Capítulo
1
Hoy, por fin es hoy, hoy es
el día. Estamos en junio, a finales. Me levanto de un salto de la
cama, me pongo mis gafas de ver y me voy corriendo al baño a
arreglarme. Me miro al espejo. Pelo teñido de color azul oscuro,
largo, enmarañado y encrespado, pecas por toda la cara, nariz
respingona, ojos color miel (casi más bien marrones) y gafas de
pasta grandes (que son nuevas. He estado siete años llevando unas
gafas con unos cristales enanos). Como veis no soy nada especial. Mi
cuerpo tampoco es nada especial, no tengo el abdomen del todo plano,
ni unos pechos de infarto.
Me mojo la cara, intento
arreglarme el pelo como puedo (termino haciendome una coleta), cojo
el cepillo de dientes, el peine y corro a mi habitación. Hoy me voy
de viaje con mis amigos.
Cierro la maleta con todo
lo que me quedaba por meter. Llevo ropa para dos meses casi, a pesar
de que voy a pasar solo quince días fuera de casa.
Mis padres y mi hermano
están levantados
YO: estoy llegando, por
dónde vas?
PABLO TÍO LUKAS: ya
estoy casi amor
Veo a Pablo desde lejos. Es
moreno de piel, alto y musculoso. Tiene el abdomen como una tabla y
no exagero, la primera vez que le di un abrazo pensé que me había
confundido y estaba abrazando a una pared. Después enseguida me
acostumbré a sus músculos. Tiene ojos oscuros, casi como
obsidianas, pelo corto y negro. Le encanta el deporte y siempre viste
bien.
—Hola
guapa —me saluda Pablo.
—Hola
—digo con un deje de felicidad en cada letra.
—¿A
qué hora hemos quedado con los demás?
—Dos,
creo, no estoy segura... El tren sale a las dos y media.
En
el último momento, Ángel, un amigos que ya conocereis después, y
yo tuvimos que ir a cambiar los billetes de tren porque alguien (no
recuerdo) ese día no podía viajar. Total, que la montamos parda
cambiando todos los billetes de día, volviendo a sacar los carnets
jóvenes y mintiendo sobre que los que viajaban con nosotros eran los
de los carnets.
—Vámonos
a comer al burguer que está aquí cerca y a las malas les avisamos y
que vengan al burguer
—Vale,
perfecto.
Nos
acercamos al burguer, pedimos y Pablo me consiguió cuando fue a
pagar una corona de estas de cartón que regalan a veces en el
burguer.
La
tradición de comer en el burguer es porque yo siempre digo que
quiero ir al McDonalds y él siempre me dice que por su barrio hay
uno... Y siempre se equivoca y terminamos en un Burguer... Y ahora,
simplemente vamos al Burguer.
Empezamos
comiendo las patatas, como siempre. Bebemos en mi caso fanta, en el
suyo coca-cola.
—Póntela
—me dice Pablo pasándome la coronita mientras me regala una
sonrisa ladeada.
—Está
bién —digo mientras cojo la corona y me la pongo —estoy guapa?
—pregunto mientras pongo morritos.
—Muy
sexy...
—Ja
ja ja —digo antes de echarme a reír. Cojo una patata y se la tiro.
—Está
buena la hamburguesa? —me pregunta Pablo con la boca llena. Río.
—Muy
buena, cada vez está mejor —contesto entre risas —. La tuya?
—Muy
buena. Por fin nos hemos acordado de pedirla sin lechuga y sin
tomate.
Río
ante su afirmación.
No
tardamos nada en terminar de comer y llenos, salimos a esperar a que
lleguen los demás mientras vemos las tortugas.
—Mira
esa qué mona Pablo! La quiero!
—Y
cómo la cogemos?
—Si
está aquí al lado... Venga... Porfa...
—No
puedo Ana...
—Pooorfaaaa
—digo cogiéndole el brazo, haciendo pucheritos y poniendo ojitos.
—Anda...
deja que lleguen los demás e intentamos llegar a ella.
No
sé si lo sabreis, pero en Atocha hay un montón de tortugas
(galápagos para ser más exactos) en el estanque que tienen. La
gente solía ir allí y soltar a sus galápagos cuando eran más
grandes y ya no los querían. También hay peces y de todo. El
problema es la sobrepoblación de tortugas que hay...
Pablo
de pequeño tuvo un galápago que era como su mejor amigo, allá
donde iba Pablo, iba su galápago, hasta que un día se calló por la
terraza.
—Me
llama El Negro —me dice Pablo. Asiento y Pablo pone el manos
libres.
—Holaaaa
estamos aquí Pablo y Ana al habla —digo feliz. Me encanta cuando
nos vamos todos juntos.
—Estoy
en Atocha!
—Atocha
es muy grande, en qué parte. Quedamos que quedaríamso donde las
tortus —digo.
—Ya
bueno es que me ha traído mi hermana en coche y me ha dejado en una
de las entradas a Atocha.
—Cual?
—pregunta Pablo
—No
lo sé, pero hay muchos taxis.
—Vale,
no te muevas y te buscamos —digo antes de que colguemos.
—Antes
de que nos movamos... Sabes donde puede haber taxis? —pregunto a
Pablo expectante.
—No
estoy seguro... Pero vamos, damos vueltas por Atocha y ya está,
tenemos tiempo, es la una. A qué hora sale el tren?
—Dos
y media.
—Vale,
pues venga, en marcha.
—Pero
y Tortu?
—Ahora
volvemos a por ella —me dice Pablo suspirando mientras me empuja
para que empiece a andar.
No
os exagero, pero nos pasamos casi que veinte minutos dando vueltas
por Atocha. Y esque Atocha es muy grande... Tete nos llama cada cinco
minutos para saber qué pasa y siempre contestamos lo mismo: “No
sabemos donde estamos, espéranos y no te muevas”.
Al
final le encontramos. Y sí, está lleno de taxis... Le miro desde
lejos, con un maletón gigante a su lado de color gris. Unas gafas de
sol puestas, como Pablo y yo. Tete es un poco más bajo que Pablo,
también está fuerte aunque creo que Pablo un poco más. Es moreno
de piel, con pelo corto y ojos negros. Cejas pobladas y ya se le nota
la barba incipiente.
—Holaaa!!
—grito mientras corro hacia Tete. Éste me coje en brazos y me da
una vuelta entera. Ambos nos reímos. Cuando mis pies posan el suelo
le abrazo y le beso en la mejilla.
—Hola
tío —saluda Pablo.
—Hola
—contesta Tete.
La
razón de que a Tete le llamemos así es que se llama Pablo y ambos
son morenos de piel... Y era un lío hablar de alguno de ellos porque
siempre pasaba esto:
—El
otro día Pablo....
—Qué
Pablo?
—El
negro
—No
sé quién. Los dos lo son.
—El
más negro.
—Pero
si son los dos iguales...
Así,
Tete se quedó con ese apodo y Pablo con su nombre. Entre ellos se
sulen llamar Mozambiqueño o Negro a secas.
—Los
demás ande andan? —pregunta Tete.
—No
han llegado... —digo con pesar y nada más terminar la frase, mi
móvil suena, es Ángel.
—Dime
—contesto al descolgar
—Estoy
ya por aquí querida —me dice Ángel con esa voz tan suya.
—Dónde
es aquí?
—En
Atocha, dónde si no?
—Pues
donde las tortus
—Ah!
Bueno no, estoy saliendo del metro.
—Vale,
nosotros estamos donde los taxis, con Tete que ya ha llegado. Vamos a
buscarte, quedamos donde las tortus.
—Perfect
—dice Ángel a modo de despedida antes de colgar.
—Ya
está aquí Ángel —digo con voz cantarina mientras pego saltitos.
—En
el estanque de tortugas? —pregunta Pablo.
—No.
Acaba de salir del metro. Le he dicho que vaya andando hacia el
estanque, que nosotros vamos tambien.
—Pues
vamos a darnos prisa antes de que la líe si llega antes —dice
Tete. Lo dice porque Ángel suele ser el de las ideas de bombero y a
lo mejor si le dejamos unos minutos solo en el estanque, se va por
ahí a pasear porque se aburre y estamos media hora hasta que le
encontramos porque no coje el móvil. No es la primera vez que nos lo
hace.
Vamos
andando a paso ligero hasta el estanque, nuestras maletas de ruesdas,
junto con nuestras pisadas, se mezclan creando un ruído monótono
que se me mete por los oídos. Llegamos antes de que llegue Ángel y
le vemos llegar a lo lejos. Es alto y delgado como Pablo y Tete. Pelo
corto, pero más largo que los dos anteriores. Tez pálida, muy
pálida (la última vez que tomamos el sol, se quemó). Ojos marrón
verdoso, pelo marrón con reflejos anaranjados.
—Aquí!
—gritó mientras zarandeo mis manos —. Ángel!
Él
oye su nombre y mira hacia mí. Me sonríe mientras se acerca.
—Hola
chicos! Pensaba que sería el último —nos saluda Ángel.
—Holaa!
No, aún queda Ferni... —digo saludando a Ángel.
—Le
esperamos aquí?
—Sí,
además me teneis que ayudar a coger a Tortu —digo asomándome al
estanque para ver si la tortuga que quiero sigue en el mismo sitio. Y
sí, ahí está. Encima de otra tortuga más grande, haciendo una
pirámide.
—Tortu?
Quien es ese? —pregunta Tete.
—Una
tortuga. Esa mira —digo señalando a Tortu.
—Es
mona.
—No
te gusta no? Tete? —pregunto mirándole de reojo.
—No
le veo la gracia.
—Pooorfaa
ayudadme a cogerla... —pido haciendo pucheritos a los tres chicos.
—Venga,
que sí mi niña, te la intentamos coger. Pero cuando no mire nadie.
O la menor gente posible...
—Gracias
chicos! —digo intentando abrazar los tres a la vez.
Pensamos
un plan para coger a Tortu. Está cerca de la vaya que separa el
estanque del resto de la estación, pero creo que la distancia es
mayor de la que pensábamos, porque Pablo alarga el brazo y no es
capaz de llegar a ella. La gente se nos queda mirando, pero nadie
dice nada. Miro hacia todos los lados, por si aparece un guardia de
seguridad, pero creo que hasta a ellos les viene bien que nos
llevemos alguna y dejemos sitio para otra que algún padre deje
abandonada por ser un capricho de sus hijos que ya no quieren.
—Casi
la tengo —anuncia Pablo. Tete le tiene sujeto con la cadera y pablo
esta casi dentro del estanque, como Tete haga un movimiento en falso,
Pablo cae al agua seguro.
—Bien!
—digo cuando veo como Pablo coge a Tortu.
—Toma
tu tortuga anda —dice Pablo tendiéndome a Tortu.
—Se
llama Tortu —matizo extendiendo mis brazos y juntando mis manos.
—Pues
a Tortu, tómala princesa —me dice Pablo. Nos reímos todos. Me
llama así por la corona del Burguer que aún llevo puesta y que no
me quitaré hasta que lleguemos al apartamento en Cáceres. Pablo
deja a Tortu sobre mis manos y la miro fijamente. Tiene el cuello
encogido, pero la cabeza sobresale de su caparazón. Es de color...
Verde sucio, como todos los galápagos.
—Necesitará
un amigo no? Siempre dicen que tienen que ir juntas... —dice Ángel.
Todos nos giramos para mirarle.
Lo
próximo que sé es que ahora es Ángel quien tiene apoyado sobre la
vaya hasta la cadera, intentando llegar a coger otra tortuga del
mismo tamaño (pero diferente para no confundirla con Tortu). Es todo
un reto para él, pero como ha sido quien ha dado la idea... Pablo y
Tete han pensado que tenía que ser él quién lo hiciera.
—Tengo
otra! La tengo! —grita orgulloso Ángel. Miro hacia su mano. Tiene
una tortuga muy parecida a Tortu, pero es un poco... Cómo decirlo...
Algo fea...
—Gracias
—digo cuando tengo a las dos tortugas en mi mano. No se pueden
mover porque en cuanto se muevan se caerán de mi mano.
—Piensas
llevarlas asi todo el viaje?
—Buena
pregunta Pablo... Pues... No...
—Trae
anda dame a una. Vamos a buscar un recipiente de plastico para coger
agua de aqui y llevarlas bien en el viaje.
—Gracias!!
Y toma, a Nessie.
—Nessie?
—pregunta Ángel.
—Sí,
Nessie. La que has cogido tú.
—Pero
si... —dice Ángel mientras mira a las dos tortugas —. Sí,
Nessie.
—La
tuya es un poco... Rara —digo.
—es
verdad. Nessie le queda bien. Si se porta mal la podemos llamar
Mounstro del lago Ness —dice Ángel mientras se echa a reir. Los
demás le miramos, esperando a que pare.
A
las dos, Fer llega al estanque de las tortugas. Nosotros ya hemos
conseguido una especie de tapper, donde hemos metido agua del
estanque y las dos tortugas pueden moverse sin casi rozarse. No es
muy grande el recipiente pero sirve para el viaje.
—Hola
tíos. Qué llevas en el tapper Anuska?
—Unas
tortugas que hemos cogido. Nessi y Tortu.
—De
aquí las habeis cogido?
—Hay
demasiadas —me defiendo.
—Bueno...
Chicos vosotros habéis comido? Porque yo no.
—Nosotros
sí, pero Ángel y Tete no —digo señalándonos a Pablo y a mí con
el dedo.
—Burguer?
—pregunta Tete.
—Vale
chicos pero... Son en punto y el tren sale a y media.
—Sí,
nos damos prisa, venga vamos —dice Fer echando a andar hacia el
Burguer que está a unos pasos del estanque de tortugas. Nuestras
maletas hacen ruido contra el suelo de mármol, pero casi no se oye
porque a nuestro alrededor hay mucha más gente andando con maletas
de un sitio a otro.
Fer
es alto, menos corpulento que los demás, pero diría que casi mide
dos metros, o poco le falta. Las manos gigantes. Con su mano cubre
toda mi cabeza (ya lo hemos comprobado). Es el que siempre se pone de
portero (le pega). De tez pálida, pelo rizado y casi media melena.
Oscuro y ojos también oscuros, casi negros.
Me
quedo atrás mirándoles a los cuatro. Todos con camiseta de verano,
pantalones cortos o en su defecto bañador, chanclas en los pies,
todos con pelos en las piernas, algunos más que otros. Sonrío
paramí misma. Y yo me voy con estos cuatro chicos de viaje. Miro lo
que llevo puesto. Casi soy un chico más. Un bañador de chico blanco
y negro a cuadros y una camiseta de tirantes blanca. Unas chanclas de
dedo en mis pies.
—Vamos,
Ana, qué haces ahí parada? —me pregunta Pablo. Le sonrío y me
pongo a andar hacia él.
Pablo
es simplemente... Como mi Ángel. Me sacó del pozo cuando nadie más
había podido y ahora somos casi como inseparables. El año que viene
empezamos la universidad y... Me da miedo perderle.
—Son
las dos y cuarto! Tenemos que irnos! —digo mientras me levanto
pegando un bote. Todos miran sus respectivos relojes.
—Ana
es la una y cuarto, no las dos.
—Joder
qué susto nos has dado con eso de comer en un cuarto de hora. Si
queda mogollón para irnos...
—Que
no, que no, que son las dos y... —miro mi reloj. Pone las dos y
cuarto, se lo enseño a los demás. Ellos niegan con la cabeza. Miro
mi movil. La una y cuarto. Y todo encaja...
—Lo
siento, mi culpa. Esque mi reloj tiene mucho botones y esta noche
abré dado a alguno... Lo que no sé es cómo he llegado bien a
quedar con Pablo.
—Porque
mirabas la hora en el movil —me dice Pablo.
—Puede
ser.
—Menos
mal que podemos terminar de comer con tranquilidad, porque me estaba
dando un hary aquí mismo de comer tan deprisa la hamburguesa —dice
Tete. Me echo a reir.
A
las dos menos cuarto salimos del burguer y vamos ya a buscar la
entrada del tren. El móvil de Tete suena y yo me tenso. Es él.
—Hola
Marcos, sí dime —habla Tete cuando descuelga el teléfono.
—Emmmm
sí, lo cogemos ahora, a las dos y media. Tardamos dos horas y media
en llegar no?
—Vale,
gracias tío.
—Qué
te ha dicho? —pregunto. Mi voz tensa.
—Que
tiene ganas de verte. Que cuando llegamos. Nos van a venir a buscar
en dos coches.
—En
serio ha preguntado por mí? —digo a medias entre ilusionada y
sorprendida.
—Sip.
Todos
saben que entre Marcos y yo hay algo. No ha pasado nada entre
nosotros, pero llevábamos tiempo tonteando. Estas dos semanas
conviviendo serán para dar el paso o para no darlo. Estoy nerviosa.
—No
le des vueltas Ana —me dice Pablo dándome con su brazo en mi
hombro.
—Si
no le estoy dando vueltas —miento.
—No
sabes mentir —dice Ángel. Le fulmino con la mirada.
—Bueno,
qué más da. Ya estoy calmada mirad —digo dando una vuelta sobre
mí misma. Como si al verme así fueran a pensar que no estaba
nerviosa.
—Déjalo
anda, no sabes mentir —me dice Pablo moviendo su mano.
No
tardamos en subir al tren. Saco los billetes de mi maleta y miro los
asientos que nos han tocado.
—Son
estos cuatro y uno va solo —digo negando con la cabeza.
—Pero...
—empieza Ángel pero le interrumpo.
—Sí,
dijimos que los cinco juntos...
—No
pasa nada, mira, Ana tú y yo nos sentamos aquí y vosotros tres
allí, Si alguien dice algo le explicamos lo que pasa vale? —dice
Pablo.
—Genial!
—digo feliz.
Colocamos
nuestras maletas sobre una balda que hay por encima de nuestras
cabezas. Saco de mi maleta antes de que Pablo me la subo unas cartas
y La Oca.
—Jugamos?
—Es
para cuatro....
—Yo
voy con Pablo y nos pedimos rojo—digo para que podamos jugar todos
mientras guiño un ojo a Pablo. El rojo es nuestro color.
—Azul
—dice Ángel.
—Amarillo
—dice Fer.
—Verde
—dice Tete.
Jugamos
quien sabe cuantas veces. Pablo y yo tenemos el tablero, vamos
pasando el dado y nosotros somos los que movemos cada piececita
dependiendo de lo que les salga en el dado.
Pablo
y yo ganamos tres veces, Tete una y los demás ni una. Ángel se pasa
casi toda la partida en la carcel o empieza al caer en la calavera.
Ferni
no deja de caer en los dados... Volviendo una y otra vez sin poder
llegar al final.
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