
—Vamos al agua? —pregunto por cambiar de tema.
—Vamos.
Me guía hacia el agua, sin soltarme de la mano. Creo que lo chicos ya han entrado. Mis ojos se han acostumbrado ya a esta penunbra y distingo los bordes de los cuerpos de mis amigos.
Marcos me coje de la cintura y me hace sentarme en el borde de la piscina. Es el primero en dejarse caer al agua. Sumerje su cabeza y dejo de verle. Sale haciendo mucho ruído. Escucho como coge una gran bocanada de aire.
—Cómo está?
—Muy buena. Ven a probarla —me dice Marcos mientas sus manos se deslizan por mis muslos hasta mis caderas. Siento un escalofrío. El agua está perfecta para bañarse. Aprieta mis caderas y me lleva hacia él, haciendome entrar en el agua lentamente. Noto la piel de su pecho contra mi abdomen y me estremezco.
—Te gusta? —pregunta Marcos apretándome contra él. Suspiro. Mi corazón comienza a latir más rapidamente y me empiezo a excitar.
—Aquí no —digo en un susurro. Si sigue así, no podré contener las ansias que tengo de hacerle mío.
—Por qué no? —pregunta Marcos con voz melosa mientras me estrecha más cerca de él. No puedo escapar, tengo la espalda pegada a la pared de la piscina y él bloquea mi paso. Suspiro.
—No estamos solos —logro decir en un susurro. No me ayuda nada a concentrarme en mis palabras que Marcos no deje de rozar sus caderas contra las mías. Desliza su mano por mi nuca y me atrae hacía él para besarme. Intento esquivar su beso, pero no soy capaz y enseguida sus labios están sobre los míos.
—Para, por favor —le pido más como súplica que otra cosa.
—No nos pueden ver
—Pero es una falta de... —Marcos me besa, haciendo que no pueda dejar de terminar mi frase. Me abandono al beso y que sea lo que Dios quiera. Y Dios quiere que alguien nos interrumpa chocándose contra nosotros.
—Lo siento tío —dice la voz cantarina de Ángel. Encuentro en él mi escapatoria.
—No pasa nada Ángel.
—Ah! Tú también estás aquí, que bien. Marcos me dijo que él iba a buscarte, no te ha importado no?
—No, claro que no —digo regalandole una sonrisa que sé que no podrá ver.
El resto de la noche pasa rápido. Tete mete una de las sillas de plástico dentro del agua y se sienta en ella. El agua está a una temperatura perfecta, no muy caliente, pero no helada. No hace falta moverse para sentir el calor que desprende el agua. Eso es según Fer porque estamos al lado de un río y eso hace que la temperatura sea estable durante el día y la noche.
Salimos de la piscina en algún momento de la noche, posiblemente a la una o las dos (tampoco es que sea tan tarde), cuando un ruído raro hace que pegue un grito.
—Qué es eso?
—El qué? —pregunta Tete.
—No lo escuchais? —pregunto poniendome en pie de un salto. Pablo se levanta también y se acerca a mí abrazándome.
—Tú lo escuchas verdad —digo ahogando un sollozo.
—Sí —me susurra contra mi pelo —. Pero no es nada, creo que a lo mejor son aspersores, no sé, pero no te preocupes —dice Pablo frotándome los brazos —. Voy a ver qué es.
—Tú te quedas aquí conmigo —me dice Marcos. Su voz denota posesión. Asiento sin decir nada. Y dejo de estar en brazos de Pablo, tan cálidos, para estar en los de Marcos, que están tensos, muy tensos.
—Son solo los aspersores. Lo malo es que para salir de aquí nos empaparemos de agua helada —dice Pablo desde la lejanía. Suspiro aliviada.
La vuelta a la casa es de chiste. Cogemos las pocas toallas que hemos bajado (solo Pablo y yo hemos bajado toallas) y como podemos nos metemos todos debajo. Las cosas que no se pueden mojar las llevo yo, que voy en medio de las toallas para estar más protegida. Eso no quita que me coma un aspersor en toda la cara y otro me de en mi abdomen, haciéndome saltar y chillar de frío y susto.
Cuando llegamos al apartamento, lo primero que hago es salir corriendo a la ducha. Me meto y doy el agua caliente.
—Puedo pasar? —pregunta la voz de Pablo desde fuera del baño.
—Claro —contesto. Estos chicos con los que estoy ahora mismo son mi familia. Mis hermanos mayores. Hay confianza de sobra como para que entren mientras me ducho, podamos dormir juntos sin que pase nada raro, etc. Cuando les veo en ropa interior, lo único que siento es envidia de sus abdominales, nada más. Y cuando ellos me ven en ropa interior, lo único que me dicen es que llevo ropa de abuela solo por piscarme aunque sepan que visto ropa interior sexy.
—Mejor con la ducha caliente? —pregunta Ángel que también ha entrado en el baño.
—Mucho mejor. Me podeis pasar alguno la toalla. Alguna seca por favor.
—Voy a por una y vengo —dice Ángel. A través de los cristales rugosos y llenos de baho puedo ver como una figura sale del baño. No tardo mucho en estar envuelta en una toalla.
—Sabes que estás dejando la toalla azul? —pregunta Tete cuando me mira la espalda.
—Enserio?
—Sip
—Vaya mierda de tinte... A ver cuando deja de echar color...
—Verás mañana como va a terminar la almohada... —dice Fer riéndose. Me río yo también.
—A ti te importa Pablo? —pregunto mirando a este.
—Nop. Ya sabes que me encantas con tu nuevo luck.
Sé que ahora mismo os estareis preguntando por qué voy a dormir quince días en una cama de matrimonio con Pablo y no con Marcos. La respuesta es fácil. Pablo lo ha decidido así. Creo que tiene miedo de que pueda hacer con Marcos y me arrepienta después. No es que Marcos y Pablo se lleven genial, pero se soportan, si no no estarían los dos aquí ahora mismo.
—Ay! Pablo! Cada cuánto echamos de comer a Tortu y Nessie?
—Una vez al día, como a tus peces.
—Ajam. Pues voy ahora —digo acercándome a la mesa de la entrada. Las tortugas parecen felices en su nueva casa.
—Mañana las podríamos dejar en la ducha —dice Pablo que aparece tras de mí.
—Vale. Qué plan tenemos de todas formas?
—No lo sé. Lo hablaremos ahora.
—Vale. Y yo luego quiero irme a dormir, tengo sueño —digo bostezando.
—Vale.
Pablo y yo echamos de comer a las tortugas y nos quedamos mirándolas comer. Después de cinco minutos, suspiro. Casi no han comido nada.
—Verás como mañana no queda nada. A lo mejor les molesta que haya dos cabezas asomadas en su casa moviend el agua con su aliento.
Me río de lo que dice Pablo, le pego un codazo y nos alejamos de las tortugas.
—A ver si es verdad.

No tardamos muchos en ponernos de acuerdo en que es tarde y que ya por la mañana nos organizaremos planeando excursiones y de todo para el resto de días.
Soy la primera en abandonar el salón. Enciendo la luz de mi habitación, abro un poco la cama y me dejo caer dentro, comenzando a soñar.


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