Capítulo
27
Ada
-Ada!,
de dónde vienes?- preguntó Ainhoa de forma inquisitoria. Hice un
mohín.
-Liam
me mandó un mensaje anoche y he pasado la noche con él- dije
intentando quitarle importancia aunque estaba deseando que preguntara
algo más para largarle todo mientras daba botes de alegría.
-como?-
me preguntó algo incrédula.
-siiii
tiia!- me llevó en moto de agua a una playa que esta a la izquierda
de la playa. Es como nuestra playa pero.. un poco más fea- dije
sonriendo. Liam se lo había currado y mucho. Esperé a que Ainhoa me
instara a seguir para contarle más.
-y
que más!- dijo con un gritito.
-en
la playa había colocado unas velas perfectos moradas haciendo un
circulo alrededor de un mantel con platos, copas, vino y comida.
Tía.. es perfecto..- dije. Nada más decirlo me arrepentí de haber
pronunciado la última palabra..
-estas
loca por el, no se a que esperas- dijo Ainhoa poniendo cara seria.
Sabía que quería que le contara más, pero quería darme un consejo
de hermana mayor.. así que no dije nada más.
Las
demás aparecieron poco a poco por la cocina donde nos habíamos
puesto a hablar Ainhoa y yo y las conté todo, con pelos y señales
sobre la noche de Liam. La verdad es que no estaba nada cansada.. no
sé por qué.. Después les conté nuestra conversación pero ninguna
de ellas dijo nada, solo escucharon. Estaba segura de que tan solo
necesitaban tiempo para pensar en qué decirme..
Hacía
ya tres días que Liam y yo habíamos protagonizado nuestro primer
beso. Cada vez estaba más segura de que sentía algo intenso (y más
desde la noche anterior) y tenía que ponerle remedio, pero no lo
hacía. Era tonta, pero simplemente no era capaz, porque me gustaba
la sensación que me embriagaba. A lo mejor no era tan malo dejar
pasar unos días más y luego ponerme a ello.. Aquella mañana, los
chicos nos pasaron a buscar al apartamento para llevarnos a comer a
un restaurante que conocían en un pueblo donde las olas eran
inmensas para hacer surf. Y allí que fuimos todos. Cogí a Dafne en
brazos y nos subimos en el coche. Esta vez, cogimos mi furgoneta y
dejamos su monovolúmen en nuestra plaza. Nos metimos como pudimos. A
pesar de que no había plazas para todos, íbamos mejor que en el
monovolúmen. Colocamos algunas sillas de playa en el maletero para
poder sentarnos en ellas. El maletero era bastante ancho, así que
los que iban atrás no estuvieron tan apretujados como lo estuve yo
en el monovolumen (se nota que no me gustó el viaje, ¿verdad?. El
resto del día lo arregló, sin embargo). Conduje a la ida, guiada
por Noel y Ángel que iban delante conmigo. La verdad es que aquellos
dos chicos me caían bien. Noel era el más callado, pero aún así
tenía detalles que me gustaban. Ángel, por otro lado, era más
vivaz, hacía cosas sin pensar, hablaba sin saber.. Lo que me
recordaba a mi hermano. Parecía el típico chico que se metía en
problemas sin saberlo ni siquiera. Les sonreí cuando empezaron a
decirme cosas, que no escuchaba. Estaba pendiente de la carretera.
Dafne iba encima de Ángel, que parecía enamorado de la pata; tal
vez sería porque todas las mañanas nos procuraba un huevo. Tardamos
una hora y media, más o menos en llegar a aquella playa. Cuando la
vi, supe por qué iban allí a surfear. El mar en aquella playa
estaba embravecido. No había nadie nadando, todos eran surfistas,
aunque tampoco había muchos. También pude ver algunos practicando
kite-surf. Sentí envidia de todos ellos.
Aparqué
en coche cerca de la playa. Hacía un sol espléndido para mis
amigas, que tomarían el sol. Para mi no, ya que me achicharraría
antes de que hubieran pasado veinte minutos escasos. Menos mal que
los chicos habían pensado en todo y llevaron una sombrilla. Sam y
Dafne se quedaron a mi lado, todo el rato, desde que bajamos del
coche, hasta que nos acomodamos en la arena. Una vez todo listo, me
paré a mirar a mi alrededor. La playa era gigantesca, la extensión
de arena era casi el triple o el cuádruple que la de nuestra playa.
No había ninguna cala, nada que te avisara de donde terminaba la
playa. No había más animales además de Sam y Dafne, ni casi
ninguna persona en la arena; casi todos disfrutaban de las olas. En
su mayoría, todos los surfistas eran hombres, salvo alguna mujer que
pude distinguir. Haciendo kite-surf vi más mujeres y por un instante
sentí mucha mucha envidia.
Los
chicos se despojaron de sus camisetas, cogieron sus tablas y se
fueron a surfear. No pude evitar quedarme embobada mirando el torso
desnudo de Liam. Cada vez me atraía más. Fue con ese simple gesto
de quitarse la camiseta, de verle la espalda desnuda cuando me di
cuenta de lo que me pasaba: estaba enamorada. Genial pensé
irónicamente. Intenté hacer como que no había pasado por mi cabeza
aquel pensamiento, saqué la cámara de fotos que Julia había traído
y no pude evitar hacerle una foto a Liam de espaldas, hablando con
los demás antes de entrar en el mar. Me hipnotizaba su cuerpo.
Quería volver a sentir su piel bajo la mía. Ansiaba besarle. Lo que
sentía era más que deseo. Era una atracción que me daba miedo
reconocer, de echo, hasta ese mismo momento lo había mantenido
oculto bajo otros pensamientos, pero ahora, viéndole así, había
salido aquel pensamiento de entre las penunbras. Quería correr hacia
él, saltar sobre su espalda, pegarle un susto, que me cogiera y me
hiciera resbalar contra su piel hasta quedarnos ambos cara a cara..
yo en sus brazos, con mis piernas enrolladas alrededor de su cintura.
Quería sentir su aroma a arena, sal y mar que tanto me gustaba,
quería sentir su cálido aliento sobre mis labios, mi cuello. Mi
oído, mis muñecas, mi clavícula y todo mi cuerpo. Nunca había
sentido tanta necesidad de estar cerca de nadie, y menos de un chico,
de tenerlo y poseerlo. Se me daba bien ocultar en mi cabeza lo
atractivo que lo veía. Cuántas veces repetía en mi cabeza la
palabra, más necesidad tenía de ir hacia él. Durante los días
anteriores, incluso al beso, había sentido esa atracción hacia él,
pero la había controlado. Me daba miedo. En ese momento parecía que
esa electricidad que había entre los dos había logrado penetrar
entre mis pensamientos y había logrado salir fuera, al exterior. Era
imposible pararlo ya. Y todo por quitarse la camiseta. No me quería
ni imaginar qué se me pasaría por la cabeza si le viera alguna vez
desnudo. Me aterraba que un chico tuviera tanta fuerza en mí. Me
aterraba todo lo que sentía. Me mordí el labio inferior suavemente.
Le veía tan sexy adentrándose en el agua. Pensé en la noche que
dormimos juntos, en lo mucho que tuve que luchar para no lanzarme
hacia sus brazos. Lo mucho que me costó separarme de su abrazo y de
su olor al día siguiente, cuando desperté. Pensé en el beso. Ahí
sí que había tenido fuerza de voluntad. No quería parar. Pero mi
cabeza racional ganó frente a mis pensamientos. En ese momento,
viendo a Liam surfear, las pocas barreras que quedaban en mí cayeron
pesadamente. Era libre. Me había cansado del cerebro racional. Era
mejor pensar con el sentimiento (o no..).
-Estoy
enamorada- susurré sorprendida para mis adentros, estaba claro que
no podía sacar de mi cabeza la sensación de miedo que me invadía
ante tal afirmación. No había querido aceptarlo hasta ese momento.
Yo, que me había jurado a mí misma no enamorarme más, lo había
vuelto a hacer. Tonta de mí. De todas formas, qué más daba, él no
estaba enamorado y yo ya me encargaría de mí misma y me
desenamoraría de él. No había ningún problema ¿no?. Mientras
tanto, iba a disfrutar por lo menos un día de cómo era todo después
de admitir para mí misma que estaba enamorada de Liam. Y todo por
que hiciera ese simple gesto.. ese levantamiento de brazos y se
quitara su camiseta.. no sabía él bien lo terriblemente sexy que
era ese gesto en su cuerpo.
Les
hice fotos. Me acerqué a la orilla, incluso llegué a meter mis pies
calientes por el sol en el agua, que estaba más bien fría. El
contraste entre el agua fría y mis pies calientes hizo que un
escalofrío recorriera todo mi cuerpo, de pies a cabeza. Mientras,
Sam y Dafne me seguían de cerca, sin perderse ningún movimiento que
yo hiciera.
Los
chicos posaron para mí; me ponían caras y llamaban mi atención
para que les hiciera fotos. También aproveché para hacer fotos a
los demás surfistas y a los que practicaban kite-surf. Así, pasaba
el tiempo y no sentía cómo me quemaba el sol la espalda, algo que
odiaba. También aproveché para hacer fotos a las chicas tumbadas al
sol y a Sam y Dafne bajo la sombrilla mirando en dirección al mar
cuando se cansaron de seguirme a todas partes. Tengo que admitir que
surfeaban muy bien, todos ellos, aunque en el que más me concentré
fue en Liam. Estuve pendiente de todas las olas a las que se
encaramaba, de todas las olas que dejaba pasar o que cedía a sus
amigos, de cómo remaba, de cómo se levantaba encima de su tabla.
Estaba enamorada de él.. Lo bueno era que él no lo sabía, lo
malo.. que pasado ese día tendría que dejar de estar enamorada. Era
una sensación tan placentera.. y más aun cuando sabía qué era lo
que me pasaba. Días atrás estaba mal porque había evitado pensar
en si estaba enamorada. Ahora que lo sabía, sentí que un peso
grande se caía. Al menos había algo bueno en admitir lo que acababa
de admitir aunque aun me pareciera increíble.
En
algún momento de aquella sesión de fotos, un surfista que no
conocía se acercó a mí para pedirme que le hiciera fotos. Me dio
su correo electrónico para que se las mandara. Le sonreí complacida
al ver que pensaba que hacía buenas fotos, a pesar de no haber visto
ninguna. Me dediqué los siguientes treinta minutos al chico. Era
alto, moreno y de piel morena, ojos marrones. Era guapo, pero tenía
pinta de chulo de playa. Me fijé en sí iba acompañado y pude ver
que había venido con otros dos chicos, a los que también
fotografié. Después del espectáculo que me dieron saltando y
metiéndose entre las olas, salieron del agua y todos me dieron las
gracias. Parecieron muy agradecidos, porque pidieron a un surfista
que iba a entrar en el agua en ese otro momento que nos hiciera una
foto. Dos de los chicos se situaron a cada lado y el tercero de
cuclillas delante de mí. Los tres me señalaron mientras el surfista
hacía la foto. Mis amigas, nos miraban desde la lejanía y yo
todavía no lograba entender cuánto éxito había tenido por traer
una cámara de fotos allí Julia. Otro grupo formado por dos hombres
y dos mujeres, también me pidió que les hiciera fotos y se las
mandara al ver que al otro grupo de chicos les había hecho fotos.
Apunté en mi móvil, junto al otro correo, el nuevo. Después, me
hice otra foto con ellos. La verdad que me lo estaba pasando mucho
mejor de lo que esperaba. Pero todo aquello me quitó tiempo para
deleitarme en estar enamorada.
Cuando
los chicos salieron del agua, les fui haciendo fotos, según se
acercaban más a tierra firme. Cuando salieron, les hice una foto a
todos juntos con las chicas, Sam y Dafne. Quedó muy bien, aunque
faltara yo en la foto.
-ya
he visto que has estado fotografiándonos!- dijo Miguel sonriéndome.
-si,
Julia ha traído la cámara buena- dije.
-también
has estado haciendo fotos a más gente no?- preguntó Ángel. Por un
momento pensaba que lo decía con sentimiento de celos ya que por
cómo me lo había preguntado pude ver un deje de celos. Seguramente
me había visto meterme hasta las rodillas para hacer las fotos a los
que me lo habían pedido.
-si
dos grupos me han pedido que les hiciera fotos y se las mandara por
email- dije feliz. Estaba contenta de que a alguien le gustara lo que
hacía.
-entonces
eres una buena fotógrafa- aventuró a decir Noel.
-enséñanos
las fotos!- me pidió Carolina. Vieron las fotos, uno por uno. No
vieron todas las fotos todos, según pasaban unas cuantas, pasaban la
cámara al siguiente para que todos pudieran ver alguna que otra
foto.
Después
de una mañana intensa, a eso de las tres, nos fuimos a comer a un
restaurante cerca de la playa. Comimos en la terraza paella; así Sam
y Dafne podían estar con nosotros y no las teníamos que dejar en el
coche.
Continué
con mi sesión de fotos por la tarde, aunque también me aventuré a
bucear, hasta que empezó a oscurecer. Fui la única que quiso
quedarse a ver el anochecer y como conduje a la ida, nadie se pudo
negar.
Nos
sentamos en la arena, la mayoría con las piernas cruzadas o apoyando
la cabeza en éstas, de espaldas al mar y vimos como el sol se
escurría entre las montañas.
-qué
bonito es- susurró Julia.
Sabía
que al final les iba a gustar. Casi todos sonreían y yo no podía
dejar de mirarlos a todos, pensando en que había hecho bien en
retenerlos en contra de su voluntad para ver el anochecer. Me alejé
de ellos un momento, para hacerles una foto a todos dándome la
espalda, con el sol iluminando sus caras, que no veía. La foto quedó
muy bonita. Se veía el sol casi anaranjado y unas siluetas negras
que representaban a mis amigos.
En
cuanto desapareció el sol nos pusimos en marcha hacia casa. Cenamos
por el camino en una gasolinera unos bocadillos y seguimos el camino
hasta casa. Pensé en el anochecer y en Liam, estaba segura de que le
había gustado tanto como a mí.
Cuando
nos despedimos, Liam me dio un trozo de papel con su número escrito
en él (sí, el día anterior me había escrito un mensaje pero...
qué se yo... no se acordaría, o simplemente querría que lo tuviera
en un papel por si acaso). Los trazos eran limpios y bonitos. Me
sostuvo la mano entre las suyas un rato, hasta que me hizo cerrar la
mía alrededor del papel y se acercó a sus amigos. En cuanto me tocó
la electricidad corrió por mi cuerpo y estaba segura de que por su
cuerpo también había corrido, pero bueno, eso daba igual. El día
había llegado a su fin y ya no volvería a estar enamorada de él.
Me quedé mirándole. Hacía mucho que no compartíamos
conversaciones como la que habíamos tenido el primer día que nos
vimos ese año. Casi las añoraba. Y las horas de buceo a su lado.
Recordé que después de hacer las fotos, cuando me fui a bucear,
buceé sola durante un tiempo por la tarde, hasta que Liam se unió.
Pensaba que estaría surfeando, pero lo dejó por venir conmigo. Una
alegría infinita invadió todo mi ser. Estaba enamorada de él y
buceábamos juntos, ¿qué más podía pedir?. Buceamos cerca de la
orilla, buscando algún banco de peces. Esta vez fui yo la que
encontró un gran banco de peces que perseguimos. Me cogió la mano y
buceamos juntos. Un golpe de electricidad recorrió mi cuerpo cuando
nuestras manos se rozaron. Cada vez controlaba menos mis sentimientos
y eso daba mucho, mucho miedo. Pero una vez estuvimos fuera del agua,
todo volvió a ser como distante y casi frío entre nosotros. No sé
por qué. Después de la cena de la noche anterior.. Supuse que
esperaba a que tomara la decisión.. no sentí cansancio hasta que
llegamos a casa. Me quedé pensando en esos minutos que habíamos
pasado juntos aquella tarde hasta que terminé quedándome dormida,
en el sofá, como tantas veces me había pasado ya.
No
había pensado en él en todo el día, salvo ahora, en casa, en la
cama, con Dafne a mis pies (está bien, es mentira.. me pasé todo el
maldito día pensando en él..).
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