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martes, 30 de julio de 2013

La vida nos volverá a juntar, tlp - cap 27 Ada

Capítulo 27

Ada


-Ada!, de dónde vienes?- preguntó Ainhoa de forma inquisitoria. Hice un mohín.
-Liam me mandó un mensaje anoche y he pasado la noche con él- dije intentando quitarle importancia aunque estaba deseando que preguntara algo más para largarle todo mientras daba botes de alegría.
-como?- me preguntó algo incrédula.
-siiii tiia!- me llevó en moto de agua a una playa que esta a la izquierda de la playa. Es como nuestra playa pero.. un poco más fea- dije sonriendo. Liam se lo había currado y mucho. Esperé a que Ainhoa me instara a seguir para contarle más.
-y que más!- dijo con un gritito.
-en la playa había colocado unas velas perfectos moradas haciendo un circulo alrededor de un mantel con platos, copas, vino y comida. Tía.. es perfecto..- dije. Nada más decirlo me arrepentí de haber pronunciado la última palabra..
-estas loca por el, no se a que esperas- dijo Ainhoa poniendo cara seria. Sabía que quería que le contara más, pero quería darme un consejo de hermana mayor.. así que no dije nada más.
Las demás aparecieron poco a poco por la cocina donde nos habíamos puesto a hablar Ainhoa y yo y las conté todo, con pelos y señales sobre la noche de Liam. La verdad es que no estaba nada cansada.. no sé por qué.. Después les conté nuestra conversación pero ninguna de ellas dijo nada, solo escucharon. Estaba segura de que tan solo necesitaban tiempo para pensar en qué decirme..

Hacía ya tres días que Liam y yo habíamos protagonizado nuestro primer beso. Cada vez estaba más segura de que sentía algo intenso (y más desde la noche anterior) y tenía que ponerle remedio, pero no lo hacía. Era tonta, pero simplemente no era capaz, porque me gustaba la sensación que me embriagaba. A lo mejor no era tan malo dejar pasar unos días más y luego ponerme a ello.. Aquella mañana, los chicos nos pasaron a buscar al apartamento para llevarnos a comer a un restaurante que conocían en un pueblo donde las olas eran inmensas para hacer surf. Y allí que fuimos todos. Cogí a Dafne en brazos y nos subimos en el coche. Esta vez, cogimos mi furgoneta y dejamos su monovolúmen en nuestra plaza. Nos metimos como pudimos. A pesar de que no había plazas para todos, íbamos mejor que en el monovolúmen. Colocamos algunas sillas de playa en el maletero para poder sentarnos en ellas. El maletero era bastante ancho, así que los que iban atrás no estuvieron tan apretujados como lo estuve yo en el monovolumen (se nota que no me gustó el viaje, ¿verdad?. El resto del día lo arregló, sin embargo). Conduje a la ida, guiada por Noel y Ángel que iban delante conmigo. La verdad es que aquellos dos chicos me caían bien. Noel era el más callado, pero aún así tenía detalles que me gustaban. Ángel, por otro lado, era más vivaz, hacía cosas sin pensar, hablaba sin saber.. Lo que me recordaba a mi hermano. Parecía el típico chico que se metía en problemas sin saberlo ni siquiera. Les sonreí cuando empezaron a decirme cosas, que no escuchaba. Estaba pendiente de la carretera. Dafne iba encima de Ángel, que parecía enamorado de la pata; tal vez sería porque todas las mañanas nos procuraba un huevo. Tardamos una hora y media, más o menos en llegar a aquella playa. Cuando la vi, supe por qué iban allí a surfear. El mar en aquella playa estaba embravecido. No había nadie nadando, todos eran surfistas, aunque tampoco había muchos. También pude ver algunos practicando kite-surf. Sentí envidia de todos ellos.
Aparqué en coche cerca de la playa. Hacía un sol espléndido para mis amigas, que tomarían el sol. Para mi no, ya que me achicharraría antes de que hubieran pasado veinte minutos escasos. Menos mal que los chicos habían pensado en todo y llevaron una sombrilla. Sam y Dafne se quedaron a mi lado, todo el rato, desde que bajamos del coche, hasta que nos acomodamos en la arena. Una vez todo listo, me paré a mirar a mi alrededor. La playa era gigantesca, la extensión de arena era casi el triple o el cuádruple que la de nuestra playa. No había ninguna cala, nada que te avisara de donde terminaba la playa. No había más animales además de Sam y Dafne, ni casi ninguna persona en la arena; casi todos disfrutaban de las olas. En su mayoría, todos los surfistas eran hombres, salvo alguna mujer que pude distinguir. Haciendo kite-surf vi más mujeres y por un instante sentí mucha mucha envidia.
Los chicos se despojaron de sus camisetas, cogieron sus tablas y se fueron a surfear. No pude evitar quedarme embobada mirando el torso desnudo de Liam. Cada vez me atraía más. Fue con ese simple gesto de quitarse la camiseta, de verle la espalda desnuda cuando me di cuenta de lo que me pasaba: estaba enamorada. Genial pensé irónicamente. Intenté hacer como que no había pasado por mi cabeza aquel pensamiento, saqué la cámara de fotos que Julia había traído y no pude evitar hacerle una foto a Liam de espaldas, hablando con los demás antes de entrar en el mar. Me hipnotizaba su cuerpo. Quería volver a sentir su piel bajo la mía. Ansiaba besarle. Lo que sentía era más que deseo. Era una atracción que me daba miedo reconocer, de echo, hasta ese mismo momento lo había mantenido oculto bajo otros pensamientos, pero ahora, viéndole así, había salido aquel pensamiento de entre las penunbras. Quería correr hacia él, saltar sobre su espalda, pegarle un susto, que me cogiera y me hiciera resbalar contra su piel hasta quedarnos ambos cara a cara.. yo en sus brazos, con mis piernas enrolladas alrededor de su cintura. Quería sentir su aroma a arena, sal y mar que tanto me gustaba, quería sentir su cálido aliento sobre mis labios, mi cuello. Mi oído, mis muñecas, mi clavícula y todo mi cuerpo. Nunca había sentido tanta necesidad de estar cerca de nadie, y menos de un chico, de tenerlo y poseerlo. Se me daba bien ocultar en mi cabeza lo atractivo que lo veía. Cuántas veces repetía en mi cabeza la palabra, más necesidad tenía de ir hacia él. Durante los días anteriores, incluso al beso, había sentido esa atracción hacia él, pero la había controlado. Me daba miedo. En ese momento parecía que esa electricidad que había entre los dos había logrado penetrar entre mis pensamientos y había logrado salir fuera, al exterior. Era imposible pararlo ya. Y todo por quitarse la camiseta. No me quería ni imaginar qué se me pasaría por la cabeza si le viera alguna vez desnudo. Me aterraba que un chico tuviera tanta fuerza en mí. Me aterraba todo lo que sentía. Me mordí el labio inferior suavemente. Le veía tan sexy adentrándose en el agua. Pensé en la noche que dormimos juntos, en lo mucho que tuve que luchar para no lanzarme hacia sus brazos. Lo mucho que me costó separarme de su abrazo y de su olor al día siguiente, cuando desperté. Pensé en el beso. Ahí sí que había tenido fuerza de voluntad. No quería parar. Pero mi cabeza racional ganó frente a mis pensamientos. En ese momento, viendo a Liam surfear, las pocas barreras que quedaban en mí cayeron pesadamente. Era libre. Me había cansado del cerebro racional. Era mejor pensar con el sentimiento (o no..).
-Estoy enamorada- susurré sorprendida para mis adentros, estaba claro que no podía sacar de mi cabeza la sensación de miedo que me invadía ante tal afirmación. No había querido aceptarlo hasta ese momento. Yo, que me había jurado a mí misma no enamorarme más, lo había vuelto a hacer. Tonta de mí. De todas formas, qué más daba, él no estaba enamorado y yo ya me encargaría de mí misma y me desenamoraría de él. No había ningún problema ¿no?. Mientras tanto, iba a disfrutar por lo menos un día de cómo era todo después de admitir para mí misma que estaba enamorada de Liam. Y todo por que hiciera ese simple gesto.. ese levantamiento de brazos y se quitara su camiseta.. no sabía él bien lo terriblemente sexy que era ese gesto en su cuerpo.

Les hice fotos. Me acerqué a la orilla, incluso llegué a meter mis pies calientes por el sol en el agua, que estaba más bien fría. El contraste entre el agua fría y mis pies calientes hizo que un escalofrío recorriera todo mi cuerpo, de pies a cabeza. Mientras, Sam y Dafne me seguían de cerca, sin perderse ningún movimiento que yo hiciera.
Los chicos posaron para mí; me ponían caras y llamaban mi atención para que les hiciera fotos. También aproveché para hacer fotos a los demás surfistas y a los que practicaban kite-surf. Así, pasaba el tiempo y no sentía cómo me quemaba el sol la espalda, algo que odiaba. También aproveché para hacer fotos a las chicas tumbadas al sol y a Sam y Dafne bajo la sombrilla mirando en dirección al mar cuando se cansaron de seguirme a todas partes. Tengo que admitir que surfeaban muy bien, todos ellos, aunque en el que más me concentré fue en Liam. Estuve pendiente de todas las olas a las que se encaramaba, de todas las olas que dejaba pasar o que cedía a sus amigos, de cómo remaba, de cómo se levantaba encima de su tabla. Estaba enamorada de él.. Lo bueno era que él no lo sabía, lo malo.. que pasado ese día tendría que dejar de estar enamorada. Era una sensación tan placentera.. y más aun cuando sabía qué era lo que me pasaba. Días atrás estaba mal porque había evitado pensar en si estaba enamorada. Ahora que lo sabía, sentí que un peso grande se caía. Al menos había algo bueno en admitir lo que acababa de admitir aunque aun me pareciera increíble.
En algún momento de aquella sesión de fotos, un surfista que no conocía se acercó a mí para pedirme que le hiciera fotos. Me dio su correo electrónico para que se las mandara. Le sonreí complacida al ver que pensaba que hacía buenas fotos, a pesar de no haber visto ninguna. Me dediqué los siguientes treinta minutos al chico. Era alto, moreno y de piel morena, ojos marrones. Era guapo, pero tenía pinta de chulo de playa. Me fijé en sí iba acompañado y pude ver que había venido con otros dos chicos, a los que también fotografié. Después del espectáculo que me dieron saltando y metiéndose entre las olas, salieron del agua y todos me dieron las gracias. Parecieron muy agradecidos, porque pidieron a un surfista que iba a entrar en el agua en ese otro momento que nos hiciera una foto. Dos de los chicos se situaron a cada lado y el tercero de cuclillas delante de mí. Los tres me señalaron mientras el surfista hacía la foto. Mis amigas, nos miraban desde la lejanía y yo todavía no lograba entender cuánto éxito había tenido por traer una cámara de fotos allí Julia. Otro grupo formado por dos hombres y dos mujeres, también me pidió que les hiciera fotos y se las mandara al ver que al otro grupo de chicos les había hecho fotos. Apunté en mi móvil, junto al otro correo, el nuevo. Después, me hice otra foto con ellos. La verdad que me lo estaba pasando mucho mejor de lo que esperaba. Pero todo aquello me quitó tiempo para deleitarme en estar enamorada.

Cuando los chicos salieron del agua, les fui haciendo fotos, según se acercaban más a tierra firme. Cuando salieron, les hice una foto a todos juntos con las chicas, Sam y Dafne. Quedó muy bien, aunque faltara yo en la foto.
-ya he visto que has estado fotografiándonos!- dijo Miguel sonriéndome.
-si, Julia ha traído la cámara buena- dije.
-también has estado haciendo fotos a más gente no?- preguntó Ángel. Por un momento pensaba que lo decía con sentimiento de celos ya que por cómo me lo había preguntado pude ver un deje de celos. Seguramente me había visto meterme hasta las rodillas para hacer las fotos a los que me lo habían pedido.
-si dos grupos me han pedido que les hiciera fotos y se las mandara por email- dije feliz. Estaba contenta de que a alguien le gustara lo que hacía.
-entonces eres una buena fotógrafa- aventuró a decir Noel.
-enséñanos las fotos!- me pidió Carolina. Vieron las fotos, uno por uno. No vieron todas las fotos todos, según pasaban unas cuantas, pasaban la cámara al siguiente para que todos pudieran ver alguna que otra foto.
Después de una mañana intensa, a eso de las tres, nos fuimos a comer a un restaurante cerca de la playa. Comimos en la terraza paella; así Sam y Dafne podían estar con nosotros y no las teníamos que dejar en el coche.
Continué con mi sesión de fotos por la tarde, aunque también me aventuré a bucear, hasta que empezó a oscurecer. Fui la única que quiso quedarse a ver el anochecer y como conduje a la ida, nadie se pudo negar.
Nos sentamos en la arena, la mayoría con las piernas cruzadas o apoyando la cabeza en éstas, de espaldas al mar y vimos como el sol se escurría entre las montañas.
-qué bonito es- susurró Julia.
Sabía que al final les iba a gustar. Casi todos sonreían y yo no podía dejar de mirarlos a todos, pensando en que había hecho bien en retenerlos en contra de su voluntad para ver el anochecer. Me alejé de ellos un momento, para hacerles una foto a todos dándome la espalda, con el sol iluminando sus caras, que no veía. La foto quedó muy bonita. Se veía el sol casi anaranjado y unas siluetas negras que representaban a mis amigos.
En cuanto desapareció el sol nos pusimos en marcha hacia casa. Cenamos por el camino en una gasolinera unos bocadillos y seguimos el camino hasta casa. Pensé en el anochecer y en Liam, estaba segura de que le había gustado tanto como a mí.

Cuando nos despedimos, Liam me dio un trozo de papel con su número escrito en él (sí, el día anterior me había escrito un mensaje pero... qué se yo... no se acordaría, o simplemente querría que lo tuviera en un papel por si acaso). Los trazos eran limpios y bonitos. Me sostuvo la mano entre las suyas un rato, hasta que me hizo cerrar la mía alrededor del papel y se acercó a sus amigos. En cuanto me tocó la electricidad corrió por mi cuerpo y estaba segura de que por su cuerpo también había corrido, pero bueno, eso daba igual. El día había llegado a su fin y ya no volvería a estar enamorada de él. Me quedé mirándole. Hacía mucho que no compartíamos conversaciones como la que habíamos tenido el primer día que nos vimos ese año. Casi las añoraba. Y las horas de buceo a su lado. Recordé que después de hacer las fotos, cuando me fui a bucear, buceé sola durante un tiempo por la tarde, hasta que Liam se unió. Pensaba que estaría surfeando, pero lo dejó por venir conmigo. Una alegría infinita invadió todo mi ser. Estaba enamorada de él y buceábamos juntos, ¿qué más podía pedir?. Buceamos cerca de la orilla, buscando algún banco de peces. Esta vez fui yo la que encontró un gran banco de peces que perseguimos. Me cogió la mano y buceamos juntos. Un golpe de electricidad recorrió mi cuerpo cuando nuestras manos se rozaron. Cada vez controlaba menos mis sentimientos y eso daba mucho, mucho miedo. Pero una vez estuvimos fuera del agua, todo volvió a ser como distante y casi frío entre nosotros. No sé por qué. Después de la cena de la noche anterior.. Supuse que esperaba a que tomara la decisión.. no sentí cansancio hasta que llegamos a casa. Me quedé pensando en esos minutos que habíamos pasado juntos aquella tarde hasta que terminé quedándome dormida, en el sofá, como tantas veces me había pasado ya.

No había pensado en él en todo el día, salvo ahora, en casa, en la cama, con Dafne a mis pies (está bien, es mentira.. me pasé todo el maldito día pensando en él..).

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