Capítulo
23
Ada
Pasamos
el resto de la tarde así, tumbados, hablando a veces y otras
disfrutando del sonido de las olas al romper, de las gaviotas, de
nuestros amigos riendo y de la brisa tranquila que soplaba. Sonreí
para mis adentros, ahora mismo él era para mí, sola y
exclusivamente para mí. Quería parar el tiempo en ese momento.
Cuando todavía sientes el cosquilleo en los labios a causa del beso,
te sientes la chica más feliz del mundo y no crees que nada sea como
ese beso. Me quedé pensando en el beso, rocé mis labios con mis
dedos, como intentando comprobar si el beso había sido real. Pero no
cabía duda de que no había sido un sueño. Y ahora mismo él estaba
a mi lado, sentía su calor en mí, su pulso, su piel.. Me dejé
llevar (mucho, demasiado), ya le pondría remedio después. Pero es
que la sensación que me invadía era única y me encantaba. Y no iba
a desaprovecharla. Sufriría después cuando me convenciera a mí
misma de que era solo un royo, pero bueno eso no importaba porque
podía disfrutar aun más de aquel momento.
Tanto
los chicos como las chicas evitaron interrumpir aquel momento que
vivíamos. Nos miraban de vez en cuando “preocupándose” por
nosotros, aunque en realidad querían enterarse de lo que pasaba (muy
cotillas, sí).
A
las ocho y media de la tarde, habíamos recogido todo y ya habíamos
empezado a subir la montaña de vuelta a los apartamentos, de vuelta
a la realidad. No quería irme, quería quedarme allí para siempre,
que se detuviera el tiempo; vivir ese momento el resto de mi vida.
Por primera vez, no quería saber cuál sería el final de nuestra
historia, quería vivir otra vez aquel beso. No quería saberlo
porque el final sería malo si estaba con él y malo si todo se
quedaba en un royo (que era lo que iba a pasar).
Esa
noche, cenamos cada uno por su lado en su apartamento. En cuanto nos
quedamos solas, conté a las chicas lo que había pasado y como era
de esperar cada una dijo una cosa diferente
-
oh! Que mono, se nota que le gustas – dijo Vanessa
-
lo que quiere es sexo, no puede ser que en tres días ya sienta de
todo por ti – dijo Julia muy seria
-
no seas así, no todos son iguales, lo sabes. A mi me parece buen
chico Liam – dijo Ainhoa
-
si a mi también, lo único que quiero decirte es que tengas cuidado
con todo lo que sientes, no quiero que lo pases mal después – dijo
Sara.
-yo
te apoyo en todo lo que decidas- me dijo carolina
De
todas formas en realidad me daba igual lo que pensaran de él, porque
no íbamos a ser nada. Aun así, esa noche, sola en mi cama con Dafne
en mi pecho di muchas vueltas sobre lo que sentía por Liam.
Durante
los tres o cuatro días siguientes después de aquel maravilloso beso
me distancié de él. Seguimos quedando todos juntos, pero yo
necesitaba pensar. Volvía a pensar en el futuro, como no,
estropeando todo lo conseguido aquella tarde con Liam. Podía
conformarme con pensar en liarme con él todos los días que
estaríamos en la playa, pero en vez de eso pensé que lo mejor era
intentar dejar de sentir esa cosa rara que empezaba a sentir hacia él
y que no era lo que sentía por los demás mortales con los que me
había enrollado durante años. Y después ya liarme con él. Era lo
más sensato.
El
primer día desde nuestro beso, fuimos a la playa como todas las
mañanas y ahí nos estaban esperando Sam y los chicos. Liam me
esperaba con una sonrisa radiante. Me hubiera gustado salir corriendo
hacia él; es lo que dictaba mi corazón en ese momento, pero mi
cabeza estaba por encima de mi corazón y le saludé igual que saludé
a los demás del grupo. Me hubiera gustado cantidad bucear con él
como habíamos hecho el primer día, pero ese día buceé sola. Me
alejé de la orilla y recorrí las zonas por las que no había estado
con Liam. Vi peces, erizos.. Pero no lo pasé tan bien como con Liam.
Aunque solo había buceado una vez con él, me había concienciado no
sé por qué de que ya no tendría que bucear sola nunca más si no
quería, pero buceé sola, una vez más. Recordé nuestro primer
encuentro bajo el agua. El tacto de su piel mezclado con agua y sal,
era delicioso. Me dejé llevar por los recuerdos de días antes,
hasta llegar al beso. Cuando quise darme cuenta, había pasado casi
toda la mañana y yo me había alejado mucho tanto de la orilla, de
donde estaban los demás. Volví intentando estar atenta a todo, pero
el agua hacía que pensara en Liam, lo cual para mí no era bueno..
El agua era mi medio, el medio en el cual todo iba bien y ahora ni
dentro del agua podía dejar en la orilla a Liam, sino que me seguía
hasta la infinidad del mar.
Comimos
en el apartamento de ellos. Por primera vez desde que nos conocimos,
comimos en lados diferentes, él en una esquina de un lado y yo en el
centro, en el lado contrario. Nos miramos durante la comida. Le
encontré varias veces mirándome furtivamente cuando creía que no
le miraba. Y cuando nuestras miradas se encontraban alguna vez,
aguantaba la mirada unos segundos y enseguida miraba a su plato. Lo
que había entre nosotros no era fácil de explicar en aquellos
momentos. Tenía ganas de volver a besarle, pero todo lo que ello
conllevaba me daba miedo. Primero tenía que convencerme a mí misma
de que solo era un lío como tantos otros y después podría besarle
cuanto quisiera.
Esa
tarde me pasó a buscar al apartamento Marcos, después de comer,
cuando aún estábamos en el apartamento de los chicos. A todos los
presentes les resultó raro que Marcos me pasara a buscar. Pero yo
necesitaba hablar urgentemente con Marcos de todo. Liam me miró con
una mirada que jamás le había visto, tristeza y desesperación a la
vez. Intenté hacerle un gesto para que no se preocupara, pero
pareció no darse cuenta de que iba dirigido a él. Me sentía mal
por que Liam pensara mal de Marcos, pero realmente no había nada
entre él y yo. Ya se lo explicaría. O no.. No estábamos juntos, no
tenía por qué darle explicaciones. Sabía que Liam no entendía la
relación que manteníamos marcos y yo. Supongo que no se suele ver
nunca una pareja de mejores amigos formada por un chico y una chica.
Pero a nosotros nos iba bien así. En ningún momento ninguno de los
dos habíamos sentido nada diferente a amistad. Cogí a Dafne y
estuvimos andando por la playa.
-cuéntame-
me dijo Marcos viendo que no había empezado a hablar.
-tengo
miedo, tengo miedo de sentir lo que siento- dije casi echándome a
llorar. No sabía por qué me sentía tan vulnerable, yo no solía
ser así. Siempre era fuerte. Me habían dejado más de una vez y
nunca me había sentido así de vulnerable y con tantas ganas de
llorar. Siempre había sido fuerte en todo. Pero con Liam mi fuerza
flaqueaba.
-eh
Ada, no te preocupes- me dijo Marcos cogiéndome de la mano y
estrechándome entre sus brazos. Me sentía bien allí, de hecho me
sentía tan bien que comencé a llorar sin parar. Me dolía el
cuerpo, sentía un dolor que comenzaba en el pecho y se hacía más
grande con cada sollozo. No sabía que me sentía tan mal por dentro
hasta que Marcos hizo que sacara todo mi dolor. Siempre me ayudaba en
todo, mi ángel de la guarda..
-dime
que tengo que hacer- dije llorando todavía. Las lágrimas seguían
resbalando por mis pómulos, pasaban mis mejillas y se quedaban
estancadas en mi mandíbula hasta que caían atropelladamente sobre
la camiseta de Marcos; incluso algunas sobre la arena.
-sabes
que no te puedo decir lo que tienes que hacer- dijo Marcos con voz
dulce. Sabía que era verdad, pero tal y como me sentía, hubiera
preferido que alguien me dijera que camino tomar, qué hacer. –solo
puedo darte un consejo y mi consejo es que hagas lo que sientas que
tienes que hacer-
-eso
no me sirve- dije desesperándome, con las lágrimas resbalándose
por mi cara. No me gustaba su respuesta. Realmente así me confundía
más. Odiaba que la gente me dijera eso como un buen consejo, cuando
para mí no significaba nada; nada más que palabras –me gusta-
dije. Era lo único de lo que estaba segura.
-si
te gusta, deja que a él le gustes, ábrete a él, deje que explore
dentro de ti, deja que te quiera- dijo Marcos mientras nos sentábamos
en la arena. Me pareció todo bien salvo su frase final. No iba a
dejar que me quisiera. Ninguno de mis amigos sabían que no quería
volver a enamorarme. O sí y pasaban del tema, pues siempre me decían
que era genial que me enamorara. Pero daba igual, yo ya me había
dicho a mí misma que no me iba a enamorar y tenía que dejar de
sentir lo que sentía antes de que me enamorara. Dafne se colocó a
nuestro lado y se hizo un ovillo para dormir.
-te
vas a manchar los pantalones- dije gimoteando un poco. Todavía no
había desaparecido el dolor que me oprimía el pecho y no había
dejado de expulsar lágrimas. No quería que se sentara porque
llevaba unos pantalones que sabía que le gustaban mucho, que
significaban mucho para él y a quien se lo regaló le costó un ojo
de la cara. Él, los cuidaba mucho y con la arena, tendría que
echarlos a lavar lo más seguro.
-schhh,
no me importa mi niña- me dijo mientras me acunaba. Me estrechó
entre sus brazos y me beso en la frente, me susurró hasta que
terminé de llorar, hasta que no quedó más fuerza en mi cuerpo para
derramar una sola lágrima más. Entonces caí en un profundo sueño.
Marcos no se movió de donde estaba, con mi cabeza en su regazo,
acariciándome el pelo y mis mejillas, hasta que desperté de
madrugada, casi estaba amaneciendo. Era el segundo día desde el beso
con Liam. Marcos es tan bueno conmigo.. Lo había sido siempre. A
veces pienso que lo único que hago todos los días es ver cuanto
aguanta su imperturbabilidad, su paciencia conmigo, su todo. Me
soporta todo lo que le correspondo soportarme y más aún. Siempre
que hay algún problema puedo contar con él; y siempre que me pasa
algo bueno también. Me soporta en mis días pre y postmenstruales,
además de la semana entera menstrual. Es como si fuera mi alma
gemela, mi hermano. No podría vivir sin él, lo tengo claro. Siento
cosas muy diferentes por Liam y por Marcos, pero ambos hacen que todo
esté bien. Abracé a Marcos, intentando con ese abrazo, agradecerle
todo lo que había hecho por mí y volví a quedarme dormida.
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